Huelva

Arenosillo: 20 años de aviones no tripulados

Hace ya casi medio siglo, El Arenosillo, en Mazagón, vivía su primera campaña de lanzamiento de cohetes, el primer paso de la provincia de Huelva en una trayectoria aeroespacial que España emprendía de la mano de la NASA. El Judi-Dart fue el primer cohete sonda -americano- para estudio meteorológico lanzado desde allí; hoy, 47 años después, se espera que los aviones no tripulados Milano -un desarrollo propio del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial- sean algunos de los primeros en probar el Centro de Ensayos de Sistemas no Tripulados (CEUS) que se proyecta en Huelva.

Desde aquel lejano 1966 hasta hoy, El Arenosillo ha ido incorporando en diferentes fases una tecnología que es la clave del desembarco del proyecto CEUS en tierras onubenses, la razón para que Huelva sea el lugar escogido para albergar una instalación única en la Unión Europea y clave en la estrategia aeronáutica española y andaluza. El centro de no tripulados será investigador, abierto al ensayo y certificación de grandes aviones sin piloto o sistemas terrestres sin conductor, un equipamiento necesario para un sector que se espera que alcance cifras de negocio superiores a los mil millones de euros en unos años.

Huelva no es neófita en materia de aviones sin piloto; hace décadas que se trabaja con ellos en las instalaciones de El Arenosillo y de hecho en la actualidad se está participando en el desarrollo de dos de los cuatro modelos sobre los que está investigando el INTA: Alo y Diana. Son aviones de pequeño tamaño, que se lanzan con catapulta y se recogen con paracaídas, los únicos que por ahora puede certificar y calibrar esta instalación. El primero de ellos es un sistema de observación de bajo coste y el segundo un blanco aéreo.

Hasta ahora, los sistemas no tripulados con los que se ha trabajado en el centro han servido para llevar cargas útiles o para simular lo que hacen los grandes aviones cuando se requiere; también para servir de blanco en las pruebas de aviones militares. Pero los equipos que tiene el INTA en Mazagón dan para mucho más que para las pruebas de pequeños drones: "Nuestros equipos son para evaluar grandes sistemas", explica el director del proyecto CEUS, Álvaro Gómez. "Con el coste que supone ponerlos en funcionamiento, cobran sentido para evaluar grandes plataformas. Y el futuro de estas está en los no tripulados". Como el antedicho Milano, un sistema estratégico de vigilancia y observación compuesto por vehículos aéreos no tripulados enlazados vía satélite con una estación de control en tierra.

La certificación y calificación de sistemas de vuelo es ya un eje central en el Centro de Experimentación de El Arenosillo (Cedea). Esta instalación del INTA realiza trabajos y alberga campañas de diferentes empresas, es un centro oficial de homologación que trabaja tanto con el Ejército como en el ámbito civil. La clave de esta labor de certificación está en sus sistemas optrónicos, equipos que permiten ajustar al máximo los datos sobre el vuelo de las aeronaves para sus clientes. Entre esas joyas están cuatro plataformas que se pueden situar en cualquier parte para realizar las mediciones, dotadas de cámaras de imagen, telescopios, cámaras de infrarrojos o radares para dar las coordenadas exactas de las aeronaves (o cohetes, o bengalas) pero que también han servido para estudios lunares y satelitales. Unos equipos muy especiales (en el mundo habrá una quincena) que no sólo convierten al INTA en un destacado centro de trayectografía, sino que son uno de los pilares del proyecto CEUS, ya que servirán (tras su actualización) para calibrar los aviones no tripulados.

Las plataformas se despliegan en línea en la costa, mirando hacia la extensa zona de exclusión aérea que es otra de las virtudes de El Arenosillo: 150x50 kilómetros sobre el Océano Atlántico que serán también el campo de pruebas de los no tripulados. Esa batería de plataformas conectadas por fibra óptica con el centro de control que recoge todos los datos de la instalación ha sido utilizada recientemente, por ejemplo, por el A-400 para evaluar su sistema de defensa. En estos días está a disposición de los helicópteros de Eurocopter, que están desarrollando una campaña de un mes y medio para probarlos, durante la que se certificará su envolvente (el punto hasta el que es posible llevar una aeronave de manera segura). También se realiza el control de seguridad en los lanzamientos desde el anexo campo de tiro (instalación del Ejército), aunque según remarca Gómez, "el 80% de los proyectos del INTA ahora son civiles".

