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PSOE y Ciudadanos buscan un Gobierno de coalición

  • El previsible batacazo de Podemos a causa de sus desvaríos nacionales y la parálisis en el PP andaluz abonan la alianza tras las autonómicas

PSOE y Ciudadanos buscan un Gobierno de coalición

PSOE y Ciudadanos buscan un Gobierno de coalición

La aclaración de Susana Díaz no era necesaria, pero hasta el zumbido de una mosca suena en la mar chicha en la que se ha sumido la política andaluza. Bastó que alguien especulase con un adelanto electoral en una reunión sobre la negociación de los presupuestos, para que el PP andaluz y Ciudadanos corrieran a colocarse en la línea de salida. Pero las urnas no están ni se les esperan. Susana Díaz aclaró el miércoles pasado lo que no era necesario: que su voluntad es agotar la legislatura y llegar hasta la primavera de 2019. Con un aliado consolidado como Ciudadanos y unas cuentas aprobadas para 2018, ni queriendo, la presidenta encontraría un argumento sólido para justificar el adelanto. Serán en 2019 y, si la tendencia continúa, el PSOE podrá inaugurar un Gobierno de coalición con Ciudadanos. Al menos, si nada cambia en lo sustancial y si la discusión nacional sigue centrada en la cuestión catalana.

En efecto, si fuese por Ciudadanos, habría elecciones andaluzas en los próximos meses. Al partido de Albert Rivera y de Inés Arrimadas -no olvidar el componente andaluz de la jerezana, aunque sea la candidata a la Presidencia de la Generalitat-, la crisis catalana ha vuelto a situarlo en una posición por encima de Podemos y cerca del PSOE. Éste es un partido al que le funcionan mejor las encuestas que la realidad, pero es cierto que la insurrección de las instituciones catalanas ha mostrado de un modo radical todos los temores por lo que nacieron en Cataluña: el monopolio del catalanismo como idea política a costa del silencio obligatorio de quienes se sienten españoles en esa comunidad. Ellos representan, mejor que nadie, a esa mayoría silenciada que durante décadas aceptó ser una ciudadanía de segunda. Le van bien las encuestas a Arrimadas en Cataluña, a Rivera en España y a Juan Marín, en Andalucía. No es una excepción, los de Marín también se benefician de esa ola de simpatía que generan los naranjas.

La exclusión de Andalucía como nación le va a pesar a Podemos en su 4-DLa crisis catalana ha lanzado a Ciudadanos; si por Marín fuese, habría elecciones ahora

El PSOE andaluz le ha ofrecido a Marín entrar en el Gobierno de la Junta en varias ocasiones. La última vez fue poco después de las primarias socialistas. La coalición aporta al PSOE un seguro para después de las elecciones. Si fuese por Marín, habría aceptado, pero Ciudadanos no ha entrado en ningún gobierno. Quedarse fuera fue un compromiso global en todas las elecciones, tanto de Rivera como del propio candidato andaluz. Eso cambiará después de la siguiente oleada electoral. Y, considerando el buen momento, a Marín le convendría un adelanto. Podría consolidar su grupo de ocho parlamentarios y soñar con una tendencia hacia los 15: todo dependerá del desgaste de los populares andaluces.

Tendrá que esperar, pero cuando lleguen las elecciones autonómicas, Juan Marín contará con un relato que explicar a sus electores: la presión fiscal ha bajado en Andalucía gracias a su partido, que se ha cobrado en los últimos meses el impuesto de Sucesiones, después de varias rebajas en la cuota autonómica del IRPF. La devolución de las pagas a los profesores de la educación concertada y otras mejoras en sectores profesionales liberales le harán pasar por una oposición útil en comparación con el PP, que ha gastado todos los esfuerzos en derrocar al PSOE por la fuerza de los casos de corrupción. La utilidad del PP es que es el verdadero vehículo para el cambio en Andalucía, pero carece de la fuerza de antes. Al menos por ahora.

