El recreativismo convoca a Huelva contra San Fernando. Ya no se cuestiona que hay que cumplir la penitencia en este pozo de la Segunda B, aunque sea bajo mínimos, para no deshonrar todavía más a tantas generaciones que defendieron su existencia y a sus herederos implicados que ahora siguen apostando por su legado. Un Recreativo impropio y sin alma que nos tiene a todos con el cabreo elevado al infinito, que lleva años dando tumbos por estos campos nacionales reclamando siempre socorro en los finales a los moradores del patio de su casa, que son los únicos que cumplen sus obligaciones sin abusar de sus derechos y que asumen que la entidad purga sus problemas interminables sometida a mortificaciones interiores y exteriores bajo el temor opresivo de la desaparición.

El equipo todo lo fía en Huelva ante San Fernando y Las Palmas Atlético. Fuera es un desastre y turba el ánimo del más optimista. El partido de tu vida se queda corto frente a un rival isleño con cinco jornadas sin perder (una derrota fuera en la segunda vuelta) y casi sellado su éxito echando el resto la pasada semana en final agónico. Aquí los tres entrenadores han fracasado en sus cursos de méritos de aprendizajes. Nunca pudieron llegar más alto en tan poco tiempo. Y los jugadores no han mostrado ni la fuerza mental ni sus facultades para adaptarse a una categoría tan sacrificada y cruel. Un equipo sin criterio en el juego y como castigo también en la cola del Juego limpio cargado de tarjetas propio de su desorden.

¿Y los refuerzos de invierno? Tantas excusas de que en años anteriores no eran posibles y ahora fuera de servicio engullidos en el drama. Hoy comienza el Recreativo su enésimo brote de futuro para volver a creer. El equipo avergüernza a su afición, que mantendrá su apoyo vitalicio por la estimación de la propia honra y dignidad. Así somos en Huelva por y para el Decano, por encima del ultraje.