Civil será también el centro de no tripulados. La expansión de estos sistemas, nacidos como tantos otros avances tecnológicos en el ámbito de la defensa, se orienta a su uso en labores de vigilancia, medioambientales, en situaciones de crisis, pero también comerciales o de transporte. "Para 2017 se espera que los aviones no tripulados puedan compartir espacio aéreo en Europa y para 2020 ya se podrá permitir un solo piloto cuando haya sistemas de aterrizaje autónomo", apunta el director del proyecto. Con ese futuro por delante el centro de Huelva puede hacerse con una cuota de mercado que ansían también otros países europeos, como Francia y Alemania. Ambos están a la espera de que el CEUS fracase para poder hacerse con fondos Feder para sus proyectos, los mismos que financiarán el 80% del coste de la instalación onubense (60 millones incluida una plataforma aérea de investigación). Y precisamente esos fondos Feder son los que condicionan que el proyecto no puede orientarse a su uso militar, algo en lo que insisten desde el centro, al igual que en otra idea: "Esto no es un aeropuerto ni un aeródromo. Es un laboratorio".

Ese centro de excelencia se nutrirá de la investigación energética ya realizada en el Cedea. En el Laboratorio de Sistemas de Energía Terrestre se trabaja en dos áreas fundamentales: la energía solar térmica, con homologaciones y acreditaciones, y la tecnología del hidrógeno y pilas de combustible. Este segundo eje de trabajo surgió en relación con el proyecto Hermes, para construir un transbordador espacial europeo, que no llegó a buen puerto, pero fue el germen de un sistema energético que permite una retroalimentación continua y que podría utilizarse como sistema de propulsión de los aviones no tripulados. La clave está "en el uso del hidrógeno como vector energético, para almacenar y transportar energía" explica el jefe del Laboratorio, Fernando Isorna. El sistema se basa en la producción de hidrógeno a partir de una energía renovable, utilizando ésta para descomponer agua en hidrógeno y oxígeno. El hidrógeno se almacena hasta que es necesaria de nuevo la energía; entonces, basta con pasar hidrógeno y oxígeno por la pila de combustible para generar de nuevo energía y agua, que es devuelta al electrolizador en un circuito cerrado. A partir de ahí comenzaría de nuevo un proceso que será la base de los grandes sistemas no tripulados. Por ahora, el INTA prueba el sistema en un todoterreno (un proyecto que se quedó en el prototipo al cerrar Santana) y un vehículo pequeño, el delfín.

Una de las partes del proyecto CEUS tendrá una gran aplicación en otra de las áreas clave del Cedea, la de sondeos atmosféricos. La Plataforma Aérea de Investigación, una de las partes introducidas recientemente en el proyecto (para ella se ha elevado el presupuesto) es un avión no tripulado que albergará la última tecnología de recogida de datos y que podrá utilizarse en situaciones extremas (nubes tóxicas, emergencias radiactivas), en la vigilancia de fronteras o en estudios atmosféricos. Será la primera de Europa y una de las escasas existentes en el mundo, un avance sustancial para la captación de datos que se sumará a los trabajos que ya realiza el departamento dirigido por Benito de la Morena. Desde los datos de la ionosfera a la concentración de ozono, el centro más conocido de El Arenosillo está integrado en diversas redes internacionales de medición atmosférica. Los estudios se ven favorecidos por el mismo factor ambiental que fue decisivo para la elección de Huelva para el centro de no tripulados: 320 días operativos al año gracias al benigno clima onubense.

Como resume el director del Cedea, el coronel José Parejo-Bravo, "la inversión que ya hay aquí y la experiencia que acumulamos han sido claves en la selección de la ubicación". Consciente de que la situación en el entorno de Doñana puede levantar suspicacias, el director del Cedea insiste en que el espacio en el que se construirá (una zona de monte público de Moguer) es el que reúne las condiciones para una instalación que no se puede alejar mucho del centro actual y que también está condicionada por la cercanía de la refinería. Y recuerda que este centro "va a ser un polo de atracción para el sector aeronáutico, que vendrá si el centro se construye" a instalarse en los polígonos de los pueblos circundantes. "El objetivo -apostilla- es que no se hable del eje Sevilla-Cádiz en términos aeronáuticos, sino del triángulo Sevilla-Cádiz-Huelva".

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