Cultura

Juguetes heroicos

  • La película se ha filmado en marcos naturales tan distintos y tan distantes como Los Ángeles, Texas, París, Praga y los fiordos noruegos.

Multicines La Dehesa Islantilla, CineBox Aqualon Puerto Huelva, Cineápolis Lepe y Al Andalus Ayamonte y Punta Umbría.- Producción: Estados Unidos, 2009.- T.O.: "G.I. Joe: The rise of Cobra".- Duración: 107 minutos.- Dirección: Stephen Sommers.- Guión: Stuart Bettie, David Elliot y Paul Lovett basado en las historietas de David Breger.- Fotografía: Mitchell Amundsen.- Música: Alan Silvestri.- Montaje: Bob Ducsay y Jim May.- Intérpretes: Dennis Quaid, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Christopher Eccleston, Joseph Gordon-Levitt, Byung Hun Lee, Sienna Miler, Rachel Nichols, Jonathan Pryce, Said Taghmaoui.

Todo empezó en 1942 cuando David Breger creó unas historietas para las tropas estadounidenses que combatían en la Segunda Guerra Mundial. Se convirtieron en una línea de muñequitos en 1964 cuando la empresa Hasbro hizo de ellos unos juguetes o soldados, figuras de acción de algo más de treinta centímetros, que todos recordamos como los Geyperman en clara competencia con los Madelman. Con unos y otros han jugado la mayoría de los niños que hoy son padres, cuyos hijos hoy se ríen de estas invenciones mientras se entretienen a cerebro perdido con los alienantes videojuegos. También estos juguetes heroicos tuvieron su versión televisiva en los años 80 y 90.

En una falta absoluta de originalidad y espíritu creativo los guionistas actuales, como los que aquí nos ocupan, recurren a este precedente, inspirándose incluso en series conocidas de animación, además de recurrir a los soldaditos de marras para probar suerte en el cine de palomitas que invade nuestras salas. Pero no se han ahorrado costes ni excesos de producción. La película se ha filmado en marcos naturales tan distintos y tan distantes como Los Ángeles, Texas, París, Praga y los fiordos noruegos. Ciento sesenta escenarios se construyeron para enmarcar esta historia que ocurre en un futuro más o menos inmediato.

En ella se nos cuenta como el equipo de élite de los G.I. Joe utiliza el más sofisticado sistema de la más avanzada tecnología en equipos militares y de espionaje, para enfrentarse al más corrupto traficante, desde el lejano desierto de Egipto hasta las mayores profundidades bajo las capas de hielo del Polo. Es la manera de perseguir y acabar con Destro, líder de la organización Cobra, un megalómano especulador en el mercado internacional de las armas que se dispone a dominar el mundo. Dispone de un mecanismo de poderosa energía a la que se enfrenta la fuerza especial de combate G.I. Joe. Como suele decirse en estos casos: "La suerte está echada". "Alea jacta est", que dijo el otro.

Aventura de acción y ficción en la que el director de La momia (1999) y Van Helsing (2003), Stephen Sommers no ha ido más allá de un vibrante y dinámico entretenimiento para conquistar fácilmente la taquilla y distraer a un público fácil, donde las continuas incidencias y alternativas de un relato crispado en el que no faltan, como en otras películas de este realizador, los rasgos de humor y los lances espectaculares como la destrucción de la torre Eiffel, el duelo entre el ninja negro, Snake Eyes, y el ninja blanco, Storm Shadow, así como la llamativa aportación del actor Adewale Akinnuoye-Agbaje, que da vida al experto en armas Heavy Dutty. Y en fin otras tantas cosas tan singulares como éstas.

La superproducción obedece a los planteamientos de un cine comercial destinado al consumo rápido de los espectadores más complacientes. Una especie de "comida basura" o de objetos de usar y tirar tan frecuentes en la nueva cinematografía norteamericana. Todo ello impulsado por una narrativa vivaz, acelerada y compulsivamente ilustrada con llamativo efectos especiales y con mensajes convenientemente adobados en torno al valor, la fidelidad, la lealtad, los amigos y los valores de la libertad contra la oligarquía y las ambiciones desmesuradas de los tiranos que tratan de perpetuarse en el poder.

Todo ello ha servido para la exhibición de armas y vehículos del futuro y la eterna ciencia-ficción de recursos atrabiliarios en torno a los clásicos enfrentamientos maniqueos entre buenos y malos. Como la vida misma.

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