Crítica 'Viaje a Sils María'

Los ricos también lloran

viaje a sils maría. Drama, Francia-Suiza, 2014, 124 min. Dirección y guión: Olivier Assayas. Fotografía: Yorick Le Saux. Intérpretes: Juliette Binoche, Kristen Stewart, Chloë Grace Moretz, Lars Eidinger, Johnny Flynn y Angela Winkler.

A Oliver Assayas, cuyo valor principal es ser un mini yo de Antonioni o de Bergman porque el cine europeo de los últimos años no da para mucho más, le preocupan enormemente los tremendos problemas que acucian y angustian a desdichados ricos que también lloran: arquitectos, escenógrafas, actores, vejetes (naturalmente ricos) liados con jovencitas, hijos de papá inadaptados, directores de cine, ejecutivos, amantes de magnates, coleccionistas de arte, diseñadoras, financieros, niños bien del 68… Raro es el caso (Una nueva vida, Clean) en el que desciende de las desdichas de los ricos y/o famosos para ocuparse de los problemas de algo parecido a la gente común (eso sí, a condición de que sean marginales estetizados). Que recuerde, solo una película suya me ha interesado: Finales de agosto, principios de septiembre. Pese a ello pasa por un tipo comprometido y realista, eso que en los sesenta se llamaba diseccionador del alma humana.

Viaje a Sils María es, en este sentido, típica de su cine. Una diva madura acude, acompañada por una joven asistente más bien mal encarada, a la entrega de un premio a un prestigioso autor y director teatral (naturalmente de obras "oscuras y destructivas", como se explicita) que, mala pata, muere en la víspera de la gala. La acción se desarrolla en Suiza. ¡Qué mal se lo pasan los ricos y famosos sufriendo entre impresionantes paisajes suizos y hoteles de lujo! ¡Qué tortura puede resultarles probarse un vestido de Chanel para acudir a una entrega de premios! Durante la noche de la gala un joven director le ofrece un papel en la obra que la hizo famosa cuando, hace demasiados años, ella interpretó el papel principal. La conversación sobre los personajes y la obra con el director es de traca.

Dos muertes -una antigua, la de la actriz que interpretó el papel que ahora se le ofrece a ella, y otra reciente, la del autor y director homenajeado- acompañan a la madura diva en lo que presiente como el declive de su carrera y el otoño, si no el invierno, de su vida. Todo agravado por su confrontación envidiosa con la joven y brillante colega (famosa por haber interpretado películas comerciales en Hollywood pero deseosa de no dejarse engullir por el cine convencional, además de desequilibrada, alcohólica y autodestructiva) que interpreta el papel que a ella le dio la fama.

Y a partir de ahí discursos sobre la vida, la muerte, el tiempo, la fama, el declive, las máscaras, el teatro, el cine, la vejez, el olvido, el amor, el desamor, la soledad, las redes, el infierno de los famosos, el suicidio, los paparazzis… Demasiado para Gálvez. Un guión torpe, pesado, pedante, redundante, verbalista (sobre todo en su parte central, demasiado parecida a Persona de Bergman). Buenas interpretaciones de actrices entregadas (mejor la Binoche que Kristen Stewart y que una más bien boba Chloë Grace Moretz), aunque para mí la mejor interpretación -por ser la más contenida- es la de Hanns Zischler como el veterano actor odiado por la Binoche. Lo mejor el uso de los fundidos en negro y las imágenes de las montañas. Pero dos horas de aburrimiento es un precio demasiado alto.

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