Sábado de Pasión, víspera del Domingo de Ramos, momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección del Señor, donde podemos comprender, a través de nuestras imágenes, la entrega de Jesús hacia los hombres, de apreciar el dolor y la muerte expresados en Cristo y en su Madre. Podemos vivir cada minuto, disfrutar de forma apasionada para llegar a la Pascua, momento culmen, para llegar de nuevo a la luz de la vida sintiéndonos auténticos cristianos.

Para los cofrades, ésta es la semana más deseada y esperada del año ya está aquí, ahora llega el momento de la contemplación, del disfrute, donde debemos ser protagonistas, parte activa de esta Semana Grande, cofrades comprometidos con nuestra fe; donde una sensación extraña, difícil de comprender para muchos, nos invadirá, sentiremos un cosquilleo profundo, con sentimientos a flor de piel, donde una reminiscencia del pasado aparecerá, de nuestra infancia, de aquellos que ya no están, donde haremos una meditación silenciosa y una reflexión para reforzar nuestras creencias, para no pasar "de puntillas", para llegar a la vida nueva convencidos de haber vivido una semana plena.

No debemos ser simple espectadores, volviendo la espalda a esa realidad, a veces tan cruel, que nos rodea, debemos vivir con coherencia y autenticidad, confesando nuestra fe públicamente, viviendo cada segundo, donde, en este mundo complejo, pueda hacerse sencillo una simple oración cantada, un vía crucis piadoso, un traslado o tantos actos que nos puedan llegar al corazón.

Mañana, Domingo de Ramos, día grande por antonomasia, sentiremos de forma distinta, renovaremos vivencias y sentimientos, viviremos la Procesión de Palmas y la Entrada Triunfal de Jesús a Jerusalén en medio de una multitud, con una inquietud infantil que aguarda a nuestro alrededor y proclamaremos su triunfo a nuestra manera.

No obstante, no debemos olvidar que este mismo día, es el anuncio también de la Pasión, donde después de aclamarlo, pocos fueron los que le acompañaron; sí, igual que entró triunfal, es traicionado, negado tres veces, es llevado a la Cruz, rendido, derramándose su Preciosísima Sangre, le humillamos sin explicación según nos convenga. Nosotros, los cofrades, dentro de esa apoteosis estética y artística, debemos dar sentido a esta semana, sin perder su sentido único, quedándonos con su ejemplo de humildad, de obediencia y de entrega a los demás hasta el final de sus días. Ahora, cuando se abran las puertas de nuestros templos o capillas, es el momento de saborear cada esquina, cada rincón, tomando como ejemplo a su Madre, es el momento de apreciar un palio blanco de la Paz, que derrocha una belleza sin igual por las calles de la ciudad; de no perder detalle, de ver un Rosario de Amor que se acerca a las Hermanas de la Cruz, que de forma callada y en silencio, enjuagan las lágrimas del necesitado, del hambriento, del pobre de corazón o del enfermo.

Ahora es el momento de sentirnos plenos, de ser partícipes, de no pasar de manera sigilosa, sin pensar que todo termina, que es la vuelta a la vida, a la esperanza, que es lo que da sentido, que no debemos permanecer impasibles e indiferentes ante el mundo actual, para llegar plenamente a la Pascua florida, a la entrega completa del Amor.

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