Las cuatro de la Madrugada sonaron en el reloj de la Concepción, parecía que iba a ser igual pero se las fueron llevando el viento y el Señor de Huelva se quedó este año en su iglesia de la Concepción.

Se esperaba que fuera una Madrugada distinta, pero igual que siempre. El Nazareno sólo en la noche, el Señor convocando a Huelva como lo ha hecho durante cerca de cinco siglos. Una estampa que se presumía igual que a las anteriores a 1983 ya que las hermandades de Perdón y Misericordia han dejado la Madrugada para buscar la luz de la tarde.

Pero no pudo ser este año. El Nazareno se quedó en el templo, a la vera misma de su Madre, María Santísima de la Amargura, que cuenta siempre con el consuelo de la compaña de San Juan. Pero de cualquier manera la noche fue morada, tan intensa como devoción le tiene Huelva a Jesús Nazareno. Hubo desconsuelo, pero ganas de seguir estando junto a El durante otro año más hasta que despierte en Huelva de nuevo, renovada, la Madrugada Eterna porque sin estar permanece y aunque el Señor este Viernes Santo no recorrió las calles de la ciudad estas lo sintió y recorrió en la memoria de todos esos lugares de siempre, rezos meditados ante el Santísimo en la iglesia de las Hermanas de la Cruz y sintió la brisa de la mañana por Doce de Octubre para adentrarse por la calle Marina en esa chicotá que lleva a Huelva hasta el cielo.

No paró el reguero de devoción, de personas que accedieron al templo para darle gracias y ver los pasos montados en la iglesia. Sin duda, recogiendo los frutos del trabajo disfrutando en la hermosa belleza de lo hecho. Queda todo un año para estar con El, para visitarle como hace Huelva todas las mañanas del año y todas las tarde, porque su mirada consuela y su presencia conmueve. El estará hay en su capilla de la Concepción, nada más que baje de su paso tras la Pascua y tendrá ese otro trono desde donde mira todos los día la puerta de Méndez Núñez, por donde se encuentra con Huelva.