La verdad es plural

Marisa Fernández / Serrat

Igualdad

E N todas las organizaciones sociales existe una dimensión, la estructural, que comprende los elementos formales, las normas y estructuras legalmente establecidas y una cultural que abarca aquellos aspectos, apenas visibles, pero que dotan de identidad a la organización: hábitos, actitudes, valores y creencias del grupo.

Analizando el asunto de la igualdad entre los géneros (se prefiere esta denominación porque hace referencia a las connotaciones culturales y sociales que lleva aparejada la diferencia entre los sexos), se llega a diferentes conclusiones según desde qué dimensión sea considerada. En lo formal, debe admitirse que, a pesar de la desaparición de un Ministerio de Igualdad, en su día considerado buque insignia del Gobierno socialista, la legislación cumple. Se promueven medidas encaminadas a la paridad en todos los órdenes. En los centros educativos incluso deben reflejarse por escrito en su proyecto educativo y hay una persona en el Consejo Escolar responsable de las mismas. Asimismo, en el resto de las administraciones autonómicas existen comisiones para la creación y desarrollo de las medidas tomadas en este sentido. No se puede tildar de descuido u omisión a la Administración, si acaso de sobreprotección legal.

Pero si se indaga en la parte cultural de la sociedad, el resultado es diferente. Periódicos, que se autocalifican de progresistas, regalan colchas para las niñas cubiertas de princesas y los Reyes Magos de las más innovadoras Escuelas Infantiles entregan grúas a los niños y muñecas a las niñas. Jóvenes mamás riñen a sus hijos porque "los niños no lloran" y supermodernos papás pierden el sueño si han visto a su hijo jugar a las muñecas. Con esto no defiendo que la igualdad se consiga eliminando el rosa y el celeste de la ropa de los bebés y se sustituyan por el beige, ni reivindico la desaparición de muñecas o camiones pensando que provocan desigualdad. Lo que sí creo es que para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres (cuando es verdad que se quiere), sólo existe un camino y es la igualdad de oportunidades. Cuando una mujer tenga las mismas posibilidades que su pareja para promocionar en el trabajo, para recuperar sus estudios, para sentarse a media tarde a ver la televisión, irse al gimnasio o llegar más tarde a almorzar porque está tomando una copa con sus amigas, entonces sí se habrán acortado las distancias. Y dudo que alterando el orden de los apellidos o usando un lenguaje no sexista puedan conseguirse las mismas oportunidades para hombres y mujeres. Mientras sigan mostrándose resultados de investigaciones, aparentemente serias, alegando que los embarazos de adolescentes aumentan porque las chicas se emborrachan, como si la gestación fuese por obra del Espíritu Santo ¿de qué igualdad hablamos?

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