Tribuna

Un modelo centrado en las personas

  • Los avances médicos han aumentado la esperanza de vida, pero también los episodios agudos de enfermedad con un crecimiento de la pérdida de autonomía

En un momento en que logros sociales que se han alcanzado a lo largo del último siglo parecen verse amenazados por su insostenibilidad, es necesario redefinir el enfoque y la coordinación de la atención sanitaria y social, máxime en un entorno de creciente fragilidad motivada por el envejecimiento y la pérdida de autonomía financiera de los ciudadanos.

Humanos, mortales y frágiles como somos, vivimos intentando posponer la única certeza que tenemos: la muerte y, además, tratando de evitar el sufrimiento que conlleva la pérdida de la salud y la autonomía. Para la muerte, al final, no tenemos remedio, pero la sociedad está obligada a gestionar las necesidades de las personas que padecen el dolor, la enfermedad y la dependencia.

Los avances médicos han aumentado la esperanza de vida, pero también los episodios agudos de enfermedad. La pérdida de autonomía también ha ido creciendo. Entre otros, estos factores incrementan la pérdida de autonomía.

Ante esto, ¿Qué hacemos? Desarrollamos dispositivos, en la mayoría de los casos espacios ajenos al dependiente en los que nos hacemos la ilusión de atenderlos, pero que suponen la ruptura con su entorno y y les excluyen. Esos espacios no pueden resolver problemas sanitarios agudos. No cumplen con un objetivo global de atender la dependencia con todas sus variantes. La dualidad entre lo social y lo sanitario aleja el sistema de la persona, genera ineficiencias, complica los procesos y conlleva mucho mayor gasto en esfuerzo, recursos y dinero.

Frente a esto la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios aboga y ejerce una atención integral en la que se intenta dar un servicio que atienda a las necesidades sanitarias, sociales, espirituales e incluso familiares de la persona que lo necesita. Para ello son necesarios profesionales con este perfil y dispositivos que no necesariamente son instituciones al uso. Lo deseable es intentar mantener al dependiente o enfermo en su entorno siempre que sea posible, en un intento de que la enfermedad o la dependencia se viva como un incidente más de la vida y no como un corte del devenir de la misma.

No es necesario más dinero para esto. Pero sí un cambio estructural basado en establecer dispositivos centrados en la persona que sufre. El continuo binomio entre atención social y sanitaria debería, a nuestro juicio, ser un punto de reflexión para los responsables del ordenamiento y de la financiación, porque si pensamos en el atendido, si centramos nuestro interés en la persona, este es un requerimiento que no podemos dejar de lado.

Pero es que además el empleo de los recursos será mucho más eficiente, especialmente si el asistido juega un papel activo en su propio cuidado y en la planificación de su recuperación. Habrá también que apoyar a los cuidadores más cercanos. Nosotros, los sanitarios, acompañaremos e instruiremos, vigilaremos el estado, nos aseguraremos del diagnóstico, y aportaremos las soluciones o tratamientos puntualmente necesarios y cada uno de los asistidos compartirá/remos (todos lo seremos alguna vez) la responsabilidad de demandar y utilizar los dispositivos de apoyo. Para ello necesitaremos el conocimiento y la responsabilidad en la autogestión de los cuidados y la salud.

Desde los que ostentan la responsabilidad de ordenar y vigilar el sistema en su conjunto, se ha de procurar la equidad, la beneficiencia, la no malefecencia y la justicia social, respetando siempre la autonomía personal y poniendo los medios para que alcanzar un objetivo: la atención y el servicio de los que precisan, logro éste que tenemos el deber de preservar.

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