Historia menuda

Vocablos onubenses desaparecidos

  • A lo largo de más de 35 años investigando en la historia de Huelva me he llegado a encontrar con palabras que se empleaban en nuestra capital y que o han desaparecido o apenas tienen vigencia

Llevado por mis aficiones de ratón de bibliotecas y mis pretensiones de investigador histórico a lo largo de más de treinta y cinco años, me lancé a la búsqueda del mayor número posible de datos para hacer posible la ambicionada Gran Enciclopedia de Huelva. y como suele ocurrir, mi plena dedicación a la historia de Huelva, en la que quizás he tenido más fortuna que otros, a la lectura de miles de documentos me he llegado a encontrar, las más de ellas casuales, con palabras que se empleaban en nuestra capital y que, con el transcurrir del tiempo o han desaparecido o apenas si tienen vigencia.

La primera palabra que aparece en esta Historia Menuda es veredero.

Etimológicamente, el significado de esta palabra se aplicaba al mensajero que iba enviado para notificar un despacho en varios lugares de un mismo camino.

Al veredero se le solía ver por las veredas -de ahí le viene el nombre- galopando a uñas de caballo cuando lo que tenía que repartir eran documentos y, en carro, cuando transportaba mercancía que debía llegar con cierta rapidez. En Oficios y Minutas veamos dos ejemplos del empleo de esta palabra:

"De orden del Sr. Jefe Superior Político de esta provincia que acabo de recibir a las diez de esta noche, remito a V. E. un ejemplar del boletín extraordinario de fecha del día de ayer, para los efectos prevenidos en el mismo, y que conduce el veredero José Conde el cual según la misma orden de dicho superior jefe, abonará dos reales por legua de ida y vuelta, y se servirán poner a continuación el recibo de la entrega de dicho boletín. Dios… Huelva, 6 de febrero de 1844. Juan José Báez…".

"Al alcalde Constitucional de Gibraleón. Huelva, 10 de febrero de 1844. El Sr. Jefe Superior Político de la provincia de Huelva se me ha dirigido con la orden del tenor siguiente:

(Aquí el escrito que no exponemos por su extensión).

En su virtud le acompaño el pliego que se cita con el veredero Fernando Espinosa a quien se servirá entregar recibo que acredite haber llegado aquél a sus manos…".

La segunda palabra que nos pide plaza lingüística es zahorrar. Esta denominación la empleaban antiguamente los onubenses para hablar del pescado, sobre todo del jurel, bonito y caballa, que se ofrecía a los compradores completamente escamados, perfectamente limpios y bien salados.

Los vendedores ambulantes o del Mercado del Carmen estaban obligados a venderlos de tal guisa, dado que en los primeros días de junio aparecía un bando que así lo exigía.

El concepto zahorrar (en la actualidad desconocido) era sustituido vulgarmente por la palabra zagorras.

Queriendo comprobar si una palabra tan choquera como la que nos ocupa se mantenía vigente aunque no fuese muy empleada, me personé en los años noventa al antiguo Mercado del Carmen y fui a comprar dos caballas a un pescadero con cierta edad. Y le dije:

-"Por favor, me puede zahorrar las caballas".

La cara de incomprensión que puso me indicó bien a las claras que él no conocía la palabra en cuestión.

Otra palabra que en la actualidad está en desuso, si no desaparecida, es topiquero o persona relacionada con la Medicina que tenía casi la categoría de practicante (Ayudante Técnico Sanitario en nuestros días). Que nos sirva como ejemplo una noticia inserta en el diario La Provincia del 28 de diciembre de 1894:

"Aclaración. Como insertamos en nuestro número anterior un suelto que sobre el servicio de la Casa de Socorro publicó nuestro apreciable colega "El Defensor", hacemos hoy lo mismo con la siguiente rectificación o aclaración que publica en su número de ayer:

"Ampliando las noticias que dimos respecto al herido grave que en la tarde del domingo fue curado en la casa de socorro, nos hemos enterado que el reglamento de la misma no previene la presencia constante del médico en ella, toda vez que a éstos no se les exigen el que presten guardia.

Además, en el caso concreto del domingo, antes de que llegara el médico del establecimiento, fueron asistidos los dos lesionados por los practicantes de la casa y u topiquero…". En este punto recordamos al recordado y estimado amigo nuestro, Rafael Alfaro Ros, que habiendo ejercido de A. T. S. pronunciaba reiteradamente y le irradiaba especial simpatía a la palabra topiquero.

Llamábase, en los siglos pasados y en esta zona sureña, con este vocablo al individuo que ejercía el oficio de panadero. Así, en Oficios y Minutas de 1844, podemos leer en un escrito de la Administración de Rentas Unidas de la provincia de Huelva el siguiente escrito al alcalde de Huelva:

"Con el objeto de que se sirva Vd. manifestarme lo que se le ofrezca y parezca oyendo a los peritos y en papel separado, paso a mano de Vd. la adjunta instancia que ha presentado al Sr. Intendente de esta provincia Antonio Rodríguez de esta capital, pidiendo se le rebaje de la matrícula del subsidio industrial, por haber cesado hace cuatro años en el ejercicio de tahonero… Dios… Huelva, 6 de agosto de 1844. José María Monedero…".

Esta denominación se nos hace contemporánea, casi familiar, al existir en nuestra ciudad una prestigiosa confitería que lleva el nombre de La Tahona.

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