Cultura

Juan Miguel Silva y la música del ambigú

Comenzó en esto de la música a los siete años y de la única manera posible en aquellos tiempos: dando clases de guitarra flamenca. Gracias a la influencia de sus primos Pepe y Rafael Mojarro, empezó a escuchar a Hendrix, Santana y el maravilloso mundo del blues. Entonces ahorró para comprarse una guitarra eléctrica y, desde los doce, está buscando su camino de forma autodidacta.

Cantar y componer han sido dos consecuencias de esa misma búsqueda; sin embargo, nunca había pensado en ser voz principal en una banda, conformándose con hacerlo en reuniones de amigos. Aunque ha pasado por diferentes formaciones que varían desde el Free Jazz junto a Antonio Rodríguez, hasta copla funk en Suspiros de España, de Paco Flores, son dos los proyectos más importantes en los que ha participado. Malditos Roedores, desde 1994 hasta el año 2000, fue la formación que abrió la puerta a sus ideas a Juan Manuel Prieto Chimby que le enseñó a amar el rock y que la principal arma de un músico es la pasión.

Por otro lado, La Banda del Ambigú fue el resultado natural de una serie de situaciones, ya que son un grupo de personas que coincidían en el pub Ambigú de Trigueros y siempre acababan hablando juntas del mismo tipo de música. Dos generaciones de músicos, donde Alfonso Torres y José María Rodríguez, antiguos componentes de Priva y Driblins, y Juan Aroca, compañero en Los Malditos Roedores empezaron a tocar juntos y tras tener un pequeño repertorio se lanzaron al directo en 2004.

En estos momentos está inmerso en La Banda del Ambigú, refrescando su repertorio con un poco de rock británico y enfangándolo con blues del Delta y de slide. Pretenden recuperar esa inocencia y pasión del rock de los setenta, con simpleza y muy buen rollo. Después de casi diez años tienen un repertorio de cuarenta temas. Por otro lado, tiene un par de proyectos personales en marcha; ha colaborado con Tricoma Sound System en su Cajón Desastre vol. 2, metiendo guitarras y bajos.

Tras la crisis de la industria discográfica, piensa que la música está pasando por un buen momento. La oportunidad de difusión que ofrece internet no tiene precedentes y fomenta la proliferación de intérpretes de muy distinto género y calidad. Pero eso es más democrático. No quiere con esto decir que me alegro de que hoy por hoy sólo los muy grandes vivan de esto, sino que ha forzado a los músicos a centrarse en su papel y olvidar el vender el producto al mejor postor. Siempre ha sido un músico de directo, trabajando y grabando, confesándose adicto a enchufarse en un ampli siempre que puede.

Asegura que tiene la suerte de estar rodeado de grandes artistas de distintas disciplinas y que en toda la provincia de Huelva se dan una serie de condiciones para que exista la inspiración y el arte. Existe una realidad cultural a nivel creativo, pero que no hay una sensación de "realidad" ante nuestro propio arte. La etiqueta Huelva debe tener el mismo peso que cualquier otra. Quizá el problema esté en que se apoyan causas que están muy desgastadas por el paso del tiempo y sólo producen tópicos y estereotipos. Habría que dar una nueva visión de lo que realmente se hace en Huelva.

A nivel mundial, el movimiento está en la recuperación del contacto real con el público, volver a vivir del directo y vender porque te escuchan, y no al revés, como venía pasando. A nivel provincial, no es normal que la escena musical sólo tenga Al Calor de tu Música como propuesta institucional en la que se contrata a formaciones onubenses. Del mismo modo, rompería una lanza a favor de los locales que se arriesgan en estos tiempos a programar música.

Reivindica el desarrollo de iniciativas culturales tanto de instituciones como de iniciativas privadas. Apoyo a los artistas como solución frente a la escasez de ofertas, ya que son quienes saben lo que hace falta y a quién. Evidentemente, habla de subvención de actividades, y ahí tienen que contar con instituciones que arriesguen en rediseñar la marca Huelva, para crear el producto onubense y sepan recibir las iniciativas con el talante de colaborar; es muy común encontrar artistas como técnicos de cultura, a los que sólo se les quiere por sus contactos, pero a los que nunca se les da carta blanca a la hora de actuar.

Gijón, Barcelona o Santiago son ciudades en las que hablar de actuaciones diarias es hablar de pubs; la sana cultura de bar, que genera oferta diaria y da vida a la noche. En estos lugares, la gente va a escuchar música tomándose una copa, y no al revés.

Tiene claro que esto que está viviendo es un regalo: el llevar más de quince años teniendo un par de ensayos semanales, un par de bolos mensuales y conocer a gente nueva de la que seguir aprendiendo. Por ahora sus planes son simplemente, seguir. Jamás, pensó en estar donde está y no ha sido por correr. No pretende tener éxito, ni dinero, ni un montón de guitarras o seguidores. No ambiciona vivir de la música. Solo quiere seguir tocando, seguir aprendiendo y seguir disfrutando. Vivir la música, que no de la música.

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