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Toros Colombinas: Tirado y Luna se van a hombros tras la novillada que abre la feria

Toros Colombinas: Tirado y Luna se van a hombros tras la novillada que abre la feria

Toros Colombinas: Tirado y Luna se van a hombros tras la novillada que abre la feria / Josue Correa (Huelva)

Tirado se llevó todo. La tarde, el capote de paseo y un novillo de vuelta al ruedo. También dejó algo: la faena mas consistente de todo el festejo. Todo precioso y preciso para que la plaza se recompusiera de todo lo anterior. Para que el ambiente embarcara oles y palmas y olvidara la impericia de un novillero para afrontar la suerte suprema.Tiene el ayamontino ese poso de tranquilidad espiritual que hace sosegado su toreo. Que lo hace intenso por lo despacioso que surge el muletazo. También en el capote meciendo el percal con mimo.Por ambas manos expresó el ayamontino como piensa el toreo. También como engarza todos, y digo todos, los tiempos de una faena. Perfecta, si no hacemos caso a ese impulso de solidaridad para provocar el indulto.Perfección, impropia de alguien tan joven, para esparcir ilusión ante un novillo que dejó nobleza y bravura. Mucha.Seis novillos de tres encastes diferentes dan para mucho y variado. Dan para el bueno y para el malo. En esas mieles se funden los aplausos al primero de Prieto de La Cal y la pitada al segundo. De la bonanza del juego del primero de Acosta y el comportamiento del cuarto.A Macandro le salió el bueno y el extraordinario.Y sí, es verdad que el sorteo también juega para los novillos. Más, en este tipo de tardes donde la pericia a veces se esconde demasiado para afrontar una situación donde el toro exige. Y el cuarto, con todas las dificultades que pudiera tener no tuvo quien lo corrigiera.Me voy a ir de pasada sobre ese acto, pero solamente tres apuntes. El presidente acertó esperando, el novillo no tenia clase pero sí posibilidades y la faena no tuvo quietud ni confianza donde ponerle el trapo y traer más dominada una embestida bruta como la de ese cuarto. En ambas orillas del festejo andan dos nombres triunfadores. El nombrado Carlos Tirado y Guillermo Luna. No es casualidad porque ambos llevan mostrando cosas muy buenas en ese caminar por la profesión. Además, lo mostraron.Entre esas dos realidades de triunfo andan muchas cosas de una tarde interesante. En el fondo de las pocas posibilidades con las que arrancar un guiño cariñoso a la tarde, esa hiel con la que Enrique Toro se llevó el bombón del encierro. Otra vez un novillo sin posibilidades; otra vez un eral que no permite confiar la suerte a tu muleta; que todo dependa de lo que la providencia decida en ese viaje incierto que tuvo el de Prieto de La Cal por donde iba a tirar el de La Ruiza. Por el derecho, ni uno. Por el izquierdo, algo. Lo que Toro no quiso dejar de probar a cambio de llevarse la voltereta.En el epilogo, Quique arrastrando la pierna y el jabonero pitado en el arrastre. Estampa coherente con la realidad.Más dulce fue la suerte que le dejó a El Cumbreño el juego de otro prieto de la cal distraído de la lidia pero que que terminó metiendo bien la cara en los engaños. Sin malicia y sin rencor. Soso. Faena con ciertos altibajos pero con el mérito de afrontar ese son de querer echar para delante a un novillo que tuvo nobleza pero al que le faltó temperamento. Buena sensación deja Cumbreño y buenas también Cristian Gonzalez a quien se le vio solvente; con oficio; fácil.A veces también demasiado relajado al hilo del pitón. Lo que nadie puede negarle a Cristian es eso, ese oficio que permitió lucir a un novillo que no remataba el viaje y tampoco a la faena alcanzar los grados suficientes para hervir lo necesario. Le exigieron la izquierda; con razón. Aceptó el envite el torero y le salieron esos cuatro muletazos con belleza y enjundia. A veces hay que atender al tendido cuando habla razonablemente. Sin berrear. Sin espada no hay paraíso y ahí se cerró la posibilidad de oreja.Antes de que Carlos Tirado recogiera el capote de paseo con el que los picadores de Huelva premian al triunfador del festejo, Guillermo Luna demostró como se asientan los pies en la arena y se deja llegar la bonanza con la que el otro macandro dejaba estar frente a él.Costó centrarlo, pero si en algo está el valor de esa faena de Luna al que cerró plaza es en la fe que tuvo el torero para ir construyendo como una hormiguita esa faena de menos a mas que cobró sentido desde la primera chicuelina ajustada y garbosa hasta esas dos últimas series con las que el de Trigueros vendió cara su particular tarde.Variado y valiente de capote. Capaz en la muleta, no es casualidad que ayer se fuera a hombros junto a quien está llamado a ser su pareja de baile en muchos carteles. Y si no, al tiempo.

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