Manuel Pérez Yruela. Sociólogo

"No entendemos lo que nos ocurre, hay mucha palabrería y poco orden"

  • El investigador reflexiona en esta entrevista sobre las consecuencias de la crisis en la sociedad y sobre la transformación de un contexto político cambiante y plural.

Manuel Pérez Yruela es sociólogo a tiempo completo, pues la reflexión sobre la sociedad que le circunda nunca cesa. Hombre de conversación sosegada y reflexiva, confía en que llegar a un buen diagnóstico de lo que le pasa a la sociedad es la mejor fórmula para poner medios que ayuden a superar los problemas. Duda, eso sí, de que en la sociedad española hayamos llegado a entender entre tanto ruido ambiente lo que nos llevó hasta a la actual crisis económica e institucional.

-Supongo que tiempos como estos resultarán fértiles para el estudio sociológico.

-Son tiempos apasionantes, pero también difíciles, porque cuando las cosas cambian hay un momento en el que lo nuevo no aparece del todo y lo viejo no acaba de desaparecer. Es un tópico muy difundido, pero no se puede negar que así sucede y que produce incertidumbres. Mucha gente de mi generación, por ejemplo, piensa que le gustaría poder vivir lo suficiente para ver en qué acaba todo esto. Son muchísimas las cosas que están cambiando: el avance de la globalización, las tecnologías de la información, el uso por parte de las generaciones más jóvenes de las TIC, las nuevas conductas sociales… Es un escenario muy nuevo, con algunas fuerzas que resultan difíciles de controlar. Hablo por ejemplo de la influencia enorme de las multinacionales, del capital financiero… Un escenario tan cambiante incluso apabulla y llegas preguntarte si es posible meter todo eso en un solo saco y sacar conclusiones útiles. Pero en eso estamos los sociólogos, en intentar poner un poco de razón en todo eso, aunque no es fácil.

-¿Sabemos cómo sociedad lo que nos ocurre?

-Palabra no falta. Información y análisis hay muchísimos, y cada vez más. Que si blogs, que si Twitter… El problema es que entre toda esa palabrería existe falta de orden. No acabamos de analizar bien lo que ocurre, de transmitirlo de una forma adecuada o de emitir un diagnóstico correcto. Y como sociedad resulta fundamental tener un diagnóstico. Hay una frase de un psicólogo americano, Kurt Lewin, que me gusta mucho y que dice que "no hay nada más práctico que una buena teoría". Cierto, se necesita saber lo que está ocurriendo para poder actuar en consecuencia. Muchas veces se minusvalora lo teórico, pero la realidad es que sin una buena teoría lo único que haces es dar palos de ciego.

-Las encuestas fallaron esta semana en las elecciones de Gran Bretaña. ¿La sociedad occidental se está volviendo más impredecible?

-Ahí se ha dado una situación singular, porque Gran Bretaña es una democracia profundamente asentada en la que resulta difícil pensar que esto pueda suceder así. No es lo habitual. En el caso de las últimas andaluzas yo siempre comento una curiosidad. En total, se publicaron 21 encuestas en el conjunto de Andalucía y los resultados finales de la noche electoral clavaron, como se suele decir, la media de todos esos sondeos. Los errores fueron de décimas y algunos casos hasta de centésimas. Son dos casos distintos, de acierto y de desacierto. No pienso que seamos tan impredecibles.

-¿Y somos muy distintos a como éramos antes de la crisis? ¿Se observan cambios profundos?

-Ha habido cambios que se ven en lo cotidiano. Ahora somos mucho más desiguales que antes, por ejemplo. Un tercio de la población está en el umbral de la pobreza, que sufre a fondo los efectos de la crisis. También entre la gente con trabajo hay profundas desigualdades. No es lo mismo la vida laboral a la que acceden los jóvenes que la que tenemos las personas que llevamos más años en regímenes laborales estables. Mis condiciones de trabajo no son las mismas que las de la gente joven, y tal vez deberían acercarse las suyas a las mías o las mías a las de ellos. Pero los derechos adquiridos son una presión social muy fuerte y nadie se atreve a tocarlos. Otro cambio social notable tiene que ver con la clase media, que ha sufrido una erosión palpable. La sociedad también es más recelosa, se desconfía de casi todas las instituciones, con unos niveles de confianza más bajos que nunca. También se pueden ver rasgos positivos, ahora somos una sociedad más solidaria. Lo que yo no veo claro es si de todo esto hemos llegado a las conclusiones necesarias para tomar las medidas correctas y que esto no nos vuelva a ocurrir en el futuro.

-De la gran ilusión de finales de los 70 y comienzos de los 80, a la euforia del boom y la decepción actual. ¿Cree que volveremos a ser una sociedad esperanzada?

