La temporada taurina

Andrés Romero, temporada grande

  • El rejoneador onubense repasa un curso saldado con 57 trofeos (18 salidas a hombros), 27 paseíllos y 6 plazas de primera.

La mañana de otoño sigue pareciendo primavera, y el desayuno en Campofrío es parada acertada con el compañero de viaje, Manuel Jesús Montes. Han caido unas migas recién hechas, con temple de lumbre serrana, y además... sin prisa. 

Desde La Corchuela se divisa Higuera de La Sierra. Un trozo de tierra donde se construye el cuartel general de un chaval joven que ha situado a Huelva en el escalafón del rejoneo.  Ese será el espacio idóneo para ajustar las cuentas de una temporada que ha hecho cruzar límites al protagonista de este reportaje.  

Hablar con Andrés Romero se hace imprescindible en este remate de la temporada. Aún más si se tiene en cuenta que ha sido el único representante de la tierra en un escalafón superior.

–Terminó la temporada para Andrés Romero. Qué dejó, qué significó, que echa de menos, qué ha sobrado... 

–Quedan muchas buenas sensaciones. He aprendido mucho de esta temporada. Me ha presentado en las grandes plazas, me ha puesto delante de grandes aficiones. Me quedo con eso. He ido de novato, he competido con gente que lleva ya por delante muchas horas de vuelo, y en definitiva se puede decir que he estado compitiendo en la élite del rejoneo.

–La temporada marca diferencias en todo. En el concepto de cuadra, de competencia e incluso diría que en de auto exigencia.

–Es innegable que todo  ha sido una apuesta y que ha exigido por supuesto un nivel alto para no desentonar, para subirte al carro del triunfo, que no solo seas un convidado de piedra. Cuando se ve uno anunciado en sitios importantes, a tu lado están muchas tardes los que mandan en esto y no salen a perder. Está claro que hay que hacer ese esfuerzo para mentalizarte en que aquí te van a permitir pocos fallos y que si al final te vas a hombros con ellos, será porque te lo has merecido. Por otro lado, estoy contento porque la cuadra ha respondido, y  a pesar de que se han pinchado toros en plazas importantes, también me queda la satisfacción de que por lo menos a muchos de esos toros le he cuajado faenas importantes.  Me quedo sobre todo con que hemos estado al nivel que la temporada nos ha exigido, y ahora por supuesto llega el invierno y queda tiempo para reflexionar en qué he fallado, en qué tengo que mejorar y pensar en esas metas que han de llegar la próxima temporada.

–Pensar, resituar. Al final miras para detrás, ¿qué es lo que se ha cumplido, qué ha faltado?

–Se ha cumplido en cuestión de triunfos, que han sido muchos, prácticamente se me han ido pocas tardes. Se ha cumplido en que ha habido empresarios que nos han llamado, que nos han respetado. Creo que ese era uno de los objetivos y pienso que es un punto de partida importante para mirar al futuro. Esto hay que subirlo peldaño a peldaño y con la constancia de buscar siempre lo mejor de ti mismo como profesional. Sí es verdad que si en Madrid no se hubieran pinchado los toros, todo hubiese ido mejor, pero esto no es de color de rosas, si no cualquiera lo haría. El objetivo era que en este 2014, el nombre de Andrés Romero sonara fuerte en la temporada y lo importante es el respeto que uno ha notado por parte de las empresas. No es un mal balance.

–Ya no es solo cuestión de competencia sino de esa auto exigencia íntima que uno mantiene cuando ves que en un paseíllo están, pues en definitiva, gente que admiras, que son maestros, rejoneadores que mandan con fuerza. Todo un esfuerzo.

–Sí, pero ya no es solo en la plaza. Esa auto exigencia termina llenando tanto tu vida que en algún momento tienes que parar porque si no terminará contigo. Se mete en todas las partes de tu vida, lo llevas al límite con tu cuerpo, con tus caballos, con todo lo que te rodea, que tienes que tener también la capacidad de administrar esa lucha interior porque al fin, eso puede llegar a ser parte de una autodestrucción personal. Tienes que llegar a ese equilibrio de pensar que los caballos están bien, de que tú vas a estar bien y que no por mucho machacar a los animales con demasiado entrenamiento vas a llegar más lejos.  Estar en una temporada exigente necesita de una mente fría que ponga razón en todo lo que hagas.

