Análisis

Pedro José Morcillo Azcárate

Cien años de pasión

El mejor regalo para el Centenario de Pasión es la unidad de sus hermanos

Como si de la más bella historia jamás contada se tratase, como el reencuentro de dos seres queridos que la vida ha querido separar durante años, como ese niño que recibe a su madre en la puerta del colegio como si hiciera años que no la ve, como la visita dominical a casa de los abuelos, así vive Huelva el encuentro con el Señor de Pasión cada Martes Santo. Cada vez que la Puerta del Mar de la Mayor de San Pedro, esa que escribe su historia sobre cabezos milenarios, se abre a la caída de la tarde el martes más santo de todo el calendario, es el mismo sol el que atraviesa ese dintel, y lo hará dentro de poco revestido con oro fino muestra del amor de esos pasionistas que tienen en Él al guía de sus vidas.

Por el barrio alto, el del arte, el de la tradición más arraigada por enero y sus palmitos, que sabe tanto de cantes en la barra de una taberna, de santos que han regido su parroquia, el barrio de los toreros y el de su Señor de Pasión, están de aniversario, cien años de Pasión. ¿Cien años de la presencia de Pasión solo? No, cien años de una hermandad de penitencia que canalizó el sentir y la devoción que durante siglos en la parroquia mayor se profesaba al Señor del Sagrario, pero son cien años de una institución sin la cual dicha devoción, quizás, se habría perdido en el tiempo, y es una vez más en el que tenemos un claro ejemplo de la utilidad de las hermandades para mantener viva la llama de la Fe.

La Hermandad de Pasión ocupa, como ha ocupado desde su fundación, y lo ocupará por siempre, un lugar de privilegio en la historia y el día a día de la ciudad, pues custodia la devoción al Señor de Madre Ana, al de las saetas de grandes de nuestra tierra, al Señor del porche, y es que no hay nadie que baje el porche de San Pedro como Él, eso es así aquí y en Pekín.

Un ambicioso pero justo y medido programa de actos ha sido planificado para celebrar con júbilo el centenario de Pasión. Atrás quedó ya el vía crucis de Huelva, cuya imagen del Señor de Pasión fue elegida para presidirlo y que, aunque nunca podremos saber cómo se hubiera desarrollado, una idea nos podemos hacer al ver la exquisitez y el gusto con el que se desarrolló en el interior de San Pedro. Una túnica se está ejecutando como ofrenda por este aniversario y en septiembre tendremos la oportunidad de acompañar al Señor por las calles de Huelva como lo hiciéramos hace nueve años cuando recibió la medalla de la ciudad.

Gracias a Dios tengo muy buenos amigos pasionistas, de esa gente que siempre uno asocia a la Pasión y Pasión a ellos, ellos me han enseñado a querer al Señor, ellos me han enseñado su cercanía y su poder de escucha, también me han enseñado a valorar su poderío cuando sus hombres andan de frente. Durante algunos años, cosas de las cofradías, he tenido que ver cómo esos pasionistas buenos de corazón andaban un poco apartados, no del Señor, si no de la vida diaria de la centenaria corporación. Pero ahora vuelvo a verlos a todos allí, trabajando para el Señor, para su Madre, la Virgen del Refugio. Puedo apreciar que esos tiempos de bandos, frentes y discusiones se han echado a un lado para que, todos juntos, remen en la misma dirección. Sin lugar a dudas el mejor regalo para el Centenario de Pasión es la unidad de todos sus hermanos.

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