Paco Guerrero. Crítico taurino

"El toreo es como el amor, es lo más irracional que puedes hacer en la vida"

  • El responsable de la sección de Toros de 'Huelva Información' pregona el viernes la Feria Taurina de las Colombinas. Con este "regalo" celebra sus 25 años como narrador de la fiesta.

Cuando Paco Guerrero habla, repite las palabras "magia", "sueños" y "emociones". Cumple 25 años como narrador de la fiesta taurina y sopla las velas con el mejor regalo posible entre sus manos: ser el pregonero de la Feria Taurina de las Colombinas 2016. El responsable de la sección de Toros de Huelva Información repasa su trayectoria, habla sin tapujos y desde el respeto que le caracteriza sobre la fiesta, y desnuda su alma. Lo hace a cinco días de subirse al escenario del patio de la León Ortega, el antiguo matadero municipal. El periodista taurino abre así su mundo particular, ese que ha curtido a golpe de experiencias en el campo, las plazas y las redacciones, y entrega su corazón -de tinta, que diría Kiko Veneno- en cada frase.

-¿Cuándo vio un toro por primera vez?

-Tendría entre cuatro y cinco años. Fue en Sierra Morena, en Andújar, donde hay ganaderías de bravo. Soy de allí y me vine con siete años a Huelva, cuando estaban los americanos construyendo la refinería. Mi abuelo, que era el gerente de la plaza de toros de Andújar, ya me había llevado a ver toros allí, porque se pueden ver en los corrales antes del sorteo. También los veía en el campo.

-¿Qué sintió?

-El toro te atrapa, en todos los conceptos, si lo ves cerca. Tú sientes cariño, admiración o aprecio por un caballo, pero con el toro sientes miedo y, de pronto, una belleza imponente de la fiereza. El león es fiero, pero yo no siento lo mismo que frente al toro. Te deja la imagen de un animal potente que te permite entrar en sus límites de terreno y en su vida. Esto ya lo he descubierto de más mayor, cuando he tenido la oportunidad de acercarme a esas tapias y ver al toro a cuatro y cinco metros, pensando que esas tapias son papel de fumar para el toro y que en cualquier momento está al lado tuyo, porque es un animal muy elástico. Desde entonces vengo teniendo esa relación con el toro. Tengo una foto personal muy simpática que se hizo cuando llegué aquí y que repaso. Mi primera experiencia fueron unas Colombinas. Entonces estaban en el recinto antiguo, junto al estadio, donde había una plaza monumental que se inauguró en el 69 y que duró muy pocos años por un problema con los cimientos. La plaza se hizo a semejanza de la de Almería y tenía capacidad para 14.000 espectadores. El primer recuerdo que tengo de Huelva es una foto frente a un toro de cartón con una gorrilla y mi niki de rayitas marinero. Creo que desde pequeño siento esta atracción por el toreo. Primero por los toreros, porque es lo primero que te llega.

-¿Cómo fue creciendo esa vinculación personal?

-Era un aficionado de a pie en mi vida diaria. Llegaban las Colombinas, me ponía delante del cartel y como solo tenía dinero para una corrida, elegía a cuál ir. Siempre procuraba escoger un torero que me gustara, que me llamara la atención. Mi tío era veterinario en Moguer cuando nos vinimos y yo me enganché a él, así que aunque no veía toros veía vacas. En el campo me empecé a asentar como aficionado. Ahí es donde tú descubres la parte importante de la fiesta, que es el toro. Y empiezas a descubrir las claves: cómo se mueve el animal en el campo, cuál es su comportamiento, cómo te mira, qué sientes tú, qué percepciones te da. Eso te lo aporta el campo. Si tú eres capaz de hacerte aficionado en el campo nunca te vas a ir de esta afición, pero si caminas al lado de un torero, cuando él se vaya te irás tú. Llegas al toro y queriendo descubrirlo descubres al torero. Y queriendo entender al torero descubres al toro. Esa es una frase textual de mi pregón. Y te empiezas a apasionar por los dos.

-¿No pesa más entonces el toro o el torero?

-Un aficionado no es torista ni torerista, un aficionado lo es a la verdad de la fiesta. No quiere ni un toro que parezca un animal maltrecho en la arena, ni quiere a un torero que no sepa torear, sino que anhela que funcione ese equilibrio. Quiere un toro que provoque riesgo pero que no sea un toro asesino que vaya pegando cornadas. De hecho, el mito de José Tomás se basa en que alguien listo ha cogido esa tesitura y la ha transformado en leyenda. Porque José Tomás no quiere que lo mate un toro, José Tomás quiere quitarle los terrenos al toro.

-Pues la gente dice que quiere morir.

-Es la leyenda que se ha creado, pero a José Tomás no se lo he escuchado decir en la vida. Y justamente la vida pone a José Tomás en la tesitura de casi morir como Manolete, lo que pasa es que estamos en otros tiempos y resulta que aquella cornada de Aguas Calientes no llegó hasta las últimas consecuencias. Pero es la misma cornada que la de Manolete.

-¿Cómo empezó su andadura profesional en este ámbito?

-Desde que llegué, vivo en Moguer y un día un amigo de Radio Moguer, Paco López, me propuso hacer un programa de toros. La radio es el medio más mágico que conozco. Mis primeros pasos por una plaza de toros los di con un micrófono de esta radio. Entonces me llamó Aurelio de Vega, que me conociócuando lo entrevisté como aficionado, y fue mi mentor en Huelva Información. Me llamó un invierno, hace 25 años. La primera crónica fue de un festival a beneficio de la Peña Tendido 11 Miguel Báez Litri, en Lucena del Puerto. Pero entré en la redacción dos semanas antes, cuando me dijeron que escribiera de toros. Estaba Antonio Checa y empecé a escribir. Cuando veo mi primera publicación siento emoción, pero la miro con el tiempo y veo la paciencia que han tenido conmigo porque aquel tipo era horroroso escribiendo de toros.