Si Ciudadanos aspira a mejorar su representación con el apoyo de antiguos electores del PP, el PSOE de Susana Díaz buscará entre aquellos que respaldaron a Podemos en plena ola de los indignados. Cuando Teresa Rodríguez se presentó a las elecciones de hace dos años, el equipo liderado por Pablo Iglesias era la estrella de la política nacional. Desde entonces, los jóvenes morados han venido perdiendo apoyos. El histrionismo de su líder ya le hizo perder todo lo que podría haber ganado al acudir en coalición con IU, pero lo que está resultando letal es el manejo de la crisis catalana. Al menos, en el resto del país, donde no se comprende ni los bandazos de Ada Colau ni la equidistancia de Xavi Doménech, su candidato a la Generalitat. La cena secreta, finalmente revelada, entre Pablo Iglesias y Oriol Junqueras en las semanas previas al referéndum del 1 de octubre ha terminado por fijar a Podemos como un colaborador de los independentistas. A todo ello se une la ruptura del pacto en el Ayuntamiento de Barcelona con el PSC, prólogo de un posible acuerdo de Podemos con ERC para hacer presidenta a Marta Rovira. No es una interpretación, es una opinión interna de muchos dirigentes de Podemos, como ya se ha encargado de explicar Carolina Bescansa.

En las próximas elecciones andaluzas, es más que posible que Podemos e Izquierda Unida acudan juntos en la misma lista. Es posible que Teresa Rodríguez figure como candidata, aunque Antonio Maíllo contará con un papel destacado. Ambos grupos suman, en la actualidad, 20 escaños, y es ahí donde quiere morder el PSOE. La postura de Podemos sobre Cataluña no sólo perjudica a sus dirigentes en Andalucía como a los del resto del país, sino que le afecta en especial por la defensa de Pablo Iglesias de la asimetría del Estado. Iglesias excluye a Andalucía de las naciones que coexisten bajo el mismo Estado, donde sitúa la española, la vasca, la gallega y la catalana. La principal reivindicación del nacionalismo andaluz, asumido por casi todos los partidos, es que Andalucía se debe situar entre las comunidades con mayores cuotas de autogobierno. Ello no significa que haya una opinión política en Andalucía a favor de considerarla una nación, basta con el término estatutario de nacionalidad histórica, pero la diferenciación sí causa un recelo general.

A Podemos, que en este sentido es más nacionalista que el PSOE, le viene muy mal que su líder no la reivindique como nación. Es como un plomo que le va a pesar durante la celebración de este 4 de diciembre, convertido ahora en una fiesta gemela del 28-F. El actual líder de IU, Antonio Maíllo, dio la bienvenida al PSOE a la celebración del 4-D.

En cierto modo es verdad, los socialistas participaron en las manifestaciones de diciembre de 1977, pero desde el 28-F de 1980, fecha del referéndum, el PSOE se sintió más cómodo en esta fecha como referente institucional. El 4-D quedó para la izquierda radical, pero los socialistas se han lanzado a abrazarla ante el temor de que Podemos pudiera patrimonializarla. De nada ha servido, Iglesias ha destrozado de un plumazo las reivindicaciones nacionalistas de Podemos en el Sur.

El PSOE de Susana Díaz obtuvo los peores resultados de su historia en 2015, al menos en número de votantes, este partido suma 35 años de gobiernos ininterrumpidos y ahora tiene que hacer frente a la consolidación de dos grandes formaciones a su derecha y a su izquierda. Las elecciones de 2019 no son fáciles, bastaría que el PP le adelantase en votos para que Ciudadanos se viese obligado a consolidar el cambio. Pero el PP de Juanma Moreno no está funcionando bien, tiene problemas internos en buena parte del territorio y las alcadías de las capitales de Andalucía occidental no retornarán a su partido, no avanza. Sus opciones son más reales que nunca, porque hay una segunda fuerza a la derecha, ya no necesita ganar por mayoría absoluta, pero no hay sondeo que no le otorgue una segunda posición. Algunos, incluso, con dos escaños menos de los actuales.

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