OCIb 2019 | Exposición

El espíritu audaz de ‘ConDados de Niebla’ se asoma de nuevo a Huelva

  • La Diputación exhibe hasta el día 28 el impacto de la revista literaria que impulsó hace 35 años

  • Ejemplares, textos originales, cuadros y fotografías se reúnen en 18 años de trayectoria

Una mujer pasa ante una obra de Manolo Campoamor durante la inauguración en la Sala de la Provincia.

Una mujer pasa ante una obra de Manolo Campoamor durante la inauguración en la Sala de la Provincia. / Alberto Domínguez

Diecisiete años después, ConDados de Niebla resurge con el mismo brillo. En 2002 quedó la última publicación, cuando nació la leyenda que se había fraguado en los 18 años anteriores. Treinta y cinco han pasado desde que viera la luz por primera vez, en 1984, con mucho más que ganas e ilusión. Un primer número esplendoroso, sólo anticipo de los 21 posteriores, recordadas joyas de la literatura, de la edición, del arte. Aquella fue mucho más que una revista de literatura hecha en Huelva, reivindicada ahora, desde ayer, en una exposición que va también más allá de cifras, años y efemérides. El arte de imprimir la belleza es su título revelador, y hasta el 28 de septiembre, sábado, puede verse en la Sala de la Provincia de la Diputación.

Juan Cobos Wilkins no dejó pasar por alto, en el acto de inauguración, una confesión: la de su estremecimiento al volver a tener en sus manos algunos de los originales que hicieron historia desde aquellas primeras páginas que publicó como director. Le ha ocurrido, dijo, durante el montaje de la exposición estos días, al pasar por él aquel poema escrito por Pablo Neruda a los 14 años, cuando todavía era Neftalí Reyes y cometía faltas de ortografía.

Las vitrinas no permiten al visitante experimentar igual sensación pero muchos de los presentes sí compartieron ante ellas esa emoción que da el reconocimiento de la grandeza del arte. Porque, como la propia revista, esta muestra abierta ayer tarde trasciende sus propias páginas, exhibidas cuidadosamente en esas islas impagables de las letras, dispuestas para el gozo de todos.

Hay tras el cristal algunos de esos manuscritos que pasaron por ConDados de Niebla: de Neruda, de Jacinto Benavente o de Jaime Gil de Biedma. Ejemplares, también, convertidos, todos, desde su concepción, en obras de arte del diseño gráfico y de la edición, plagados de exquisitas concesiones artesanales, como de esas separatas que dieron identidad a la publicación, facsímiles y otros artefactos de impresión.

Dos visitantes observan ejemplares de la revista y originales recogidos en una vitrina. Dos visitantes observan ejemplares de la revista y originales recogidos en una vitrina.

Dos visitantes observan ejemplares de la revista y originales recogidos en una vitrina. / Alberto Domínguez

La dimensión de aquello es tal que se escapa de las propias vitrinas y salpica las paredes de pinturas y dibujos de nombres gigantescos que reflejan una época dorada que tuvo también aquellos años la plástica de este país. Ahí queda plasmada, igual que lo fue en la revista, testigo imprescindible, a través de esas páginas cuidadas con mimo máximo en Huelva, proyectadas a la leyenda, al recuerdo de una forma de hacer que no hubo antes y que ya tampoco se encuentra.

Hablaba también Juan Cobos de la dualidad del momento, entre la alegría y la melancolía que le dictaba el corazón. Quizá compartida, no confesada, por Pablo Sycet, compañero en la celebración como en la aventura desde 35 años atrás. Pero había en esa sala repleta de público una satisfacción generalizada de quienes sienten orgullo por todo aquello que se hizo, presente estos años en el recuerdo y recuperado ahora, de nuevo, para siempre. No hace falta llegar a los 50, como temía Sycet, para festejar la vida y el arte. ConDados de Niebla vuelve a latir como antes. Pura alegría. Adiós tristeza.

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