Cultura

Siniestra fatalidad

Multicines La Dehesa Islantilla, CineBox Aqualon Puerto Huelva, Cine Vip Lepe, y Al Andalus Punta Umbría.- T.O.: 'Final destination 5'.- Producción: Estados Unidos, 2011.- Duración: 92 minutos.- Dirección: Steven Quale.- Guión: Eric Heisserer y Gary Dauberman basado en los personajes creados Jeffrey Reddick.- Fotografía: Briaqn Pearson.- Música: Brian Tyler.- Montaje: Eric Sears.- Intérpretes: Nicholas D´Agosto, Emma Bell, Jacqueline Macinnes-Wood, Tony Todd, David Koechner, Ellen Wroe, Miles Fisher, Arlen Escarpeta.

Hay secuelas que parecen interminables. Más de una ha superado la decena. Ésta va por ese camino. Desde el primer Destino final (2000), de James Wong, en el que se nos planteaba una historia que tenía tanto de fantasía como de terror, aires rotundos de thriller y, por supuesto, mucho de esos relatos de tragedias adolescentes que tanto han abundado en el cine norteamericano en los últimos tiempos, hasta esta continuación de la franquicia en la que unas personas tratan de librarse de la muerte, seguimos en esa especie de siniestra fatalidad de final anunciado o predestinado de cuyo cerco no se salvan sus protagonistas.

En esta ocasión es Sam quien salva a su novia y a sus amigos de morir en el derrumbamiento de un puente colgante tras tener una visión de que el siniestro era inevitable. Desde ese momento todos ellos se verán perseguidos por la amenaza implacable de la muerte. Si en las entregas anteriores la muerte de los protagonistas era inevitable, provocando en el espectador la angustia sobre cómo y cuando podía ocurrir la tragedia, aquí el grupo, lanzado frenéticamente a la búsqueda de un modo de escapar a su siniestro destino, puede depararnos una inesperada sorpresa.

Steven Quale, que debuta en el largometraje después de haber ejercido, entre otros trabajos, como director de las segundas unidades de Titanic (1998) y Avatar (2009), ambas a las órdenes de James Cameron, prueba en el 3D las nuevas posibilidades del asunto tras el prescindible trabajo que su colega, David R. Ellis, nos ofrecía en la hasta ahora última entrega. Era fácil superarla aunque no es tan plausible hacerlo con una nueva acumulación de muertes extravagantes, un humor poco convincente, intérpretes poco afortunados y una propensión al abuso de las tres dimensiones.

Como en otros casos aquel argumento inicial, interesante por su originalidad, a medida que ha ido continuando la saga, se ha ido deteriorando a pasos agigantados y si la última entrega, como ya decíamos, dejaba mucho que desear, la que hoy nos ocupa no supone ninguna mejora sino todo lo contrario. Todo esto para espectadores que vean la película en 3D es de un efecto llamativo y contundente, ya que todo está concebido para disfrute de masoquistas, afectos del terror a cualquier precio y miedosos en general. De aquella saga que veíamos por primera vez hace once años y que parecía prometernos curiosas y trágicas premoniciones en torno a la muerte reclamando las víctimas huidas de su implacable determinación, han seguido secuelas cada vez más empobrecidas en sus argumentos. Eso sí, agigantadas por la espectacularidad de los efectos especiales, la artimaña tecnológica, el aparato virtual y los recursos digitales, hacia la inexorable infantilización de los presupuestos mentales del producto.

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