el periscopio

León / Lasa

Tsunami

La cuestión más perentoria a la que nos enfrentamos a nivel global es la del crecimiento exponencial de la población.

CIERTAMENTE, parece que todo aquello que se produce, digamos, a cámara lenta, en slow motion, como se dice ahora, es más llevadero de aceptar o, también, no se ve como una amenaza o peligro inminente. Se nos informa de manera machacona sobre determinadas verdades incómodas, sobre hechos demostrados de forma empírica, pero nos negamos a ver la realidad, no nos interesa. Quizá a nivel global la cuestión más perentoria a la que -de forma, sí, no abrupta- nos enfrentamos es la del crecimiento exponencial de la población (éramos 3.000 millones en 1960; seremos 9.000 dentro de tres décadas, aproximadamente) y sus consecuencias colaterales: degradación del medio ambiente, escasez de agua, hambrunas, calentamiento global...Pero somos incapaces de abordar de verdad una solución al respecto, que conllevaría de manera inevitable un cambio radical en nuestro estilo de vida: de afrontar seriamente la cuestión, ya no habría atascos los fines de semanas en las carreteras que nos llevan a la playa, ni aeropuertos colapsados por miles de turistas de todo tipo. Algunos somos muy pesimistas respecto al marasmo que se nos viene encima en los próximos años. Si la solución a todo ello consiste en poner en marcha ese conjunto de banalidades que podríamos bautizar bajo el lema de "éticas indoloras", que Dios nos coja confesados.

En un orden de cosas más pragmático, más cercano, menos idealista, la cháchara de nuestros políticos y tertulianos no cesa sobre el asunto más peliagudo (junto con el desempleo) que tenemos en la sociedad española. Sólo recientemente hemos podido leer de manera muy tangencial lo que para muchos constituye la verdadera naturaleza del sistema de pensiones español: una auténtica estafa generacional al estilo piramidal. Quienes se han retirado ni de lejos cobran las pensiones que les corresponderían de haberlas capitalizado en un sistema privado; perciben unos montos desproporcionadamente más altos simple y llanamente porque el sistema lleva tiempo confiando en que los nuevos entrantes en el esquema -los jóvenes cotizantes, los babyboomers-, más numerosos, posibiliten la supervivencia del mismo. Al menos a corto plazo. No se sabe quiénes ni cuántos ni cómo cotizarán por nosotros. Exactamente igual que en las estafas piramidales. ¿Por qué no se dice la verdad? Porque el partido que la diga abiertamente no ganará las elecciones en décadas. ¿Cómo se puede decir a la gente en un país donde el 80% de la población cobra menos de 30.000 euros al año que ahorre? Lo que se nos antoja a todas luces insostenible, como intuyó también Ponzi hace un siglo, es el mantenimiento de este sistema claramente injusto y desequilibrado. Sobre todo para quienes aún se ven obligados a permanecer dentro del mismo por Ley, sabiendo de antemano que cuando le llegue el turno, apenas quedarán las migajas. (Continuará). PS: El peluquero de Hollande, ese petimetre francés, cobra cerca de diez mil euros al mes por cuidar del cabello de su señorito, hemos sabido hace poco. Seguro que hay una justificación.

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