El problema es que ahora, a diferencia de las conversaciones de bar, la difusión es inmediata y masiva.

Con los Acuerdos de Madrid de 1975, abdicamos de nuestras obligaciones hacia el Sahara como potencia colonial.

La polarización deja huérfanos a quienes detestamos los bloques de enemigos políticos y anhelamos la pacífica convivencia.

Un líder inspira, comunica y convence. Si ordena lo hace razonando y persuadiendo. No hay capricho, sino necesidad.

Lo que no esperábamos es que tantos no superen viejos clichés y no defiendan la Democracia y la Libertad.

En Madrid siempre han sido muy aficionados a los dos de mayo y a pensar que el resto de España es campo y playa.

Lo malo del nacionalismo es que atrofia las entendederas y no te deja ver más allá de tus narices.

Isabel II, que sufrió muy joven la muerte de su padre, es un ejemplo de entrega al deber constitucional.

En un democracia liberal todas las ideas, hasta las más repugnantes, tienen derecho a ser defendidas.

Escribió José Martí que "si hay algo que ennoblece a la juventud es el miramiento y el respeto a los ancianos".