-Fácil no va a ser, pero debemos todos esforzarnos por conseguirlo. Deberíamos aprovechar la ocasión que nos brinda este golpe que hemos sufrido para tener un debate sincero y claro sobre lo que nos ha pasado y sobre lo que tenemos que pensar para el futuro. Pienso por ejemplo en el caso nuestro, el de Andalucía, cuando se habla de temas como el paro. De acuerdo que la situación actual es insoportable, pero conviene echar un vistazo a la historia para ver de dónde venimos y hacia dónde vamos. Por ejemplo, Córdoba y Andalucía tenían en 1990 un 25% de desempleo, mientras que en el 94 sube con la crisis de los 90 y se coloca en torno al 34%. La situación comienza a mejorar de nuevo y se llega a la mejor situación que se conoce en los años 2006 y 2007, cuando la tasa andaluza se sitúa en el 12% y la española en el 8. Y de ahí a la situación actual, con la tasa de nuevo por encima del 30%. Lo que quiero decir con esto es que se tardó mucho tiempo en bajar del 34% de 1994 al 12% de 2006. Hay que tener en cuenta que nunca hemos bajado de los dos dígitos. También es curioso ver en qué sectores se creó empleo entre los años 90 y la época de expansión, porque no fue ni mucho menos homogéneo. En la agricultura, por ejemplo, disminuye en torno a un 2%, mientras que en la industria se crea un 3%. La subida fuerte se produce en la construcción, con un 25%, y principalmente en los servicios, con cerca de un 80%. Si vamos al detalle se observa que los servicios -la hostelería, el comercio, la administración pública- no podrán ahora volver a protagonizar una fase tan expansiva y creo que no quedará otra que buscar otros nichos de empleo. Lo tradicional tiene sus limitaciones y no creo que sea suficiente.

-La clave parece estar en la industria, pero todo parece girar en torno al turismo

-La industria es el sector que aporta más innovación y mayor valor añadido. En Andalucía no hemos podido desarrollar una industria fuerte, pero no se debe de renunciar. Me parece que en la política industrial hay mucha confusión, y eso no es bueno. Quizá Andalucía debe comenzar ahora una segunda etapa. Es decir, hasta ahora hemos conseguido una mejoría importante en asuntos básicos como la pobreza, la vivienda, la educación, la sanidad… No se puede negar que hemos avanzado mucho. Pero nos queda realizar un proceso que podríamos denominar de ajuste fino, que significaría lograr que funcionasen algunas cosas que ahora no funcionan. Son cuestiones que pueden parecer menores y que quizá no necesitan de grandes inversiones, pero cuyos resultados, de producirse, tendrían una gran eficacia. Winston Churchill solía decir que el éxito está en los detalles, y creo que llevaba razón.

-Con la educación también se da ese movimiento pendular, entre los que creen que el sistema es terrible y los que piensan que es formidable.

-La educación es fundamental y algo habrá cuando desde muchos ámbitos se dice que adolece de la calidad necesaria. El debate también debería girar sobre cómo mejorar el sistema educativo que ya tenemos. Hay mucho por estudiar, tanto en la formación del profesorado como en si no sería necesario crear una educación cualificada técnica, no estrictamente universitaria, que llegase hasta los 20 años. Nuestros resultados muestran que hay mucha gente con estudios básicos, poca con estudios medios técnicos y muchos titulados. Y quizá habría que invertir esa estadística, que ahora tiene forma de V mientras que en otros países tiene forma de V invertida. Son cuestiones a largo plazo que deberían estudiarse. A ese tipo de cosas me refiero con lo del ajuste fino.

-El CIS marca ahora un ascenso del PSOE y un descenso de Podemos. ¿Acertó Susana Díaz al adelantar las elecciones?

-¿En qué sentido?

-En si no habría sido mejor dejarlo para después de las generales.

-Eso es el cuento de la lechera. La presidenta dijo que las convocaba porque había perdido su confianza en el Gobierno de coalición, y había razones para ello. En todo caso, la realidad de los resultados es la que había en la calle, y eso no va a cambiar. Vamos a vivir una etapa de mayor pluralidad y aquí ya la tenemos. Incluso puede que sea positivo que nos hayamos adelantado a lo que va a ocurrir en el resto de España.

-¿Y estamos preparados para esas políticas de pactos? La investidura de Susana Díaz, por ejemplo, se ha enquistado.

-Experiencia no tenemos, porque nuestra democracia no se ha caracterizado por el diálogo y los acuerdos. Preparados, sin embargo, sí que lo estamos, porque tontos no somos y nuestro sistema democrático tiene ya suficiente recorrido como para que se pueda afrontar este tipo de situaciones. Algo habrá que hacer, porque la pluralidad ha venido para quedarse, por lo pronto durante los próximos cuatro años. En el caso andaluz es curioso que en el anterior Estatuto, en su artículo 37.3, existía una posibilidad de que al presidente se le eligiese por mayoría simple después de dos meses en los que no se lograse acordar la investidura, lo que ocurre es que aquello se quitó en el nuevo texto.

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