–¿Arrependtio de algo, si es que hay de lo que arrepentirse?

–No me arrepiento de nada. Sé que hay cosas que mejorar, pero en absoluto nada que haya pensado que no lo tenía que haber hecho.

–Después de haber pasado una temporada donde Romero ha estado en un nivel alto de actualidad, saltan voces de todo tipo. Que si era prematuro anunciarse en tal plaza, que si falta cuadra para este tipo de temporada, que quizás en otro momento... ¿Qué opina  de todo esto?

–Yo escucho todo, respeto todo porque no creo que nadie lo haga con ánimo de perjudicar, pero aquí lo único cierto es que las empresas me han puesto, que yo estoy para torear y a ninguna plaza iba a decirle que no. Llegué a Valencia y se dio la talla, estuve en Sevilla y salí a hombros, en Madrid cuaje dos faenas que se llevó por delante la espada y mira, el balance es muy digno. Sí te digo también que Bilbao me pesó mucho. Quizás porque aquello salió tan de repente, que de pronto no te da tiempo a mentalizarte de que vas a medirte cara a cara con el toro más duro de toda la temporada, que sustituyes a un compañero que no puede estar, todas esas cosas. Pero bueno ahí estuve y nadie podrá decir que le tuve miedo a anunciarme. Ahí está mi temporada, y creo que con cosas importantes.

–En definitiva, será ese baúl con el que empieza a caminar en la que llegará el próximo año.

–Pues sí, estoy convencido de que eso es cierto. Tener un rodaje, haber vivido esta temporada con esa carga de tensiones, de emociones y tanto trabajo es lo que te lleva a cuajarte como torero. En ese aspecto siento que he crecido como profesional, y que sí, que tener preparación, una buena cuadra y afición, es importante, pero la experiencia es vital cuando tienes que mirar al futuro y sabes que vas a tener que subir un par de peldaños más para que sigan creyendo en tí. En ese aspecto, puedo decirte que ese último festejo de mi temporada, en Palos, me demostró interiormente como empieza uno a entender a los públicos, a sobreponerte a cualquier circunstancia, a que el público disfrute contigo porque tú eres capaz de buscar que los espectadores sean felices con lo que haces y conecten contigo.

–No se puede decir es que no haya sido intensa la experiencia porque hay cicatrices por todos lados. En los caballos, en el rejoneador.

–Eso mismo comentaba con mi hermano, porque da la casualidad de que en todas estas temporadas atrás había tenido, sí, algún porrazo, pero nunca una cornada. Este año llega Sevilla y la primera, llega Bilbao y otras dos… pero es que es así. Llegan las grandes ferias, el toro está menos arreglado, tiene más cara, hay que pisarle mucho sus terrenos y bueno, si llega una cornada que sea porque te has arrimado. Sí que es verdad que jode mucho que le peguen una cornada a un caballo, que te peguen un porrazo a tí, pero esto forma parte de la Fiesta, los toros hieren y si no fuese así de difícil la cosa, no tendría ningún merito ser parte de esta profesión.

–En esa dureza también descubre que hay caballos que estaban como en una segunda línea dentro de la cuadra y que salen en un trance difícil de un festejo y cuajan la tarde. Me estoy acordando, por ejemplo, de Conquistador en Sevilla tras la cornada a Perseo. Imagino que la temporada le ha permitido descubrir que ha habido caballos que han dado un paso al frente.

–Pues sí. Es una de las satisfacciones de la temporada ver cómo junto a los caballos más 'estrellas' de mi cuadra también han estado ahí Carbón, Conquistador, Cheke, con el que empecé sin adaptarme muy bien a él, pero llega una tarde dura como la de Bilbao y funcionó perfectamente. En Palos, también. Son caballos que están ahí, que los demás tienen acaparada toda la atención, pero en definitiva son caballos muy importantes y creo que están a un gran nivel.

–Evidentemente Guajiro ha sido ese caballo que ha servido para poner muchas veces las cosas en su sitio. Digamos que a ese se le esperaba.

