Copa del Rey · formentera-sevilla FC · la crónica

Pachanga en la playa (1-5)

  • El Sevilla, que ya ganaba al minuto de juego, golea por inercia a un Formentera a años luz de nivel.

  • Correa hizo un 'hat-trick' y provocó dos penaltis marcados por Ben Yedder.

El Sevilla hizo lo que tenía que hacer, llegar en el ferry a la bellísima Formentera, repartir una noche de ilusión entre los lugareños como si de los Reyes Magos se tratasen y dejar resuelta la eliminatoria de Copa del Rey sin llegar a humillar a ese puñado de chavales deseosos de que llegue el 21 de diciembre para hacerse fotos antes de hollar el terreno de juego de Nervión. Correa hizo tres goles, provocó los dos penaltis transformados por Ben Yedder y para que el Formentera guarde aún mejor recuerdo de la ilustre visita, hasta celebraron un tanto junto a su entregado y orgulloso público.

Al final, un 1-5 que ni siquiera refleja la abismal diferencia de nivel técnico y físico que media entre un equipo de Tercera que pasó sus tres eliminatorias precedentes en la tanda de penaltis, ante tres rivales de Segunda División B, y el actual tercer clasificado de la Liga, campeón de la Liga Europa y subcampeón del torneo que cruzó sus destinos.

El Formentera, cuyo nombre jamás se había impreso en un boleto de la quiniela hasta plantarse en estos dieciseisavos de final de la Copa, tardó sólo 14 segundos en despertar de ese sueño en el que se sumergió desde el sorteo. El balón echó a rodar sobre el césped artificial, la pelota le cayó a Correa, que penetró en el área desde el costado izquierdo y caracoleó. En un partido ordinario, el defensor no hubiera metido la pierna tan a destiempo. Pero éste no era un partido ordinario. Ben Yedder marcó el penalti al minuto justo de juego.

Ben Yedder remata solo ante el portero. Ben Yedder remata solo ante el portero.

Ben Yedder remata solo ante el portero. / EFE

No hubo margen ni para los típicos minutos inciertos, incluso incómodos, que el equipo netamente superior debe atravesar hasta ese primer gol que sofoca al modesto. El Formentera se sintió a años luz desde que todo empezó. Y el Sevilla, al otro lado de la cancha, se limitó a combinar y a que un partido tan poco ordinario fuera desembocando por pura inercia en un resultado también poco ordinario.

Porque en un partido ordinario, es bastante más complicado que Ben Yedder le gane al central un balón colgado por Sirigu y lo prolongue de cabeza a Correa. O que éste convierta en gol su lanzamiento desde el borde del área que supuso el 0-2, ni mucho menos imparable. O que Ben Yedder controle un balón con el pecho en el borde del área, se gire y le dé tiempo de enviar un tuit, si Martínez Munuera se lo hubiera permitido, antes de rematar demasiado cruzado.

Quien mejor aprovechó las facilidades defensivas del equipo pitiuso fue Correa, que partió desde el ala siniestra para pisar el área cuando y cuanto quiso. Era una ocasión inmejorable para reivindicarse y lo hizo con la colaboración más cercana del centrocampista que le puso más interés al... ¿pleito? Fue Iborra, un profesional que no sabe jugar sin la mínima intensidad exigible. Su implicación contrastó con la de Kiyotake o Ganso como contrastan tres curas en la nieve.

Iborra controla una pelota. Iborra controla una pelota.

Iborra controla una pelota. / EFE

Una de las combinaciones de Iborra con Correa desembocó en el 1-3 al filo de la media hora. El argentino marcó a puerta vacía y acalló al graderío, que llevaba tres minutos festejando un gol como el sevillismo festejó el 0-2 de Maresca en Eindhoven. A la parroquia le supo a triunfo. Gabri se anticipó en el área a Diego González, chutó y la pelota se envenenó tras rozar en el defensa chiclanero. Nada pudo hacer Sirigu, para el que no hay partido sin incidencias ni malas noticias, de momento, como sevillista. Ni en éste, con todos los aditamentos para ello.

Antes del descanso, Correa también controló la pelota en el borde del área con tiempo para escribir un tuit antes de lanzar. Tampoco tenía el móvil a mano y quienes tuitearon con insistencia fueron los aficionados, que aprobaron el partido del ex de la Sampdoria. Fue quien mejor aprovechó la ocasión para reivindicarse ante los ojos de Sampaoli y abrochó su actuación al provocar otro penalti que volvió a transformar Ben Yedder (1-5, 74’).

Cómo sería el partido que el entrenador de Casilda abandonó su habitual sobreexcitación en el área técnica y lo siguió con la misma actitud impasible, de filósofo zen, que adopta en las salas de prensa.

El único foco de preocupación que se trajo Sampaoli en el ferry de vuelta fue la lesión de Carriço, otra más del recio jugador portugués. Fue al final de una segunda parte en la que a muchos sevillistas les faltó salir en bañador y con la toalla al hombro. El Formentera, en cambio, apretó los dientes y evitó otro aluvión de goles. Deseando están sus jugadores de que llegue el 21 de diciembre para hollar Nervión.

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