badminton campeonato del mundo de dinamarca

La china fue Carolina

  • Más de un centenar de amigos, familiares y aficionados vibran en el Parque Moret con su triunfo La garra y fe de la volantista onubense los convenció de una proeza en la que muy pocos creían

Antes de derrumbarse por completo en Copenhague, la gran muralla china empezó a ceder en el Parque Moret. El ocaso del imperio asiático se coció a fuego lento bajo un sol de justicia desde el pulmón de Huelva, donde las raíces de Carolina Marín hicieron brotar una corriente de optimismo y esperanza que fue apagando el escepticismo. Aún no se habían alcanzado las 14:00 cuando más de un centenar de jugadores, socios y simpatizantes del Recreativo Bádminton IES La Orden así como familiares y amigos de Carolina Marín ya coreaban su nombre tratando de autoconvencerse de una gesta increíble que muy pocos presagiaban.

Promovida por el club que la vio crecer, en el barrio donde dio sus primeros volantazos mientras deshojaba la margarita entre el flamenco y el bádminton, la Terraza Parque Moret se convirtió en el punto de encuentro de una improvisada quedada fruto de la inesperada metamorfosis de una deportista que, con apenas 21 años, sigue sin vislumbrar sus límites. Tras más de una hora de tensa espera, la conexión de la señal de Teledeporte y las primeras imágenes de la volantista onubense encienden a la parroquia albiazul, cuyos ensordecedores cánticos de ánimo contagian la ilusión entre los presentes.

Arranca el partido. Silencio. Li Xuerui exhibe su abanico de recursos y demuestra en apenas cinco minutos por qué es la actual número 1 del ranking mundial y vigente campeona olímpica. Un frontón inabordable. Lamentos, suspiros, desconsuelo.. .El parcial de 5-0 que su rival le endosa hacen mella entre los aficionados, algunos de los cuales no pueden reprimir los gestos de asentimiento cuando uno recuerda los pronósticos que daban como favorita a la deportista china: "Te lo dije. Es muy difícil, pero para mí ya es como si hubiera ganado...".

Pero si hay una cualidad que caracteriza a Carolina Marín, además de su humildad forjada deportiva y personalmente, esa es su casta, su tesón, la fortaleza mental que comparte con su ídolo, Rafa Nadal, para levantarse y hacer frente a las adversidades. Una virtud en la que no tiene rival y que una vez más sacó a relucir para construir una gesta épica que pasará a los anales del deporte onubense y español. En cada golpe, en cada gesto, en cada mirada cómplice con su entrenador, la volantista onubense evidenció haber abandonado su letargo para poner en aprietos a una oponente que no sospechaba el vendaval que acabaría engulliéndola.

Con mucho sacrificio y cumpliendo a rajatabla el escrupuloso plan trazado, Carolina Ruiz fue acortando distancias en el marcador hasta situarse a sólo dos puntos de su rival (15-13), que hasta entonces había rayado la perfección. El silencio de los compases iniciales se tornó murmullo generalizado y cada punto a favor era un nuevo golpe, una nueva fisura en la impenetrable muralla china. "¡Sí se puede! ¡Sí se puede!" espetó un aficionado, inoculando en la masa una dosis de optimismo lo suficientemente consistente como para borrar cualquier rastro de incredulidad. El arreón final de Li Xuerui le permitió hacerse con el primer set (21-17) pero el coraje y la reacción de Carolina contaminó el ambiente de convicción en una proeza en la que hasta entonces muy pocos creían.

El esperanzador inicio del segundo set, en el que llegó a ponerse por primera vez por delante en el marcador, lo refrendó. Ni siquiera el elenco de recursos de la vigente campeona olímpica le sirvió esta vez para contener el ciclón onubense, que, pese a ir a remolque durante buena parte de la manga, emergió para igualarla (15-15) y acabar adjudicándosela ante el estupor de amigos y familiares, que no paraban de frotarse los ojos ante lo que hasta entonces sólo había sido un sueño.

En la pausa se mascaba la hazaña. Entre vítores, cánticos y mensajes de aliento, las sonrisas y miradas se cruzan alimentando la posibilidad de una gesta que va germinando a cada segundo, que va tomando forma en cada certero movimiento de Carolina, en cada síntoma de debilidad de una rival que ya no se siente inexpugnable. Las fisuras se multiplican. La gran muralla se agrieta. Arranca el tercer y definitivo set y Carolina Marín no cede. De menos a más, fiel a una estrategia concienzudamente planificada, la deportista onubense responde a cada desafío de su rival. La mueve de un lado a otro, la obliga a jugar desde el fondo, la desquicia en la red... Li Xuerui, tocada anímica y físicamente, empieza a cometer demasiados errores no forzados y tiene que multiplicarse para poder mantenerse en un partido que encarriló muy pronto sin augurar que acabaría en pesadilla. Con 8-5 a su favor, sin embargo, la campeona olímpica despertó y con un parcial de 0-6 inclinó de nuevo la balanza a su favor haciendo temer un cruel desenlace que la propia Carolina sofocó. Como en la manga anterior, igualó 15-15 y en un agónico final, escenario en el que se mueve como pez en el agua, apretó los dientes para desquiciar a su oponente y poner tierra de por medio hacia un título histórico que desató la locura. Apoteosis.

El júbilo estalló en el Parque Moret. Mientras Carolina, con los ojos cerrados, saboreaba en la pista su título, las lágrimas de sus amigos y familiares, entre ellos sus abuelos Carmelo Marín y María Pérez, inundaban la tierra en que su nieta aprendió a soñar.

Nadie lo intuyó. Carolina fue realmente la china, la china en el zapato de Li Xuerui y de un imperio asiático a cuya hegemonía mundial puso fin tras 15 años con una obra maestra de 78 minutos para la historia de una historia que sólo acaba de empezar. Aún hay quien se pregunta cómo se te hubiera dado el flamenco. Quizá sea mejor quedarse con la duda. Río 2016 te espera. Gracias Caro.

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