fiestas patronales

El reencuentro más cercano

  • San Sebastián vuelve a las calles en una procesión de acento familiar en torno al barrio más castizo de Huelva

  • Multitudinaria respuesta popular en un baño de tradiciones

Probablemente no hay ninguna otra celebración en Huelva que tenga un acento tan marcado en las distancias cortas. Una fiesta de la ciudad pero con un sabor indiscutible a barrio. Una convocatoria para todos los onubenses pero que viven muy especialmente un grupo de ellos. En este fin de semana del Patrón, San Sebastián salió ayer de nuevo en procesión para reencontrarse con su gente, la de toda la capital y, muy particularmente, los vecinos de esa zona tan castiza a la que un día prestó su nombre. Y esa especial comunión tuvo su momento culminante en la bajada de la calle Mackay Macdonald y su llegada a la Plaza de los Litri, al corazón de su barrio, donde una masa de gente recibió al santo e hizo de su salida la anual revisión de las tradiciones locales.

El ambiente familiar se palpa en todo momento. Porque tampoco hay otra procesión que lo refleje superando el protocolo. La representación de todas las hermandades y cofradías de la ciudad es completa, lo que ya le da un realce y una presencia considerable en el marco de la celebración religiosa. También es nutrida la presencia de autoridades en la comitiva, con mayoría de la Corporación municipal. Y en ese contexto se hace visible la buena sintonía entre todos los participantes y entre el público que se reúne a su paso, más próximo en las calles cercanas al templo, donde se vive tan intensamente la salida del mártir, de profunda devoción entre sus vecinos.

Ya recordó el obispo de Huelva, José Vilaplana, en su homilía de la habitual misa previa, que San Sebastián está velando todo el año por todos los onubenses y por que se hagan realidad todos los deseos de la ciudad. Un recuerdo de ese vínculo tan especial del santo que antepuso su fe a su propia vida, en un signo de generosidad espiritual que marca también el talante del barrio.

Esta vez el tiempo no apremiaba. Fuera esperaba un cielo azul choquero e invitaba a tomar la mañana con calma para el disfrute. Por eso no fue hasta bien pasadas las once que las campanas de la iglesia de San Sebastián empezaron a repicar para avisar del inminente comienzo de la procesión.

Fuera no esperaba mucho público. Ese cruce de vías que ocupa el templo quizá estaba ayer más despejado que en otras ocasiones. Pero no faltaban los vecinos del entorno, esencia imprescindible para el momento. Suficiente para dar la bienvenida al santo en la calle.

En el interior también se preparaba un momento muy especial. Hace 40 años que los costaleros de la Hermandad de Estudiantes asumieron un compromiso inquebrantable con el Patrón, que les lleva cada año a portar su paso en su fiesta de enero. Ayer, dos cuadrillas completas de hermanos, 60 hombres, se pusieron de nuevo a las órdenes de su capataz, Manuel Gómez, para refrendar también esa relación tan profunda. Carnicerito lo recordó antes de la primera levantá, al filo de las once y media, cómo los costaleros del Cristo de la Sangre y del palio de la Virgen del Valle acogieron también a San Sebastián: "Va por todos los que estuvieron aquí antes. Ahora estamos nosotros y va por ustedes también", les dijo a los suyos antes del golpe seco de llamador.

Y San Sebastián salió al encuentro con su barrio, con su ciudad. Con esa cara amable pulida por Pérez Comendador, sin signos de martirio en el rostro pero sí de felicidad entre esa cercanía que le brinda su gente. Brisa fresquita pero agradable en la sombra y sol agradecido para completar una estampa casi primaveral, acentuada por un exorno floral profuso y colorido de Antonio Rivera. Gerberas, claveles, clavellinas, rosas y flores silvestres que sumaron también para la distensión en la celebración, acompañada por la música de la Banda de Jesús Nazareno.

Las escenas familiares se veían ya en esos primeros pasos. El alcalde, Gabriel Cruz, vivía con pellizquito el momento como hermano de Estudiantes. Nada como para que se sucedan los saludos a diestra y siniestra y se rompa la aparente formalidad con saludos y besos también con el resto de la comitiva, que para eso éste es un reencuentro en toda regla.

La apoteosis llegó después, en plena Montrocal. Porque si hay un momento en el año en el que la calle recupera el antiguo nombre es éste, sumergido el santo entre una multitud de vecinos, pasados y actuales, acompañados por una ciudad que sabe de lo especial del barrio de San Sebastián, de su historia y del significado de esta procesión entre lo más profundo de las tradiciones onubenses, elevadas a su cota máxima alrededor del 20 de enero, entre palmitos repletos de agüelas y coquis ambulantes.

El santo mártir fue recibido a ritmo de pasodoble por la Banda Municipal en la Plaza de los Litri, y recibió la ofrenda de la Hermandad del Santo Entierro a las puertas de la Ermita de la Soledad.

El repique de campanas le recibió en la parroquia mayor de San Pedro, también con su párroco titular, José Antonio Domínguez, en otro momento multitudinario. Pero quizá más especial fue su paso por el callejón Madre Ana, por su encuentro con la Hermandad de la Cinta. El Patrón y la Patrona, juntos de nuevo, con levantá especial del presidente de la gestora cintera, Bienvenido González.

El resto tuvo su toque más localista. La asociación de antiguos vecinos del barrio hizo su habitual ofrenda al paso antes de enfilar el camino de vuelta al templo. Al término, invitación a unas habas con chocos por parte del Ayuntamiento en el parque Alonso Sánchez. Ni mejor plato ni mejor ocasión para cerrar las fiestas más castizas de la ciudad. Pura tradición.

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