-¿Cómo se forjó como periodista?

-Siempre me ha gustado mirar y en la redacción de San Pedro me enseñaron mucho. Vi el comportamiento de una Redacción y eso no te lo enseña una facultad de periodismo. En aquella vida interior yo era el de los toros. Se cerraba más tarde porque la rotativa estaba en el Polígono Naviluz, hacíamos planchas de acetato y las correcciones se realizaban con un rotring. Fui aprendiendo a revelar, porque llegaba de la Sierra con cuatro carretes que me daban Muguruza, Espínola o Boni, y aprendí a positivar. Era todo un mundo. Y en ese mundo he aprendido muchas cosas. Parte de eso queda reflejado en el pregón: mis compañeros de redacción, mi casa durante 25 años, con mis idas y venidas. Los compañeros son los que te forjan y todos los días aprendes cosas. Quiero que ellos lo sepan, que sientan que son quienes me han hecho persona de redacción y periodista sin ser licenciado en Periodismo. Me han forjado en mi forma de trabajar y de escribir. Me gusta mucho más como escribo ahora que antes, cuando hacía una redacción de colegio.

-¿Cómo escribe ahora?

-Ahora haces una crónica desde los sueños, porque si tú no tienes sueños como periodista taurino no eres capaz de escribir una crónica bonita. Puedes escribir una crónica técnica, pero yo quiero que un aficionado al día siguiente lea mis sueños de aficionado. Si le tengo que regalar algo a la gente tiene que ser eso. Por eso me cuesta tanto trabajo y tengo que esperar a que termine toda la corrida para poner las ideas en orden. Tomo apuntes pero no me sirven de nada. Me tiene que explotar la idea en la cabeza. Yo he asumido los sueños del torero y si no estás medio loco para escribir de sueños no eres nadie. No sirve, hay que buscar que el espectador perciba sensaciones. Igual te da vergüenza escribirlas en frío, pero no en caliente. Es tu interior lo que plasmas.

-¿Hay que tener una sensibilidad especial para ello?

-Yo creo que todos los que estamos cerca de este mundo vivimos de una forma especial, no es que seamos más o menos sensibles que otros. Vivimos la vida de una forma especial. La vivimos en sensaciones, la vivimos a golpetazos, la vivimos en bébete esta copa que no sabemos si habrá otra. La vivimos de esa forma, y el torero la ha vivido así. No se diseña, al fin y al cabo la vida es así. En un momento estás aquí y en otro no, te lleva para acá, para allá. Al fin y al cabo el toreo es un poco como el amor, es lo más irracional que tú puedes hacer en la vida. Si tú quieres ser un poco cartesiano con la vida, la vida te va a dar un disgustazo tremendo a cada diez minutos.

-También ha trabajado en Territorio Toro. ¿Algún otro proyecto entre manos?

-Estoy en una época en la que se acabó ese proyecto y empieza otro, en torno al turismo. En mi último trabajo descubrí que al cliente extranjero le interesan los toros porque viene desprovisto de prejuicios y de tópicos. Territorio Toro, en la finca de Manuel Ángel Millares, se forjó durante ocho o nueve años y ahora se van a forjar otros proyectos. Aquel nació por convencimiento del ganadero y por vocación mía. Entiendo que tenemos que sacar el toro con total normalidad frente a la gente, explicar el espacio del animal: que se compone dentro de cuatro o cinco años, dentro de una libertad tremenda, dentro de un respeto, con gente que es capaz de dedicar su vida a criarlo. Si somos capaces de explicar todo esto, quizás podamos hacer entender a alguien los motivos por los que nos gustan los toros. Yo no pretendo que le gusten a otras personas, esto no es como tomarse dos cucharadas de algo a ver si te gusta. Esto tienes que pedirlo. No puedes decir: voy a probarlo. Lo pruebas y a lo mejor no te va a saber a nada.

-¿Cómo entender el mundo del toro?

-Tienes que descubrir por qué existe el toro. Y cuando lo descubres, quizás descubras por qué está en la plaza quince minutos. Hasta que no llegues a ese convencimiento no vas a entender al toro. Si no quieres conocerlo en los orígenes tienes la opción de odiarlo, pero creo que odiar es un mal sentimiento en la vida cuando no lo entiendes. Si tienes algún motivo a lo mejor es un desahogo pero si no entiendes una cosa y la odias difícilmente tu alma va a crecer mucho. Yo tengo amigos que han sido animalistas y soy capaz de hablar con ellos de este tema y de otros. Lo que pasa es que hoy estamos inmersos en una corriente de mercenarios trabajando en contra en las fiestas. Gente pagada, gente que hace conciencia a base de recibir mucha remuneración pero no son animalistas. Si lo fueran descubrirían que el animal que vive mejor en toda su vida es el toro de lidia. En plenitud de libertad, de alimentación, de respeto, de todo. Nadie castra a un toro, ni se le pone un collarcito para pasearlo. El toro está en su terreno y las fincas de toros no están hechas a voluntad del hombre, sino respetando el espacio que el toro asume. Tú le puedes poner una valla con diez hilos de espino a un cercado, pero cuando dos toros se pelean 20 metros de esa alambrado vuelan. El toro tiene su terreno, tú puedes entrar y te deja que lo respetes, pero no te deja que lo asumas tú. Si explicamos eso estamos logrando explicar por qué existe la fiesta. Si no, es una galimatías tremendo en el que se confunden sentimientos, sensaciones y tópicos interesados.

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