Agricultura

Del arado romano al microchip

  • El sector agrario logra ser referente de calidad en los mercados La especialización e innovación le permite ser más impermeable a las crisis.

Fueron los años de lo que entonces se denominó nueva agricultura. Los cultivos tradicionales se fueron dejando atrás para dar paso a plantaciones con altos rendimientos por unidad de superficie cultivada y producciones de ciclo corto diversificadas. A las bondades climáticas y de suelo (quienes conocen la tierra dicen que Huelva es un pequeño islote donde todo lo que se quiera produce con calidad) se unieron, en medio de una sociedad agraria nada amante de cambios y riesgos, el aumento de la demanda de los productos hortofrutícolas en Europa y el empeño de una masa empresarial pionera en cultivos y métodos. ¿El resultado de este triángulo mágico que surgió hace 30 años? Un producto de primor, respetuoso con el medio ambiente y con unos niveles de calidad que nada tienen que envidiar al referente mundial en la materia: California. 

En tres décadas se ha pasado del arado tradicional en el campo a las plantaciones con microchip, controlables con una tablet a miles de kilómetros de distancia. De cultivos tradicionales de secano a grandes producciones de regadío. Del monocultivo a la diversificación y del saber tradicional del campesino de antaño al empresario agrario formado en varias disciplinas y aliado de la investigación.

Esa transformación la ha vivido en primera persona el empresario y presidente de Asaja-Huelva, José Luis García-Palacios. Desde la finca que allá por el año 27 adquirió su abuelo (dedicado al negocio peletero, venía a Huelva con asiduidad para comprar lana y cueros, y decidió hacerse con esos terrenos para "respirar aire puro y aliviar la salud quebradiza de una de sus hijas") recuerda la evolución de un sector que ha soportado como pocos las crisis con las que ha tenido que convivir. Echando la vista atrás, destaca la imagen de hace treinta años, cuando "los cultivos no tenían agua y cuando las fincas eran prácticamente de monocultivo..." Entonces, la provincia contaba con poco más de 2.000 hectáreas de regadío; hoy esa cifra se ha multiplicado por treinta y se ha sustituido la imagen de grandes plantaciones de higueras y olivos por explotaciones de cítricos y frutos rojos, con la fresa a la cabeza, y  berries. Tres décadas han sido suficientes para que el 80% de la superficie de cultivo de la provincia de Huelva corresponda a regadíos (en su mayoría cítricos y frutos rojos) y sólo el 20% restante se dedique al secano (la mayoría dedicada al viñedo y olivar).

Cambio de mentalidad

El cambio de mentalidad en el sector ha sido esencial para conseguirlo. García-Palacios reproduce una frase de su padre (clave en la evolución del sector y en ese cambio en la manera de pensar  tan aplaudido a través del tiempo) para explicarlo: "Hay que regar las cabezas, antes que los campos". Entendía entonces que de nada servía tener recursos si los agricultores no sabían cómo aprovecharlos. "Ese es el verdadero cambio de estos 30 años", insiste García-Palacios.

Esa transformación llegó de forma paralela al despunte del oro rojo. Veinte años antes, el conocido como padre de la fresa, Antonio Medina, ya había importado a nuestra provincia los secretos de la fresa de California (principal productor). En los años 70 su producción se fue multiplicando mientras el que hoy es uno de los principales productores de fresa se embarcaba rumbo a Angola, para hacerse con unos ahorros que pudieran contribuir a sacar a su familia adelante. Tras cinco meses y medio en alta mar, José Antonio Martín consiguió el dinero necesario para comprar su primera hectárea de tierra. Eran los años 80. Después (gracias a un préstamo bancario) abrió un pozo, equipó la explotación  y sembró la tierra. Desde entonces no ha parado de crecer, gracias, entre otras cosas, a considerar que "los verdaderos jefes son nuestros clientes. A ellos son a los que tenemos que cuidar para garantizar el futuro de la empresa".

Como la mayoría de los agricultores de entonces, Martín  plantó en su primer año distintos cultivos para experimentar (fresas, pimientos, tomates, pepinos, guisantes, habas o judías), pero rápidamente se dio cuenta de que el cultivo estrella era la fresa. La gran demanda en el mercado y la idoneidad del clima onubense se lo dejaron claro. Entonces contaba con dos yeguas que le dejó su padre para labrar y trasladarse. "Mucho han cambiado los tiempos...", asegura. Hoy, 30 años después, dirige una empresa con más de mil trabajadores  distribuidos entre las 200 hectáreas plantadas, de las que 70 pertenecen al cultivo de la fresa y 130 a frutales de hueso.

