Cultura

Exilios para un arte universal

  • El Instituto Cervantes estrena en Huelva 'Errancia y fotografía', excepcional selección de retratos del cubano Jesse A. Fernández centrada en los creadores del mundo hispanista.

La errancia a la que alude el título de la exposición es también la que marcó la vida y la obra del autor. Y la que se traslada al espectador de tantos artistas e intelectuales, víctimas de la migración forzada por el totalitarismo sembrado en el mapa mundial durante todo el siglo XX. Puede que pocas veces se hayan visto mejor reflejados los efectos del exilio en los creadores latinoamericanos. En sus rostros, en sus figuras camufladas a veces en su nuevo mundo de acogida, entre calles ajenas y vecinos extraños que contribuyeron, en cualquier caso, a subrayar la universalidad de su arte. Son las fotografías del cubano Jesse A. Fernández, testigo privilegiado de un tiempo de éxodo cultural, a quien ahora se reivindica como parte fundamental de él, con un testimonio gráfico convertido en ensayo clave de la cultura hispanista más trascendental.

El Instituto Cervantes está detrás de Errancia y Fotografía. El mundo hispánico de Jesse A. Fernández, inaugurada ayer en Huelva, estreno mundial de una muestra que, por carta de naturaleza, es cervantina y errante al mismo tiempo, como condición incuestionable también de la propia institución. El Otoño Cultural Iberoamericano, organizado por la Fundación Caja Rural del Sur y alentado en esta excepcional décima edición por la celebración del 525 Aniversario del Encuentro entre Dos Mundos, acoge la primera parada antes de lanzarla por medio mundo, como si de emular el viaje fundacional de 1492 se tratara.

El personal de Jesse A. Fernández (1925-1986) le llevó de su Habana natal a Asturias, tierra de sus padres y la de su infancia. Allí volvió su familia cuando él tenía siete años, huyendo de la dictadura de Gerardo Machado, y apenas permaneció cuatro años al tener que salir de España por la Guerra Civil, que les devolvió a la isla.

Él mismo recordaba que su regreso supuso "un verdadero choque cultural". Nada traumático: "Como soy muy cubano", apostillaba, "pasé sin problemas mi juventud a ritmo del danzón".

El director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, presente ayer en Huelva por el estreno de la exposición, habla de Fernández como "creador multifacético". Porque lo suyo fue la fotografía y la pintura. La creación sin límites que le llevó a estudiar en Estados Unidos, donde coincidió con un gran vanguardista cubano, Wilfredo Lam, introductor de Jesse en el hervidero artístico de Nueva York, donde le puso en contacto con Duchamp, De Kooning, Pollock o Resnick.

Con ese círculo de amistades, la pintura debía poseerle, como hizo el color con Klee. Pero lo hizo también la fotografía, y con mucha más intensidad. Con absoluta libertad. Fue en Colombia donde empezó a dar sus primeros pasos, en Bogotá y en Medellín, a primeros de los 50. De hecho son de allí las imágenes más antiguas que ahora pueden verse en esta exposición que reúne 135 de las fotografías que conjugan el retrato que tan hábilmente supo componer, con los artistas que captó a lo largo de su periplo vital en nueve de los países en los que vivió y que marcaron su carrera.

Lo dijo ayer Bonet: "Tuvo una vida relativamente corta pero intensísima, errante". Colombia, Guatemala, México, Nueva York, Cuba, Puerto Rico, Madrid, París y Palermo son los nueve enclaves convertidos por el comisario, Fernando Castillo, en paradas de una línea temporal para "una magnífica galería de retratos en un paseo cultural por el siglo XX".

La política que se desliza entre esta consagración suya al arte es la de su vuelta a Cuba a finales de los 50, cuando respondió a la llamada de otro nombre fundamental en su vida, también presencia constante en su obra, Guillermo Cabrera Infante. Le dijo el escritor que debía ser partícipe de los cambios en el país, de la Revolución que derrocó al dictador Batista con Fidel Castro al frente. Fueron nueve meses, incluido el conocido viaje a Nueva York, antes de que se marchara para siempre de su patria chica "con un portazo discreto, sin hacer oficio de su disidencia".

Las ciudades están presentes, en una especial interrelación con los personajes. Es uno de los aspectos que Fernando Castillo ha querido potenciar en la selección. A veces sutilmente, otras con absoluto protagonismo en la imagen, como reflejan carteles, pintadas y escenas cotidianas.

A Lezama Lima, poeta cubano que hablaba de otras ciudades como si otro errante fuera, le retrató en una taberna, en una de las icónicas imágenes que contiene la muestra. "En bastantes casos, la mejor foto de cualquiera de estos personajes la hizo en su momento Jesse", dijo Bonet. Aquí, confiesa Castillo, se evitan la mayoría de "imágenes canónicas" que marcan su trayectoria más visible en beneficio de la novedad. Un lujo para Huelva hasta el 2 de diciembre.

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