solidaridad

El valor de la identidad y la naturaleza

  • Los peruanos Guadalupe Miranda y Rafael Zapata exponen en Huelva las dificultades de las comunidades indígenas para preservar su legado y el apoyo que les brindan las ONG europeas

El matrimonio peruano formado por Rafael Zapata y Guadalupe Miranda estuvo el miércoles en la sede de Madre Coraje en Huelva.

El matrimonio peruano formado por Rafael Zapata y Guadalupe Miranda estuvo el miércoles en la sede de Madre Coraje en Huelva. / alberto domínguez

En Perú quedan actualmente 47 pueblos indígenas, los llamados pueblos originarios. La gran mayoría, 43, están en la selva. Apenas son el 3% de la población peruana total. Son la gran minoría del país y también la que sufre en la actualidad mayor racismo. Hasta el Gobierno, aseguran, les tiene arrinconados en sus territorios de origen. Sólo las ONG extranjeras, europeas en particular, como la española Madre Coraje, llegan donde en el mismo país no quieren acceder. Son aliadas de su educación y desarrollo, quienes de verdad apuestan por preservar la identidad y la cultura que ha llegado directamente a nuestros días desde la América precolombina.

Un joven matrimonio peruano, compuesto por Guadalupe Miranda y Rafael Zapata, ha estado estos días en Andalucía para mostrar esa realidad desconocida de su país con su ejemplo de superación en un entorno quizá demasiado hostil. El miércoles pasado visitaron en Huelva la sede de Madre Coraje, que ha sido en buena parte cómplice de la formación que les ha proporcionado un programa educativo superior, en Nopoki, convertido en herramienta que revierte los conocimientos en las comunidades indígenas. La interculturalidad y la integración en el mundo presente son la base.

Guada nació en el seno de la comunidad nativa Ashaninka, en Cutivireni, departamento de Junin. Rafa en la de Yine, de Belén de Huau, la de su padre Guillermo, aunque su madre, Rebeca, procede de otro pueblo originario, los Matsigenka.

Ella sufrió la violencia terrorista que golpeó a su comunidad y acabó estudiando junto a sus hermanos en la llamada Aldea del niño Fray Junípero Serra, destino de tantos niños en la misma situación. Fue ahí donde recibió el apoyo de Madre Coraje con material escolar, artículos de aseo, ropa y alimentos. También en Albergue Nopoki, donde más tarde hizo sus estudios universitarios y se licenció como docente en Educación básica bilingüe intercultural. Rafael dio también ese paso, tras un intento frustrado en otra universidad por la retirada de becas para cursar Administración de Empresas. En su caso, y tras vivir de espaldas por una idea equivocada, allí se reencontró con sus orígenes, convivió con otros jóvenes de diferentes pueblos originarios y vio la luz. Fue allí en Nopoki donde conoció a Guada, con la que se casó y comparte ahora misión como acompañantes de soporte pedagógico intercultural, delegados por el Ministerio de Educación.

"En Nopoki convivimos veinte pueblos originarios y nos formamos para dar apoyo a nuestras comunidades", cuenta Rafael Zapata. Porque, advierte, los pueblos originarios no están cerrados al exterior ni al tiempo actual: "Nos abrimos a otras culturas, cogemos lo bueno que hay en otros, lo insertamos en nuestras prácticas y siempre tratamos de progresar".

Forma parte de un proceso latente en Perú, el de la interculturalidad . "Se nos plantea la convivencia armónica entre los pueblos y con la naturaleza, sobre todo". Otra cosa es el resto, el grueso de la sociedad, que les ha dado la espalda y con especial negatividad. "El racismo contra los pueblos originarios es ahora muy intenso. Dicen que somos el problema para que el país no progrese".

Esa acusación/justificación apunta, probablemente, a uno de los pilares de la identidad indígena: su defensa de la naturaleza. Más que militancia ecologista es conciencia sobre la importancia de la Madre Tierra, respeto máximo y conexión espiritual. "Los árboles, el monte o el río son sagrados para nosotros. Creemos en vivir en armonía con la naturaleza, pero el Estado los destruye, que es como destruirnos a nosotros".

Rafa Zapata se refiere a los intentos del Gobierno peruano de encontrar petróleo en la selva. Los pueblos originarios, cuenta, tienen la titularidad de sus tierras hace años pero el Estado trata de salvar ese escollo limitando su dominio a la superficie y a sólo dos metros del subsuelo. "Más allá es del Estado", aclara resignado, y es de lo que se han servido para permitir perforaciones de compañías petrolíferas. "No nos consultan, no nos respetan", se lamenta. Apenas les llegan ayudas estatales y tampoco se refleja en los originarios el crecimiento económico del país. "Más que beneficiarnos nos perjudica", subraya.

Queda mucho que luchar en casa para defender su cultura y su identidad. Ahora en España, mientras Madre Coraje los acoge y comparten experiencias, apunta, están tomando nota "de la solidaridad que se palpa de esta ONG".

"Vamos a volver a nuestras comunidades y vamos a compartir todo lo que estamos aprendiendo en este viaje. No sólo se trata de recibir sino de hacer, de autosostenernos. En momentos necesitamos aportes pero debemos implantar proyectos de desarrollo y queremos que nos enseñen cómo hacer las cosas", confiesa Rafael, en conexión con ese viejo principio de la solidaridad universal: "No les des pescado, enséñales cómo pescar".

"Es como la cultura del reciclaje -pone de ejemplo Rafa- que tiene Madre Coraje implantada y que deberíamos llevar a todas nuestras comunidades".

El otro recuerdo que les quedará de este viaje es "el apoyo que se da aquí a los pueblos indígenas, no sólo de Perú sino de todo el mundo". "Estamos muy agradecidos porque es muy importante para nosotros". Tan importante como la necesidad global de preservar los orígenes de todos los pueblos de la humanidad.

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