Investigación

Llegar hasta donde ha llegado el sector hubiera sido imposible sin la investigación. Se tenía claro que Huelva contaba (y sigue) con todos los requisitos para que el sector avanzase: las tierras son de calidad, el clima es templado y el agua sobra, lo que propicia el mejor microclima de Europa para el cultivo de los agrios, hasta el punto de  Huelva se considere la California de Andalucía. Esa calidad no hubiera llegado sin el trabajo de laboratorio y biblioteca, que ha ido mejorando las técnicas de cultivo, ha conseguido plásticos biodegradables, avanzar en la lucha biológica y, en ese afán por seguir siendo competitivos, prosperando en el desarrollo de nuevos productos agroalimentarios de cuarta y quinta gama, incluso en aplicaciones de farmacología y cosmética. Todo ello, sin olvidar técnicas de poscosecha para ampliar la vida útil de productos en fresco, o la aplicación de herramientas de mejora de la productividad. "Es algo básico -insiste García-Palacios-; sin ella no se hubiera logrado eliminar, por ejemplo, la acidez de la piel del caqui o desarrollar nuevas especies..."

Aún queda mucho por hacer, pero el camino emprendido hace 30 años ("por empresarios comprometidos y arriesgados") ha tomado el testigo de una generación preparada, con ganas de seguir avanzando en la profesionalización y, sobre todo, de la mejora continua de un producto de calidad con sello propio. ¿El reto? Avanzar en el campo de la transformación y de la comercialización para conseguir que el valor añadido se repercuta en la economía de la provincia.

Más de un tercio de la masa laboral y el PIB más elevado

El sector primario se convirtió en los años 80 en una alternativa real a un modelo económico que se pensaba que podía entrar en crisis. El sector pesquero no pasaba por sus mejores momentos, las inversiones industriales se habían estancado y la provincia miraba a la agricultura, como una clara opción de desarrollo. La intensificación en el litoral de los cultivos extratempranos en invernadero y la realización del proyecto de transformación en regadío de 40.000 hectáreas de arenas y marismas en la zona de Almonte supusieron una auténtica revolución socioeconómica en la provincia. Huelva comenzó en esos años propiciando casi 24.000 empleos (el 20% del total), de los que gran parte correspondían a trabajadores por cuenta ajena. Hoy la foto fija da un giro de 180 grados, con más de 8.500 empresarios agrarios, una masa laboral que representa el 35,38% del total de los trabajadores que tiene la provincia y una capacidad productiva que impulsa el 44,52% de los contratos provinciales. De ahí que el sector tenga en Huelva mayor peso en la economía provincial (5,8% del PIB) que en el resto de Andalucía (4,9%) y del país (2,56%). El saber hacer de todos estos años ha logrado, además,  poner a Huelva a la cabeza de la agricultura ecológica. La provincia cuenta ya con una superficie dedicada a esta producción de 180.345 hectáreas, entre las que destacan 4.210 de olivar, 1.210 de frutos secos y 1.189 destinadas al cultivo de cereales.

Un sistema modélico para garantizar la mano de obra

"Siempre mirando al futuro, pero sin olvidar el pasado, para que no perdamos de vista lo que puede pasar". El presidente de Asaja recuerda con esta frase los malos tiempos que han sufrido en el campo onubense. "La peor crisis, sin duda, fue la de los 90", asegura. Entonces, se quedaron literalmente sin mano de obra. Los peones decidieron emigrar al ladrillo y dejaron abandonadas las tierras que hasta entonces les habían dado de comer. "Estuve a punto de arruinarme porque, después de haber realizado grandes inversiones, me vi obligado a dejar la fruta en el campo porque no tenía mano de obra para recolectarla... casi ", relata José Antonio Martín. Nace así (año 2000) la contratación en origen, un sistema pionero y ejemplar que llegó a traer a más de 30.000 temporeros extranjeros para la recolección de la fresa, con una ordenación de los flujos migratorios (llegada y regreso del trabajador) modélica, en la que se contempla hasta el alojamiento gratuito para los trabajadores.

Diversificar y tener cultivos con patentes

"El coste es el mismo y la producción y rentabilidad se disparan respecto a un cultivo tradicional". La fórmula de las patentes ya la han puesto en marcha gran parte de agricultores de la provincia. García-Palacios destaca además que con ellas se logra dar productos con mucha calidad, cuya producción prácticamente se destina en su totalidad a la exportación. "Es una fruta muy reconocida, pero no hay grandes producciones". Y es precisamente ahí donde reside una de las ecuaciones del éxito: no hay miles de hectáreas "y la exclusividad se paga". Por ello, el sector tiene claro que el futuro pasa por la explotación de patentes y la diversificación para "compartir riesgos" (una mala cosecha puede compensarse con otra buena) y también para rentabilizar la mano de obra contratada porque "no es lo mismo contratar a cientos de empleados para tres meses, que tenerlos de octubre a julio, con una producción continuada", puntualiza.

–Información elaborada con la colaboración de Dani Gómez.

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