Historia menuda

Huelva y la magna Grecia (I)

La esplendorosa civilización griega no podía dejar de acercarse a la Europa occidental, y España fue el país de esta zona europea a donde llegaron las últimas influencias helénicas.

Si bien las primeras manifestaciones colonizadoras griegas las sitúan en tiempos de la guerra de Troya, a esta zona sureña llamada Tartessos, de la que Huelva formaba parte, no llegaron los navegantes foceos (nautas griegos dedicados a la actividad comercial que procedían de la ciudad jonia de Focea, en la actual Turquía) hasta fines del siglo VII y mantuvieron las relaciones comerciales hasta finales del siglo VI antes de Jesucristo, según los hechos históricos transmitidos por las fuentes antiguas. Así, Herodoto nos narra (I, 163) las excelentes relaciones Tartésica- helena:

"… Los focenses ganaron de tal forma la amistad de este príncipe (Argantonio) que, inmediatamente, les invitó a dejar Jonia para venir a establecerse en la región de su país que ellos quisieran y, al punto, instruidos por ellos acerca del avance de los persas, les dio dinero para fortificar su ciudad con una muralla…".

Paloma Cabrera Bonet en su excelente trabajo titulado El comercio griego en Huelva en la época arcaica, amplia, además de citar a Focea, la procedencia de los helenos como originarios también de las ciudades de Quirós, Mileto, Corinto, Alica, Samos -expedición o viaje capitaneado por Colaios- de la que también Herodoto (IV, 152) da cumplida cuenta:

"… Una nave samia, cuyo patrón era Colaios, que navegaba con rumbo a Egipto, se desvió de su ruta y arribó a… Platea (isla de Libia)… Acto seguido, los samios partieron de la isla y se hicieron a la mar ansiosos por llegar a Egipto, pero se vieron desviados de su ruta por causa del viento de Levante. Y como el aire no amainó, atravesaron las columnas de Hércules y, bajo el amparo divino, llegaron a Tartessos. Por aquel entonces ese emporio comercial estaba sin explotar, de manera que, a su regreso a la patria, los samios, con el producto de su flete, obtuvieron, que nosotros sepamos positivamente, muchos más beneficios que cualquier otro griego…".

La metamorfosis de Huelva con la llegada de los griegos queda citada óptimamente por Jesús Fernández Jurado en el tomo IV de Huelva y su provincia, fechado en 1987, cuando nos dice:

"… En definitiva, ha podido comprobarse que la población de Huelva experimentó un gran desarrollo económico y urbanístico, desde el siglo VIII a las últimas décadas del siglo VI antes de Cristo, extendiéndose por las laderas de los cabezos y acercándose cada vez más a la orilla del río Odiel. Y es que, aunque se ha dicho que el hábitat antiguo en Huelva estuvo en la parte alta de los cabezos, las numerosas excavaciones efectuadas y la realidad del muro de San Pedro evidencian que esto no fue así, sino que la población se ubicó tradicionalmente en las vaguadas y laderas de los cabezos, usándose las zonas altas como lugares de enterramientos, caso de La Joya y Santa Marta, así como posiblemente La Esperanza…".

Los griegos intercambiaban sus productos (sobre todo su brillante cerámica en la que tenían gran prestigio, que pronto fue fabricada en España y nada tenía que envidiar a la realizada en la metrópolis de origen) por bienes de consumos obtenidos en estos lares, como aceitunas, queso, aceite, frutas, vinos… y, sobre todo, por los materiales que, procedente de la provincia, llegaban a Huelva con profusión. Avala este aserto los hornos de fundición del siglo VI antes de Cristo encontrados en la calle Puerto, "aunque sólo pudo excavarse uno de ellos totalmente, ya que el otro se introducía bajo el edificio construido en el solar anejo". Antonio Manfredi escribía en el diario Odiel del 3 de marzo de 1982:

"… Un horno de fundición de minerales fechado en el siglo VI antes de Cristo ha sido hallado por el grupo de excavación perteneciente al Servicio de Arqueología del Instituto de Estudios Onubenses, dependiente de la Diputación Provincial, dentro de las excavaciones arqueológicas que se llevan a cabo desde los primeros días de febrero en la calle Puerto, en el solar que ocupa el número 6.

Como se recordará el grupo de arqueólogos que dirige Jesús Fernández Jurado comenzó sus trabajos sobre un solar de cincuenta metros cuadrados útiles, donde se tenía la certeza de que podía encontrarse algo muy interesante, de acuerdo a lo que apareció en los solares anejos, hoy ya construidos.

Además del horno de fundición se han localizado también diferentes paredes y muros de hogares de los habitantes de la Huelva de aquella época, que, según parece incorporaban un horno para realizar sus trabajos de fundición de minerales, que normalmente eran traídos desde las explotaciones de Riotinto.

En el horno se han encontrado las escorias de los trabajos de fundición, que serán analizados por un laboratorio especializado al objeto de determinar su verdadero contenido, aunque lo más probable es que los habitantes autóctonos de Huelva, profundamente orientalizados, intentaran conseguir plata y oro.

"Hemos encontrado aquí -nos dice el director de la excavación Jesús Fernández Jurado- varios niveles de habitación, después de un paquete grande de rellenos modernos. Estos diferentes niveles están alterados en parte por dos pozos de agua también de época moderna. De todas formas, tenemos una serie de muros de esos niveles de habitación. El más moderno puede fecharse en el siglo IV antes de Cristo y otros se van ya al siglo VI por la cerámica de barniz rojo y la de platos grises que la acompañan…"

"… Pero lo más importante, continúa, es un horno de fundición de metales que hemos encontrado con bloques de cal perfectamente construido, trabadas con arcilla y que ha aparecido completamente colmado de escorias posiblemente de fundición de plata. Por las excavaciones que se han hecho sobre poblados de esta época parece normal que cada familia o grupo reducido tenía su propia fundición sobre un régimen cerrado sobre los mismos".

En el supraindicado tomo de Fernández Jurado, el propio arqueólogo informaba de las características de este horno

"… El horno tenía forma circular y presentaba un diámetro externo; estaba construido con bloques calizos, algunos guijarros y pizarras, formando todo ello un pequeño muro de 30 cm. de ancho y con una altura similar. Orientada al suroeste, presentaba una abertura de 60 cm. de ancho y bajo ella, a unos 15 cm. se encontraba un poyete que debía estar destinado para colocar el recipiente que recogiese el metal fundido. Toda esta estructura, exceptuando el poyete, se cubría cada vez que era usado el horno, con una cúpula de arcilla a la que en su parte superior se le practicaba una chimenea; por un lado se introducían las toberas y, por otro, se descargaban los materiales incandescentes, lo que provocaba que la zona cercana estuviese totalmente quemada…".

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