Semana Santa

Huelva se entrega a sus saeteros

  • ante un titular. Advocaciones como el Nazareno, la Victoria, la Esperanza, el Señor de la Sangre o el Cristo del Perdón son objeto estos días una de las más bellas formas de rezar

Dicen que la saeta goza de buena salud y que mucha gente joven se atreve con ella. No se entiende una procesión sin saetas, al menos en Huelva, y nuestros cantaores más famosos así como otros de carácter anónimo o espontáneo. El Nazareno, la Esperanza, la Victoria y el Señor de la Sangre o del Perdón son algunas de las imágenes a las que son dirigidas estas oraciones.

Todos los cantaores consultados coinciden en la importancia del sentimiento religioso o profundamente humano que debe haber en la interpretación y la dificultad técnica que entraña.

Para Eduardo Hernández Garrocho es "más difícil cantar en la calle que en un templo", aunque en cualquier caso lo complicado es no "tener nada que te marque la tonalidad". La calle subraya es complicada, "incluso el relente de la noche puede jugarte malas pasadas". Ya desde un punto de vista artístico, considera que "la saeta está poco reconocida" y comenta que hay "diferentes tipos de setas: narrativas, plegarias, laudatorias", si bien "las letras cambian continuamente". Hernández Garrocho está convencido de que "tiene que haber devoción y respeto en la interpretación. Eso es algo fundamental".

A Regina, la saeta es el palo de flamenco que más le gusta. Para ella, "es una forma de expresar lo que el pueblo andaluz siente en el rezo" y sea en una calle o en un templo, "lo importante es cantar lo mejor posible ese rezo". La cantaora también coincide con Hernández Garrocho en el hecho de que el sentimiento, la convicción o la creencia deben estar detrás de la interpretación: "De otro modo sería algo muy frío, ya que la saeta es un rezo cantado" y para ella, tener delante un paso es algo de gran motivación. Curiosamente, la primera vez que cantó una saeta no fue en Huelva y ni siquiera en España; "fue en Colombia y el resultado fue apoteósico por la respuesta de la gente. El teatro en el que actuaba respondió de manera maravillosa".

A Emilio Millán le hemos visto recientemente en la 18ª edición de la Exaltación a la Saeta de Huelva Información. Coincide con Regina cuando afirma que "es lo que más me gusta del flamenco". Emilio empezó de muy chico en el apasionante mundo de la saeta. "Soy saetero de la Semana Santa de Huelva desde que tenía 8 años", señala y ratifica su compromiso con este cante: "Consigo hacerlo con el alma".

Emilio Millán invoca un principio ya esgrimido también por Hernández Garrocho y que hace referencia al sentido popular de las letras de las saetas. Sus primeras 'oraciones' fueron al Señor del Amor y a la Virgen de la Esperanza que junto al Nazareno y la Buena Muerte, son para mí imágenes muy queridas". Sin embargo, el cantaor tiene claro que "todas las imágenes de Cristo y la Virgen son solo advocaciones de un mismo Cristo y una misma Virgen a los que hay que dirigir el rezo y la fe". Emilio concluye que en su caso particular, "si no tuviera fe no podría cantar saetas. Yo creo porque lo he visto hecho realidad en mi vida y tengo la convicción que si tiene fe siempre sales adelante".

Para la cantaora Argentina, la saeta es también "algo bastante especial". Coincide con los demás, en las dificultades técnicas que entraña por ir sin acompañamiento de guitarra. Para ella tener la imagen delante es algo que le da a la saeta un matiz muy profundo ya que de este modo, el cante "se convierte en un diálogo muy especial entre él o ella y yo". Argentina recuerda que su primer saeta fue para Los Dolores y siempre que puede es fiel con el Prendimiento y el Nazareno. Considera tal y como ha referido con anterioridad, que sin fe "la saeta resultaría algo muy frío. Aunque a veces hay gente que lo hace por trabajo, casi todos los saeteros la sentimos".

Arcángel enfatiza en el "riesgo que entraña la saeta, pues ha de cantarse con mucho riesgo ya que no tiene tonalidad previa". A ello, el cantaor explica que hay que tener en cuenta que "debe ser un rezo y un desgarro, lo que conlleva un matiz de tragedia y dramatismo". La primera saeta de Arcángel fue en 1997 y su destinatario fue el Señor de Pasión.

La calle es desde luego, un sitio poco corriente para un cantaor. Es por lo que Arcángel indica que su dificultad estriba en que "en la calle la voz no resuena y no se controla el espacio". En todo caso, prefiere cantar a pie de calle que en un balcón y aunque hay un "fondo de catálogo que es la tradición más pura de la saeta y del que se aprende", él prefiere hacer sus propias letras "pues uno tiene que cantar lo que tiene a su alrededor".

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