–Sí, sí, completamente de acuerdo con eso. La verdad es que Guajiro no era un caballo en el muchos confiaran. A mí en cambio me gustó desde el principio, es un caballo que lo he puesto yo, que lo he hecho yo y con el que me siento capaz de todo porque está a gran nivel. Es cierto que se le veía venir pero no nos olvidemos que es un caballo y que como animal pues podía haber tenido sus momentos, pero la realidad es que ha estado brillante toda la emporada.

–Cuando uno se queda solo de verdad, en esos momentos que tiene la vida de un rejoneador, ¿qué reflexiones son las que salen?

–Que siempre hay que mejorar. Soy poco conformista y siempre estoy persiguiendo metas. Una de ellas que es la de venirme al campo con los caballos y eso de cara a la temporada próxima ya lo voy a tener. Está claro que contra mas metas consigas, más persigues. Este es un mundo muy complicado, siempre está uno buscando la perfección porque también es verdad que aquí hay mucha gente esperando que se te resbale un pie para hacerte daño. Queda mucho por conseguir, esa es la reflexión que más se me viene a la cabeza.

–¿El momento más amargo de la temporada?

–No sé si amargos, pero tristes sí, cuando por ejemplo he pinchado faenas que me hubiesen dado muchísimo con tan solo salir a hombros de plazas como Madrid o Málaga, por ejemplo. Hubiese sido la temporada soñada, pero no nos engañemos, tampoco somos supermán. Dentro de cualquier profesional está la persona, y somos imperfectos. La amargura procuro cubrirla con nuevas ilusiones porque si algo no me puedo permitir es no mirar siempre adelante y tener el valor de remontar cualquier adversidad.

–Quizás esos errores son los que más enseñan y los que más ofrecen para un futuro.

–Pues sí, porque aquí hay momentos en todo no es jijí, jajá, y que bien has estado. Cuando fallas no hay tanta risa ni tanta gente a tu lado, y te das cuenta de ahí siguen los que te quieren, los que te apoyan, tu equipo y, principalmente, tú con tu trabajo y las ideas muy claras de lo que quieres llegar a ser.

–El momento más imborrable de todo este año, ¿cuál?

–Hay muchos. Afortunadamente llegaron triunfos, tardes bonitas, salidas a hombros con compañeros importantes, pero bueno está claro que me quedo con la tarde de mi alternativa.  Bajar al hall del hotel y encontrarte con muchísima gente de mi tierra, de gente de otros sitios, un hotel lleno, Sevilla, la plaza, tener la Puerta del Príncipe al alcance de la mano. Me quedo desde luego con esa tarde.

–Bueno, quedan más años, profesión, plazas ferias. No se lo puede comer uno todo el primer año.

–Es verdad, pero yo he buscado un camino donde la exigencia es máxima para mantener la forma en la que tengo que caminar por esta profesión. Hay que ir a todos los sitios y triunfar, pero yo no puedo mantener una línea con plazas menores, triunfos menores y honorarios menores. Así que a lo que tengo que aspirar es a estar en plazas importantes, en Madrid, Pamplona, Bilbao, Sevilla y además triunfar y poder vivir el sueño grande de una profesión que llena toda mi vida. 

–¿Planes de cara al año que viene?

–En primer lugar seguir trabajando en la misma línea de este año. Constancia, superación, mucho entrenamiento y corregir errores. En segundo lugar rematar esa ilusión que tengo que es venirme ya definitivamente a esta finca, con mis caballos, tener todo más a la mano, adaptar este espacio como mi gran cuartel general de la temporada. Pienso que eso me va a dar un plus de tranquilidad para un año que va a ser importante y confiando en el trabajo que mi apoderado pueda hacer en los despachos.

–Bueno, muy difícil tampoco se lo ha puesto.

–Ya, pero este es un mundo que nuca se sabe. Ninguna temporada es igual a otra, hay que esperar que lleguen los contratos, dejar que todo se fragüe y que salgan las cosas como se espera. Mi meta es estar en las grandes ferias, con todas las figuras. De otra forma no me veo.

–Curiosamente Huelva, que es la casa, se vislumbra en la temporada como una tarde a la que una Puerta Grande tapa su crudeza.

