El Rocío

La Virgen llega a su casa con la misma dulzura que a la salida

  • La ermita tiene el latido acelerado del corazón; hay que acercar las andas mientras otros desde arriba tiran de sus brazos y los varales para posarla en su altar · Ahí volverá a estar durante todos los días del año

POR la explanada de la calle Almonte el paso está rodeado de tantos rocieros que es la imagen en sí misma de la procesión, Ella en su paso y engarzando al mismo cada una de nuestras miradas. Niños pequeños que vuelan literalmente por encima de las cabezas hasta alcanzar el paso de la Blanca Paloma. Desde criaturas de meses que sus padres la llevan para que se asomen hasta el mismo paso y la Virgen del Rocío las cubra siempre con su manto protector.

Hay tiempo en esta mañana para reponer fuerzas, tomar un café y un aguardiente. Las casas de hermandad ofrecen un lugar de cercanía. Huelva es un patio abierto de con sombrajo de Punta y bancos de madera de la vieja canoa. En la casa de Almonte, una fruta fresca. A media mañana, el sol besa la aldea.

En este respiro, el cura de Almonte con su sotana negra, lleva toda la noche con la Virgen del Rocío, bueno, y todo el día y todos los días. José García Muñoz es almonteño y ahora lo tiene Ella cercano de párroco y capellán. Lleva perdida la cuenta de tantas salves. Habla de las vivencias del confesionario durante estos días de romería; una de las grandezas de la que los voceros titulares pasan de puntilla, pero que de por sí ya valen todos los esfuerzos de estos días. El cura sentencia con lo importante de "ser auténticos" en El Rocío: la Virgen en el centro de todo.

La Señora se acerca por la calle Carreta y desemboca sobre el frondoso árbol de la esquina. Una imagen de verdor y belleza. Le llevan hasta el paso a personas que necesitan de Ella. Queda la última Salve antes de visitar la Casa de la Hermandad Matriz. Moguer acoge a la Señora y la alegría es tan nueva como a la misma salida.

Se espera el último encuentro. Hay gente subidas en las azoteas, rejas, balcones y en las ventanas, e incluso hasta en los tejados.

La Virgen llega a este mediodía como a la salida, con idéntica dulzura, todo el frescor y la misma hermosura que la vistieron con flores, margaritas, lirios y amapolas de los caminos.

Una sevillana más a la misma puerta de la casa de la Matriz. El paso va y viene. En estos momentos hay muchas manos que tienen que sujetar los varales. La última Salve ahora que la Virgen está a hombros del pueblo de Almonte; el párroco y el vicario extienden sus brazos y con las manos abiertas rezan un "Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve…".

Existe un revuelo en la aldea, se intuye la recogida y no hay que perderse un instante. Las golondrinas y vencejos ponen una y mil filigranas en el aire sobre el santuario. No cesan de tocar las campanas.

Se viven escenas que son un trozo de cielo, como esta de Moguer en su azotea y junto al campanil se ve y se siente su volteo. La mirada desde las marismas eternas debe ser como esta, salpicada en la mañana del Lunes de Pentecostés por la Madre de las Marismas cuando la Virgen del Rocío llega de nuevo a la ermita en un mar inmenso de fe.

Hay petaladas de flores desde los balcones del santuario, El Rocío sigue de fiesta con la Virgen en la calle aunque se sabe que la entrada está ahí. Volvemos a ver a la Señora enmarcada sobre la concha peregrina y su paso correrá ahora por toda la nave del templo. En su altar la reja está abierta y hay una cantidad ingente de personas esperando a subir a la Virgen a su altar; todos hombres, que son los que llevan el paso de la Señora. Hay muchas voces, situaciones iguales que a la salida, de ansiedad y explosión jubilosa. Dentro, la ermita tiene ese latido acelerado del corazón. Hay que acercar las andas, mientras otros desde arriba tirarán de sus brazos y los varales. Ahora sí, ahora está de nuevo la Virgen del Rocío en su Casa. Vuelven los sentimientos de alegría, si en la mañana fue el estar con Ella este momento es el de posarla en su altar. Por saber que va a estar ahí todos los días del año y en este Rocío hemos tenido la suerte de estar con Ella y de rezar por los que se acaban de marchar, de pedir por todos.

Queda la última Salve cuando la Blanca Paloma entroniza su altar. El santuario es un eco de aplausos y vivas que llegan hasta afuera.

Luego, después del último beso, la última ofrenda interior, uno camina distinto por los alrededores del santuario y se siente confortado por el saludo del amigo tras la procesión: "Que la Virgen te bendiga a ti y a todos los tuyos".

Tiene las primeras horas de la tarde en El Rocío tiempo para templar tantas emociones. Me ha gustado siempre el patio de Emigrantes, casa de vecindad, Brasil Grande. Me agrada sentirme en familia con Juan Bautista y Mercedes en su casa, beber, comer y bailar, que es la Fiesta del Rocío.

Cuando ahora todo adormece en lo íntimo del santuario todo invita a la despedida más personal, con la tranquilidad de este momento, con el suelo cubierto de arena, sin bancos, en su altar y mirarla a Ella y decirle: Gracias, Blanca Paloma.

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