Semana Santa

El poder de María en su Semana Santa

  • La imaginería mariana tiene una amplia presencia en los cortejos que procesionan en Cortegana

Nuestra Señora del Valle de Cortegana.

Nuestra Señora del Valle de Cortegana.

Cortegana es tierra mariana. Y por tanto, acoge en sus senos, no podía ser de otra manera, el poder de María. La luz intensa de la más bella mujer, que multiplica su presencia llegada la Semana de Pasión. En imágenes establecidas por historia, por belleza, por fe, por amor o por penitencia. Cualquiera de esas cinco columnas de manera milagrosa, como Jesús convirtió el agua en vino, se trasforman en flores que adornan su luz en esos pasos, que costaleros convertidos en su guardia pasean por las calles de este pueblo en plena Semana Santa. La luz de María, en su iconografía de pasión, tiene previamente una parada en la Patrona de Cortegana, Nuestra Señora de la Piedad, para cubrir de gloria (nunca mejor dicho) las imágenes marianas que acompañan la Semana Santa corteganesa. Y la Madre de Jesús, marcada por el dolor de su corazón, inicia su poder en la tarde del Viernes de Dolores.

Un rayo de sol primaveral, sólo un rayo, es más que suficiente para iluminar el corazón que lleva en el centro de su pecho con siete puñales, los que fueron clavados desde el mismo instante en que Judas Iscariote besó la mejilla de su hijo amado. Ella, anticipadamente, le acompaña en el rezo de una noche en Getsemaní. Para poder decirle, dolorosa como tú, Señora, camina la mujer corteganesa, un ángel a ti te contempla, buscando la huella del amor mariano. Dolorosa, la que dialoga con el hijo amado, durante todo el año, en el silencio nocturno del templo parroquial. Y ese dolor, que el Domingo de Resurrección se convertirá en alegría cuando en su interior escucha la voz del hijo para decirnos "¿por qué buscáis entre los muertos a quien ha resucitado?". Y así, nos encontramos con la Esperanza hecha imagen mariana. La esperanza del descanso eterno, cuando en el Camposanto una imagen morena y hermosa abandona su hogar por unos días para establecer en la noche del Miércoles Santo, un ramillete de luz. Un ramillete de color verde, que sobre su paso y a sones de Esperanza Macarena deja bajo su palio un caminar sereno, firme y hermoso. María, su nombre parece repetirse con más frecuencia estos días, sigue inundando (como un río de pasión cristiana absolutamente desbordado) esta mujer hecha pueblo, llamada Cortegana. Y así, cuando el sonido dejado por una banda nos marca que allá, en el Gólgota corteganés, no sólo encontraremos la muerte, sino también la belleza y la pureza de Nuestra Señora del Valle. Madre querida y protectora, en tu nombre, Valle, hallaremos la paz en el corazón del costalero, que a ti te procesiona en la tarde del Jueves Santo. No creas madre que tu hijo está solo, tú y Cortegana entera le acompaña en sus últimas horas de vida. Nuestra Señora del Valle, la que durante todo un año habita en la Ermita del Calvario, para ver desde la distancia la vida cotidiana de la Cortegana cristiana. Tú, Valle, que llevas los ojos llorosos. La que camina triste, bajo un inmenso palio. La que espera una palabra de amor y dulzura. La que lleva un pañuelo en la mano para secar sus lágrimas. Tú, Señora del Valle, la que escucha las palabras de tu hijo para decir aquello de "no lloréis por mi..". Tú eres la reina de una noche santa, en esta Cortegana que te acoge y te ama. Y cuando nos damos cuenta la madrugada se ha marchado, y de pronto, un sol radiante da luz natural y calor climatológico a Cortegana. Una luz natural que de alguna manera alegra los corazones en una jornada de luto universal. Entonces es cuando alcanza protagonismo Nuestra Señora del Rosario. Ella contempla llorando, como la cruz que el hijo amado llevó sobre sus hombros, ahora es el primer lugar donde yace su cuerpo sin vida, tras la última espiración, sabedora de que también Dimas (el buen ladrón) le acompañará en el último viaje. Y así, recibir en su estación penitencial la voz de consuelo de Juan, el fiel Apóstol. Y es entonces, cuando esta imagen mariana llamada Rosario, recibe piropos de un pregonero. O el canto de una saeta profunda en la noche del Viernes Santo. Eterna huella de María la que sintió como nunca, el dolor más profundo que una mujer puede jamás vivir, como es ver morir a su único hijo. Y si, con ese dolor, abrimos la ventana a esta particular procesión mariana, para encontrarnos frente a frente en nuestro camino penitencial a Nuestra Señora de la Soledad. La que camina, dejando que contemplemos su pálida figura llena de luz divina. Soledad, para esperar la resurrección final. Soledad, para bautizar con su nombre a muchas mujeres de Cortegana. Soledad, para mirar tus ojos de frente y sentir, a través de los mismos la eterna fuerza y la vez la belleza de los que amamos a la Madre de Dios. Así es el poder mariano en Cortegana. Esperanza, Soledad, Valle, Rosario, Dolores y por supuesto, Piedad. Iconografía de la Madre de Dios que envuelve a este pueblo. Para gritar en la noche del Domingo de Resurrección aquello de "A la Gloria, corteganeses, a la gloria, porque María esta presente en este lugar serrano llamado Cortegana".

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