–Huelva fue la tarde más difícil de la temporada. Un mano a mano, me lo propuso la empresa, me lo comentó Diego, y lo vi. En principio era un reto con ganaderías duras. No pudo ser con ese tipo de hierros y al final fue con lo de Sampedro. Un mano a mano con Diego no es nada fácil.  Mucho menos en tu tierra. Una caída en el primer toro que te desconcierta, una plaza con la gente esperando mucho más de ti. Pero bueno ya llegó un momento en que hubo que tirar de garra, al final las tres orejas y todo lo que vino, pero en definitiva una tarde muy dura que no se me olvidará de la cabeza porque fue una tarde de superación.

–¿En que  cambia la vida tras estos dos últimos años de profesión?

–En lo personal, yo pienso que en poco porque sigo siendo el mismo de siempre. Te cambia, sí, en tu forma de trabajar, de planificar tus cosas, y en lo que va esperando de ti el aficionado. Es otro nivel de exigencia distinto y tus debes de afrontarlo. Todo es ya mas medido, mas metódico, y en no fallar. Si acaso, la fama que acarrea este mundo, pero poco más.

–¿Y esa fama se lleva bien?

–Pues unas veces mejor que otras. Pero se sobrelleva. Por lo demás, es verdad que me siento muy comprometido con la ayuda que pueda prestar mi nombre, mi profesión, a bien hacer  a los demás y te digo que lo hago gustoso. Creo que todos debemos aceptar ese compromiso con la sociedad y con la Fiesta en sí. Ahí si te digo que me siento enormemente feliz. 

–Hace poco más de una década pensar en lo que hace hoy un caballo ante la cara del toro se podía realizar suena casi a una osadía. Hoy el rejoneo termina siendo una lidia espectacular. ¿Queda algo más por inventar, por hacer?

–Quedan muchas cosas por hacer. Es verdad que hay otras muchas concretadas. Caballos que andan de costado mirando al toro, invertir el viaje por los adentros, caballos que templan una enormidad, quiebros increíbles… de cualquier forma siempre pienso que se le pueda dar un cuarto de vuelta más a la tuerca. Seguro que seguiremos viendo cosas importantes en el rejoneo.

–Imagino que habrá escuchado que se parece a Ventura.

–Tengo muy claro que lo que hago es lo que siento. Cómo lo hago, también. Yo se que alguien puede caer en esa tentación fácil de compararme con Ventura. No es un demérito que vean en ti cosas de un rejoneador grande como es Diego. Inevitablemente es mi maestro, con el que he aprendido y al que estoy agradecido, claro que sí, pero yo creo que al margen de algún gesto de garra ante el toro, hay otras cosas más importantes en mi carrera y mi forma de estar ante el toro.

–¿Molesta esa continua comparación? 

–Sí que me molesta, porque yo no imito a Diego, ni quiero imitarlo. Yo tengo mi concepto y él tiene el suyo. Al fin y al cabo, tengo muy claras mis cosas, lo que quiero llegar a ser y lo que quiero que el aficionado vaya encontrando en mí a través del tiempo. Por eso estoy aquí y esa es mi lucha cada día. 

 

Casi la hora de almorzar. En uno de los llanos de la finca, un becerrete  colorao, encastao y celoso de su bravura acomete a dos potros nuevos en la cuadra de  Romero. Kabul, un tordo hijo de Conquistador y Sol,  otro albino en manos de Romero, apuntan clase y torería en su primer encuentro con el bravo. 

 

Es el privilegio de un debut.  Nombres a los que Andrés trabaja de cara a nuevas incorporaciones, porque los sueños crecen y la cuadra también. 

 

Sueños depositados en que un día potros de su casa protagonicen cosas brillantes de una temporada. Héroe y Huracan son dos de los que aspiran a serlo. Los dos tienen tres años y son los primeros que llevan el hierro de Romero. Allá en la Corchuela van a saber pronto de quiebros y miradas ante un toro. Seguramente muchas más  cosas llevan ambos en  la imaginación de un rejoneador que ha cuajado una brillante temporada. No lo dice él. Lo pienso yo, desde el convencimiento de que posiblemente a Andrés le han faltado tres rejones de muerte en la temporada, pero por encima de eso, muy por encima, hay  trece tardes en la temporad junto a Ventura y Pablo Hermoso y diez tardes a hombros con ellos. Temporada grande.

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