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La historia del parque, a vista de pájaro

  • La teledetección del terreno a través de sensores permite a investigadores de la Estación Biológica, dependiente del CSIC, reconstruir históricamente los cambios en la fisonomía del espacio natural

La teledetección es la disciplina basada en el empleo de sensores remotos -colocados en satélites, en aviones o sobre la superficie terrestre- que permiten adquirir información sobre distintos objetos que están sobre la corteza de la Tierra en función de la respuesta que tiene a la radiación electromagnética, a la luz, y tiene una importancia científica vital para el Espacio Natural de Doñana. El Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica y Teledetección (LAST) de la Estación Biológica de Doñana (EBD) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), conformado por los investigadores Ricardo Díaz, Javier Bustamante y tres técnicos más, desarrolla desde 2003 sus propios proyectos de investigación e interactúa con otras disciplinas, erigiéndose como un servicio fundamental en el parque.

La teledetección empezó su despegue en los años 60, con la puesta en marcha de los satélites meteorológicos. A partir de 1972 la NASA envió una misión, la Landsat, todavía vigente, de forma que "nosotros en la EBD tenemos la serie histórica de imágenes que tienen 30 metros de resolución, siete bandas espectrales, desde el año 1975 hasta la actualidad", actualizadas cada 16 días. Eso significa que uno puede hacer una reconstrucción excelente de cualquier cambio que haya tenido lugar en Doñana y "reconstruir las tendencias" en función, por ejemplo, de los procesos naturales o de las intervenciones humanas.

Los satélites de observación de la Tierra son, en gran parte, de uso militar o de telecomunicaciones, "pero tenemos una parte que son para estudiar la Ciencia y nos indican el estado de salud del planeta". Buena parte del desarrollo tecnológico de ellos procede del mundo militar, el más interesado en tener la mejor resolución espacial, "con sensores capaces de discriminar un tanque de un coche". Hoy en día existen otros embarcados en satélites con capacidad para distinguir elementos de un tamaño de 60 centímetros.

Sin embargo, en muchas ocasiones, no es la resolución espacial la herramienta más importante para los investigadores del CSIC, sino la espectral. Esto es, "el rango de longitudes de onda en el que el sensor es sensible". Las radiaciones magnéticas interaccionan con cualquier tipo de elemento u objeto de mil maneras. Por ejemplo, la vegetación en el infrarrojo cercano "refleja muchísimo porque está altamente compuesta de agua". Y eso facilita, tras la obtención de la firma espectral de cada huésped de Doñana, la distinción de la vegetación del resto de elementos, detectando el avance de especies invasoras como el helecho azolla en la marisma y el comportamiento de las autóctonas.

El parque se ha visto sometido históricamente a infinitos cambios "tanto de origen natural como antrópico". El LAST se halla inmerso en el discernimiento de los distintos procesos naturales que gobiernan determinadas cubiertas, como la dunas. El sistema dunar de Doñana es el más grande España, con "25 kilómetros de largo y hasta cinco kilómetros de ancho" en determinadas zonas, detalló Ricardo Díaz, que precisó que su departamento registra las tasas de medidas del avance anual de las dunas, estimado en ocho metros regularmente, con un máximo de diez y, al mismo tiempo, "zonas en que se han estancado". De este modo, se puede llegar a entender cuál es la dinámica natural de la zona y cuál fue el impacto, por ejemplo, de la construcción de espigones como el de Huelva para el aporte de sedimentos. Por poner otro ejemplo, el científico destacó que la playa de la Punta de Malandar, ubicada en la desembocadura del Guadalquivir y frente a Sanlúcar de Barrameda, en los últimos 20 años "se ha extendido del orden de 150 metros".

Uno de los proyectos de investigación del LAST tiene que ver con la reconstrucción histórica del régimen de inundación de la marisma de Doñana (basado fundamentalmente en la precipitación y en los aportes de los caudales entrantes), que ha sufrido grandes modificaciones por intervención humana a lo largo de los últimos 30 años. En este marco, las imágenes del satélite se utilizan para valorar cómo funcionan los modelos de gestión y llenado de la marisma, simulando condiciones de inundación reales y pudiendo testar la validez de modelos predictivos para este fin.

Díaz puso como ejemplo el programa de restauración de la marisma de 2005, que se hizo tras el accidente de la presa de Aznalcóllar, cuyo fin era recuperar la cantidad del agua entrante a la marisma. Para ello desarrollaron un modelo hidrodinámico que mide la tipografía de la marisma mediante un sensor, "ya que tiene un metro de rango de variación en toda su amplitud de 25.000 hectáreas (por ello es muy sutil)", obteniendo un modelo digital del terreno, "como una especie de bañera, para saber por un lado o por otro cómo se iba a llenar". De este modo, se ha podido refinar el modelo, que ya "está empezando a funcionar".

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