Jorge Camacho reconoce que se ha incorporado de una manera plena en Almonte. "Me siento bien aquí". Es un almonteño de manera muy natural, calza sus botos camperos en nuestro encuentro, su tez también nos delata una cercanía con este clima, tiene amigos aquí, la gente lo ve en las cosas importantes de Almonte, El Rocío, la saca de las yeguas...

La visión de la romería del Rocío de este pintor surrealista no le deja indiferente. "Lo he vivido de una manera extraordinaria, incluso en dos ocasiones me he metido debajo de la Virgen, aun no siendo creyente". Piensa que "por encima de las creencias el problema del Rocío es algo particular, casi toca el estudio etnológico, de estudio antropológico, que va más allá. Hay que haber estado una noche en el asalto, para sacar la Virgen y darse cuenta que ahí hay algo que sucede, que es particular. No tiene nada que ver con Lourdes, o con la trayectoria más académica de la Iglesia. Esa autonomía que tiene el pueblo almonteño con la Virgen y que espero que la aguante, que guarde siempre, tiene a la Iglesia lo más apartada posible".

Asegura que no cree en el más allá. "Soy realmente una persona que no creo en nada, no soy creyente, soy ateo, pero a mí lo que me conmueve es el movimiento humano como una especie de impulso. He estado en Cuba, en rituales afrocubanos, en los que aún lo que se estaba diciendo era todavía en yoruba, porque mantiene en su lengua africana. Estaba conmovido, la gente entraba en trance, se tocaban los tambores y no es que yo creyera en lo que ellos estaban creyendo, lo que estaba era impactado por el impulso". Es de los que opina que "no hay que confundir lo religioso con lo sagrado, las cosas sagradas tienen otra dimensión que lo religioso, creo que en todos los pueblos primitivos están muy arraigada a esas creencias que uno no participa pero sí está conmovido por su arte, sus ritos, sus músicas".