De libros

Para amar la poesía, ‘Los no amados’

Juan Cobos Wilkins, sentado en un banco del Muelle de la Rio Tinto Company, en Huelva.

Juan Cobos Wilkins, sentado en un banco del Muelle de la Rio Tinto Company, en Huelva. / Canterla

Con Matar poetas Juan Cobos Wilkins cerraba en 2019 una trilogía mayor –por esencial, por singular– de la última poesía española. Publicada por la Fundación Lara en su colección Vandalia, se abría con Biografía impura (2009) y seguía con El mundo se derrumba y tú escribes poemas (2016). Una década de creación que llegaba tras un amplio periodo de escritura en prosa, destacando títulos como Cuando tuvimos alas (2003), El mar invisible (2007) o El corazón de la tierra (2001), convertido pronto en un best-seller, y todavía hoy un libro de referencia sobre una época y un lugar, que serían llevados al cine por Antonio Cuadri con notable éxito también de crítica y público.

Aunque esta faceta le ofrecería una amplia proyección en el panorama literario, lo cierto es que su obra anterior y su dedicación al periodismo cultural o a la dirección de instituciones –puso en marcha la Fundación Juan Ramón Jiménez– le llevaron a tempranos proyectos editoriales de la calidad de Pliegos de Mineral, en los primeros ochenta, la misma colección JRJ de poesía o la revista de arte y literatura Con Dados de Niebla, toda una referencia hasta su último número en 2002.

Pero volviendo al citado ciclo poético, su particular sentido del ritmo y la imagen, acompasando un mundo tan propio –e inconfundible desde su primer Jardín mojado– como dispuesto a ser compartido por un lector que lo reconocerá y abrazará desde el primer verso, el autor nos ofrecía tres libros tan densos, y exigentes en su trasunto de vida y experiencias, que se podía pensar –por descansar esa palabra que de tanto encenderse tanto se agota– en un cierre casi definitivo.

Sin embargo, esa llama, cuatro años después vuelve a prender, y de qué manera, en esta preciosa –tan del autor la exquisita portada de Faustino Rodríguez edición de la reconocida, y reconocible, Editorial Bartleby. Y como suele sorprendernos el poeta con paradojas y juegos de espejos, como aquel de los príncipes rebeldes (1989), este libro de “los no amados” bien pudiera ser un libro de buen amor, o un buen libro de amor, sobre todo la colección central de “Los amantes...”. Como esos tratados medievales y renacentistas que lo abordaban, ya desde el laberinto o el diálogo, ya desde la cárcel o el cielo, en sus más amplios registros. Son 32 poemas que aparecen, casi como libro autónomo, entre dos poemas soberbios, que abren y cierran la obra.

Este libro bien pudiera ser un libro de buen amor, o un buen libro de amor

En este particular “arte de amar” (“y no”) Cobos Wilkins se sirve, desde la madurez vital y la sabiduría lírica, de imágenes y relatos tan audaces muchas veces que terminará con una sencilla y particular ecuación, “2-2=1 / 1+1=0”, con la que da título a esta guía de pecadores o camino de imperfección, donde los amantes serán “perfectos” o “malditos”, “clásicos” o “mágicos”, “reciclables” o “ágrafos”, “místicos” o “peligrosos”, hasta culminar un repertorio –a veces tierno, a veces cruel, siempre inteligente– de evocaciones literarias, suyas y de otros admirados (ahí San Juan, Lorca, Goethe, Salinas, Quevedo), con un sentido preciso del poema como espacio de reflexión y emoción para el lector. Donde además la ironía sirve para desdoblar esa bastilla que tantas veces cosemos a los amores para que se encojan y adapten a nuestra medida, casi siempre equivocada. Nada más lejos de este medido repertorio que un amor cortés o loco al uso; muy al contrario, aquí los amantes, o no, nos sorprenden desde los ángulos más diversos, y tan cotidianos, del amor. De ahí la sonrisa cómplice con la que el lector los irá reconociendo.

Ya en esa sección central del libro abundan la profundidad y los hallazgos que caracterizan la poesía de Cobos Wilkins. Así, mientras en “los amantes surrealistas” (págs.38 y 39), con ecos precisos de su anterior libro, recorre París (de la mano de Buñuel y Dalí, sospechamos) surge un verso, “cómo cabe tanta muerte en una rosa”, que volverá a cobrar mayor sentido en el poema de cierre. También, y entre la incorporación de vocablos tan vivos de la hora (el whatsapp, la impresora 3D, la pantalla del 4Ecg Screen, el rap o el metaverso), cala a lo largo de todo el libro un lenguaje cincelado, y puntuado, a conciencia, dando a cada verso el espacio que exige, y merece; como si el poema tuviera también que dibujarse, y mecerse.

Portada de 'Los no amados', de Juan Cobos Wilkins. Portada de 'Los no amados', de Juan Cobos Wilkins.

Portada de 'Los no amados', de Juan Cobos Wilkins. / Bartleby Editores.

Y será en la apertura, esa suerte de sinfonía múltiple en 18 fragmentos, donde ya encontremos la mirada “abisal” con la que el autor suele elevar hacia la superficie de la página su poesía. Con ritmo tan propio que se quiebra en fogonazo (“Alguien llega a tu vida / y tú no estás”, pág. 9) al principio o se extiende en relato ya avanzado el libro (“Haz memoria”, pág. 25), cambiando así de movimiento y ofreciéndonos una clave decisiva de ese amor que “si logras descifrarlo es que no fue”. O que “no es”, “si logras cifrarlo y descifrarlo” (pág. 81), como nos dice en “In memorian”: el poema de tirada larga con el que acaba el libro y recoge, a modo de estación término, los dos raíles, vida y escritura, por donde ha transcurrido el pulso constante de una poesía que persigue, además, el reverso, el otro lado de la relación amorosa.

Por eso, quizás, el “no”. Y “no el vacío, sino –como apunta Manuel Rico en la contraportada– una compleja urdimbre en la que el dolor y el placer, la memoria y el olvido, la luz y la oscuridad, conviven extrañamente con la lucidez y la ensoñación, una realidad a la que sólo el poema puede dar sentido y forma mediante la palabra”. Palabra que ha fluido como un río durante todo el libro, con “toda el agua / que puede, por amor, desahogar tu sombra ahogada”, y que parece concebida para amar la Poesía.

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