Análisis

Juanma G. Anes

Cuchillo a cuchillo

Hay avinagrados a los que esta leve mejoría les amarga, ya que soñaban con el caos

Resulta que, en esta segunda vuelta, el equipo está teniendo el comportamiento que algunos creíamos que también podía haber tenido en la primera. Eso le hubiera significado al Recre vivir hoy en la zona tranquila de la tabla y quién sabe si al final, y perdón por jugar al fútbol-ficción, sonaba la flauta y se le daba a la afición, que tanto lleva soportado estos años, el mini premio de ilusionarla luchando por meternos entre los cuatro primeros. Repito: luchar por estar arriba, sin ninguna exigencia más porque las circunstancias impedían cualquier pretensión mayor. Pero como el que firmaba las cosas siguió con su troglodítico siroco, con su alienación y con sus cómplices, la historia fue por otros derroteros.

Por mucha buena rachita que llevemos últimamente no estamos para sacar pecho, no. ¿Alguien duda de que, si lo hacemos, nos lo parten? Eso no es óbice para reconocer que, en medio de los mil y un problemas existentes (a los que se les busca -y encuentra- mil y una soluciones), el innato espíritu de supervivencia instalado en todos los estamentos del recreativismo vuelve a dar resultado, lo que merece agradecimiento a jugadores, entrenadores y demás en su justa medida, tanto como cuando criticamos lo contrario. El domingo llega otra prueba del algodón, el enésimo partido clave -¿cuántos encuentros de esos llevamos ya en los últimos tiempos?-, porque ante el filial del Córdoba tampoco se puede fallar.

Hace justo un año estábamos mucho más muertos que vivos. Teníamos tan mala cara que apenas nos faltaba un cuarto de hora para ir con nuestras banderas, nuestras bufandas y nuestras penas camino del velatorio. Hoy estamos saliendo del maldito coma y se intuye cierta recuperación. Hay avinagrados a los que esta leve mejoría les amarga, ya que soñaban con el caos más absoluto; la pena que nos da que sus planes casi nunca salgan bien. Lejos de vivir entre el estiércol y el ventilador, otros ven que el esfuerzo empieza a dar sus frutos. Falta mucho, sí, y hay que seguir con un cuchillo entre los dientes… y con otros dos en cada mano, por si acaso. De hecho, sólo podemos soltarlos para pagar los abonos, aunque eso lo haremos, quién nos lo iba a decir hace poco, con algo más oxígeno del esperado.

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