Crítica musical cine

Huelva se deleita con el amable rostro de la zarzuela

La soprano Elena Rey durante su actuación en el concierto lírico de inauguración de temporada.

La soprano Elena Rey durante su actuación en el concierto lírico de inauguración de temporada. / josué correa

Con las proliferaciones mediáticas la lírica ha intensificado su divismo: los cantantes sortean dificultades en el escenario ansiando la ovación. Respecto a la zarzuela, las interpretaciones también se impregnan de retos técnicos, en ocasiones sistemáticos. Los espacios pequeños no se arredran en brindar al público las grandilocuencias del canto teatral. Nuestros tiempos demandan conciertos líricos de voces chispeantes.

La antología de la zarzuela que abría la temporada de la Caja Rural reflejaba ese conflicto entre técnica e interpretación. Los cantantes mostraron esa incesante lucha de las dos facetas; pero se impuso la musicalidad, trabajada concienzudamente en cada pieza, tomándole el pulso al drama subyacente. Elena Rey es una soprano de precioso timbre con vibrato como distintivo; sus agudos robustos y brillantes son decisivos para las romanzas. Por su lado, el tenor Ángel Cortés posee agudos tensos y desabridos que ponen a la voz en situaciones extremas; le compensa su gusto para matizar las secciones contrastantes. Y Víctor Carbajo es el pianista ideal, que reúne las mejores cualidades para el repertorio sacando del instrumento matices y timbres dignos de las grandes escuelas; su comprensión del espíritu es total.

La musicalidad de los artistas obtuvo lo mejor de las romanzas seleccionadas

Espero de ti, de Prats, estuvo genial: pieza llena de expectación y lirismo con sonidos a media voz y una soprano que se lució con sus toques expresivos que colmaban de sentido a la obra. También La canción del ruiseñor resultó sobresaliente, con su fresca melodía describiendo la escena con linda onomatopeya, agudo potente y un piano que articulaba los detalles. Ganó mucho Caballero del alto plumero en calidad de propina; la soprano se recreaba con sus frases, la complicidad del tenor obtenía una bonita factura con que se dejaba que todo fluyese.

La voz de Ángel Cortés es ciertamente peculiar pues en los agudos retumba extrañamente como si fuere la grabación de un tenor legendario. La extrema tensión de su voz trajo consigo frases maltrechas y desafinadas. Por mipuerta de Ruiz de Luna se liberó de esas grandes dificultades consiguiendo más uniformidad, como también ocurriese en Le vana oír, un cuidado cierre de concierto. Ahí escuchamos a los tres artistas en un trabajo estupendo; la sección contrapuntística ponía de manifiesto la lograda labor de interpretación.

Destacamos la gustosa resolución de Un sueño fue, la limpia ornamentación de la soprano al final de la primera parte y el intermedio pianístico de María de laO, con un crescendo de antología.

Hubo prurito localista por parte de Ángel Cortés, que al ser de Aragón dedicó la segunda parte a obras referentes en exclusiva a su tierra.

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