Cultura

Las amistades peligrosas

Puerto Atlántico.- T.O.: 'Dorian Gray'.- Producción: Reino Unido, 2009.- Duración: 112 minutos.- Dirección: Oliver Parker.- Guión: Toby Finlay basado en la novela de Oscar Wilde.- Fotografía: Roger Pratt.- Música: Charlie Mole.- Montaje: Guy Bensley.- Intérpretes: Ben Barnes, Colin Firth, Ben Chaplin, Rebecca Hall, Rachel Hurd-Wood, Emilia Fox, Fiona Shaw

Esta es la segunda película con la que ha reanudado su programa de verano Puerto Atlántico en nuestra capital. Siempre pensé que tema tan apasionante como El retrato de Dorian Gray, la única novela de Oscar Wilde, más famoso como dramaturgo, publicada por entregas -hoy diríamos por fascículos-, por primera vez en 1980 en el Lippincott´s Magazine, habría merecido más atención por el cine. Hemos de conformarnos con algunas versiones en los albores de la cinematografía y tres más conocidas, que para mí no reflejan la finura crítica y la agudeza ingeniosa del gran escritor y poeta dublinés, la realizada en 1945 por Albert Lewin, con Hurd Hatfield y George Sanders; la de Massimo Dallamano en 1970, con Herbert Lom y Helmut Berger, y la que ahora nos ocupa que es la tercera adaptación de su director, Oliver Parker sobre obras de Wilde: Un marido ideal (1999) y La importancia de llamarse Ernesto (2002).

Dorian Gray es un apuesto joven aristócrata recién llegado de la Inglaterra rural, tras una atormentada infancia, a su Londres natal, a la suntuosa mansión de sus antepasados. Conoce a los miembros de su clase en la capital e intima especialmente con el pintor Basil Hallward y con Lord Henry Wotton, que lo introduce en los lugares más licenciosos y depravados de los barrios bajos londinenses en el reinado victoriano. Conoce a una actriz, Sybil Vane, que representa a Shakespeare y se prometen en matrimonio. Pero las tentaciones superan a Dorian y decide abandonar a Sybil que acaba suicidándose. La degradación del protagonista es cada día más arriesgada. El retrato que en su día le pintara Hallward será un testimonio revelador de su personal infamia. Mientras los demás envejecen Dorian Gray conserva su lozanía y atractivo. El retrato es el cruel reflejo de su corrupción física y moral.

Uno se pregunta ante esta visión de Oliver Parker de El retrato de Dorian Gray ¿qué queda de la reflexión sobre el hedonismo y el narcisismo de Oscar Wilde? En la perspectiva del tiempo la recreación de aquella sociedad victoriana parecía vislumbrar a la actual en la escala capitalista. Opta entonces por una posición más simplista lejos del retrato complejo del original, decidiéndose por una trama donde priva un relato gótico pero excedido en el aspecto terrorífico de la historia con posturas más fáciles, más morbosas y sobrecargadas al modo de los psichokillers.

Si bien es notable la dirección artística, el buen gusto en la decoración y la excelente fotografía, hay contradicciones ostensibles en la puesta en escena. Sobre todo cuando enfrenta juventud y belleza a la inmortalidad y lo efímero, además de un apresuramiento obsesivo en mostrarlo todo con las tintas cargadas sin cuidar la evolución gradual del personaje de la inocencia a la depravación absoluta, de la influencia nefasta de las amistades peligrosas y la ambigüedad de las relaciones. Es más el efecto visual que la profundidad en el ámbito de las conciencias y las actitudes. Se malogra el auténtico retrato del protagonista, endeble en la expresión del joven Ben Barnes. Mucho mejor sus antagonistas Colin Firth y Ben Chaplin.

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