Fila siete

Culpabilidad heredada

Gran Teatro / Latitudes 2012. - T.O.: 'La fleur du mal'. - Producción: Francia, 2002. - Duración: 104 minutos. - Dirección: Claude Chabrol. - Guión: Claude Chabrol, Caroline Eliacheff y Louise L. Lambrichs. - Fotografía: Eduardo Serra. - Música: Matthieu Chabrol. - Montaje: Monique Fardoulis. - Intérpretes: Nathalie Baye, Benoît Magimel, Bernard Le Coq, Suzanne Flon, Mélanie Doutey, Thomas Chabrol, Caroline Baehr, Henri Attal, Jerôme Bertin.

Sin tanta substancia moral como en otras obras mayores de Claude Chabrol, por ejemplo La ceremonia (1995), que si no recuerdo mal viéramos el año pasado en el ciclo que, como ahora, nos presentó Latitudes, La flor del mal nos brinda una fascinante perspectiva, realmente tenebrosa, propia de la calidad narrativa de Claude Chabrol, cuya efectividad social es realmente notable. Con su proverbial sentido de la sátira, su aire de folletín noblemente utilizado y su mezcla jugosa de comedia y drama, el que fuera uno de los jefes de fila de la "nouvelle vague" francesa, nos adentra en una intriga ingeniosa y apasionante.

De esa manera un tanto desenfadada, como si fuera de broma o no tomándose demasiado en serio el asunto, a través de su inconfundible talante irónico, Claude Chabrol vuelve a donde solía. Es decir a indagar en el seno del ámbito familiar, en el claroscuro de una familia acomodada donde las mujeres brillan por encima de los hombres. De manera relevante el pasado vuelve de alguna manera para revitalizarse y repetirse. Es como si la afrenta de la culpabilidad se transmitiera de generación en generación. Como si la falta no expiada hubieran de pagarla los descendientes.

En esta estupenda narración el realizador descubre los engranajes que han estructurado el poder de la burguesía. Fiel a su estilo personal vuelve a reencontrarse con los fundamentos de su brillante filmografía a lo largo de las cuatro décadas en las que desarrolló su ejercicio cinematográfico (murió hace dos años) y envuelve esta historia de errores y flaquezas, de culpabilidad heredada, de un trazo sutil, pérfido a veces, para incidir, en ocasiones sin piedad, en ese núcleo familiar aparentemente inexpugnable e irreductible.

Y como siempre la comedia y la intriga o el thriller, tratado de una manera muy personal, combinan un hábil juego entre los personajes donde destacan actuaciones de intérpretes en algunos casos habituales en las películas de Chabrol. Desde la ineludible Suzanne Flon, por razones obvias, hasta Nathalie Baye, Benoit Magimel, Bernard Le Coq y la encantadora Melanie Doutey.

Reveladora, como de costumbre en las películas de Claude Chabrol, esa capacidad para dominar con reglas muy personales el género, que se desarrolla en una puesta en escena donde el espectador acoge con naturalidad su estructura cinematográfica, si exceptuamos el largo plano al principio del film, muy significativo por cierto. Sin ser lo mejor de este admirado director francés, es una muestra de la agudeza, libertad y profundizad en el tratamiento de los temas.

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