Cultura

Y lo llaman genio

  • La revista 'Litoral' dedica su nuevo número a la locura, un trasunto de la creación literaria y artística que ha fascinado a los más diversos autores

Afirmó Séneca que ningún gran genio se dio jamás sin una pizca de locura. Desde entonces, místicos, visionarios, poetas, músicos, artistas y acólitos de la cofradía extravagante han tendido puentes entre el arrobamiento de la creación estética y la demencia diagnosticada, al cabo porque ambos disturbios funcionan como mutuos espejos hasta terminar siendo lo mismo. Seguramente por esto la pérdida de la razón ha fascinado a escritores, pintores, compositores y demás practicantes de oficios tan poco provechosos, fascinados por cuanto de libre, extremo, radical, frágil y díscolo hay en el loco, pero más aún por la imposibilidad de definir sus límites respecto al cuerdo. Por tales motivos y muchos más, el nuevo número de la revista Litoral, que justo estos días empieza a llegar a las tiendas y librerías y que han gestado una vez más Lorenzo Saval y su equipo con la complicidad del Centro Cultural de la Generación del 27, se antoja especialmente apetitoso: bajo el epígrafe La locura, la publicación revisa por sus casi trescientas páginas una buena muestra de cuanto la demencia ha inspirado en el arte y la literatura. Esa bendita alienación que comparten el endemoniado evangélico que vio a sus diablos invadiendo una piara de cerdos, el Marqués de Sade, Artaud, Paganini, Leopoldo María Panero y el Nietzsche arrojado al cuello del caballo en Turín es, al cabo, la misma que convirtió en genios a Shakespeare y Cervantes.

Esta nueva entrega de Litoral ha quedado al cuidado de la psicoanalista y escritora María Navarro, que en su artículo introductorio escribe: "Los lectores sabrán apreciar la aventura de esta edición, la extraña relación, casi amorosa, tanto con aquellos que pensaron la locura, y nos abrieron la puerta a otra escucha, como con los escritores, músicos y pintores que nos cedieron el agujero de su palabra y embarcaron con nosotros". Lorenzo Saval señala en su editorial: "Hemos convivido siempre con la locura, estamos rodeados de locos, hemos leído todo tipo de textos demenciales, nos hemos quedado extasiados con cuadros y fotografías donde se dibujan los perfiles del extravío o con sucesos reales donde la sinrazón flota en los más terribles oleajes". Para emprender este proceloso viaje, Litoral ha forjado una nómina de colaboradores de altura: el psicoanalista José María Álvarez aborda la relación entre creación y locura; Andrés Trapiello analiza la condición lunática de Don Quijote; Rosario Crego se asoma a los abismos de El Bosco, mientras que Jorge Alemán hace lo propio con Leopoldo María Panero; Antonio Gamoneda indaga las huellas de la locura en la palabra poética; Manuel Montalbán propone una controvertida lectura de Hölderlin; Amalia Rodríguez Monroy establece una peculiar armonía entre Foucault y Dickinson; Chantal Maillard indaga en la locura propia del ejercicio del pensamiento; y Antonio Jiménez Millán escruta los rasgos de la enajenación en las principales figuras de las vanguardias del siglo pasado. El bloque Pensando la locura se introduce en la materia desde lo que sobre ella han vertido filósofos como Hipócrates, Platón, Aristóteles, Foucault, Lacan y Erasmo de Rotterdam, mientras que las artes plásticas tienen su espacio propio de la mano de Eduardo Galeano (sobre Van Gogh), Egon Schiele, Victoria Querosa y Shula Eldar, entre otros. Como acostumbra, Litoral incluye en sus páginas numerosas reproducciones de obras correspondientes a toda la historia del arte que contribuyen a hacer de esta edición, una vez más, un preciado objeto de coleccionismo.

El psiquiatra malagueño Miguel Prados ejerció una notable influencia en los poetas del 27

Sin embargo, como corresponde a la naturaleza propia de la revista, esta mirada a la locura presta una principal atención a la poesía a través de la antología armada por Antonio Lafarque en la que se funden verso y prosa. Chéjov, Gómez de la Serna, Artaud, Kafka, Rober Walser, Rimbaud, Shakespeare, Edgar Allan Poe, Lewis Carroll, Paul Verlaine, Allen Ginsberg, Bukowski, Ezra Pound, Dámaso Alonso, Pessoa, Joyce, Max Aub, Gonzalo Rojas, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, José Agustín Goytisolo, Maiakovski, Javier Egea, Carlos Edmundo de Ory, Albert Camus, Georges Bataille, Gloria Fuertes, Cesare Pavese, J. D. Salinger, Jaime Sabines, Celan, Unamuno, Caballero Bonald, Mario Benedetti y William Burroughs entre muchos otros escriben sobre la soledad de los manicomios, el extravío de la razón, la condición del suicida, las tormentas desatadas por la pasión amorosa y la asunción de los objetos como depositarios de la locura. Más allá de la poesía, también la paranoia y el disparate se apoderan de otras disciplinas para su manifestación: Jacobo Gómez escribe así sobre el poder maléfico de la música clásica (recuérdese el Diabulus in musica que los viejos cantores gregorianos identificaron en el intervalo de cuarta aumentada), Juan de Dios García propone un Rock del manicomio (mucho más allá de Syd Barrett) y Juan Maldonado revela cauces insensatos en los clásicos del cine y el cómic.

Para terminar, el periodista Cristóbal González Montilla recuerda en un artículo al psiquiatra malagueño Miguel Prados (1894 - 1969), pionero español del psicoanálisis que desde su exilio en Canadá ejerció una influencia notable en los poetas y artistas de la Generación del 27: fue Prados quien abrió la puerta a un surrealismo que, aún, nos cautiva.

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