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El museo de la devoción rociera

  • El santuario da cabida a unas dependencias en las que se muestra una gran parte del acervo cultural y devocional que gira en torno a la Blanca Paloma.

El Museo Tesoro de la Virgen del Rocío ha abierto este fin de semana sus puertas al público. Es un espacio al que dan cobertura los triforios situados en los laterales de la ermita marismeña y que permite a cualquier profano entender los orígenes y la dimensión de una de las devociones marianas más importantes y antiguas de España.

Como citan desde la Hermandad Matriz, el objetivo no es musealizar una fe sino que a través de enseres, cultos y tradiciones narrar al espectador el sentimiento rociero. Así lo resume su presidente, Juan Ignacio Reales: "El proyecto busca un triple objetivo: dotar de unos espacios adecuados y acordes al patrimonio de la Hermandad Matriz de Almonte; ponerlos a disposición del público que pretenda conocer y profundizar en las raíces marianas, y, por último, convertirnos en referente a nivel turístico de la comarca".

Entre todo este patrimonio se pueden encontrar piezas emblemáticas, como el retablo de la antigua ermita, un trabajo de carpintería esculpido en 1780 por Francisco de Acosta El Mayor. También un azulejo de 1696 de manufactura sevillana, el cual residía en la parte superior de la puerta principal de la ermita primigenia. La importancia de este elemento arquitectónico radica en que se trata del único elemento del vetusto edificio que aún se conserva y que se mantuvo en el nuevo templo que se construyó tras el terremoto de Lisboa en 1755. Para más inri, se trata de la primera representación pictórica de la virgen de cuantas se encuentran fechadas de manera fiable.

Ello nos lleva a ilustrarnos sobre las dos importantes restauraciones del templo marismeño. La primera, en 1915, y una segunda, en 1942. De aquella primera edificación se encuentran, a cada lado del balcón del piso superior, dos escenas idealizadas de la historia rociera, en cuyos laterales, como si enmarcase la escena, aparece el nombre de las filiales existentes hasta ese año.

En cuanto a las piezas artísticas, se encuentran desde alhajas incrustadas en el rostrillo de la Virgen, pasando por la corona de finales del XVIII; las ráfagas y media luna que portaba la imagen en 1733 o la paloma que simboliza el Espíritu Santo y pertenecía al antiguo camarín.

Otro de los elementos más destacados lo conforma el famoso paso de la Virgen, que data de 1933 y fue donado por Juana Soldán y Pérez de Rayón, el cual fue recubierto en plata de ley. Un trono que antaño ocupó la Reina de las Marismas momentos antes de que sus hijos saltasen la reja.

También el arte tiene su lugar destacado con exvotos del siglo XVIII en los que se retratan los milagros que se le atribuyen a la Patrona almonteña y que conforman el mejor notario de la fe que ya atesoraba la imagen.

Otras piezas pictóricas recogen la esencia de las primeras romerías y relatan los cambios en la tradición a lo largo de los años, como la sustitución del cajón donde se portaba el estandarte de las hermandades y al que hoy reemplazan las carretas tiradas por mulos o bueyes. Sin despegarse del plano artístico también hay ilustradoras imágenes como la que ofrece Francisco Maireles, retratando la entronización de la Virgen de las Rocinas por el rey Alfonso X.

Hablando del Simpecado, en las vitrinas también se expone el más antiguo del que dispone la Matriz y que data de principios del siglo XVIII, así como varas antiguas.

Dentro de los elementos visuales se muestra la disposición geográfica de las 114 hermandades y las no filiales que conforman la familia rociera; o los caminos que llevan al Rocío, desde las tres leguas que separan la ermita de Almonte pasando por Bruselas.

Pero también, a grandes esbozos, el museo recoge información sobre Doñana y su entorno, o las alusiones que la inmortal obra Platero y yo, del Nobel Juan Ramón Jiménez, realiza sobre esta devoción.

En cuanto a enseres, se dan cuenta de elementos de la liturgia como sacras, vinajeras, cáliz, tazas, cruces, candelabros y otras piezas que datan del siglo XVIII, como el famoso Cajón de las tres llaves. Entre los legajos, los más importantes son aquellos documentos como el Libro de Reglas o el manuscrito del Santo Juan Pablo II cuando visitó en 1993 El Rocío.

Pero si algo ha pretendido ser el museo es muy visual. Sobre esta herramienta narrativa descansa el peso de describir todo lo que acontece en la salida de las hermandades, los distintos caminos, la procesión en la madrugada de Pentecostés o los traslados que tienen lugar cada siete años. Por esta razón, además de las imágenes que se proyectan en las pantallas, el museo dispone de una pequeña sala de proyecciones donde se emite un extracto de quince minutos del documental Rocío, Reina y Madre de Andalucía; una devoción universal, que firma el director Carlos Colón. Se trata de un recital de imágenes que describen qué es El Rocío y el caudal de fe que despierta en millones de peregrinos.

El museo recoge una por una alguna de las piezas más iconográficas de la Virgen. Es el caso de su famoso ajuar y el del Niño Jesús, donde se pueden encontrar desde distintos mantos, sayas, tocados, puños y mangas, hasta el rostrillo de la Virgen.

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