Quizá seamos hoy, pese a todo el conocimiento acumulado, más vulnerables que nunca.

Hay personas que presumen de libres y emancipadas mientras demuestran una intolerancia casi fanática.

Con razón pide la comunidad judía que los politicastros dejen de manosear la memoria de las víctimas.

Los juicios son sospechosos cuando toman la forma de desmesurados elogios o de puñaladas traperas.

Prende el discurso que defiende un repliegue identitario como respuesta a las incertidumbres del siglo.

El cruce entre especies diferentes ha estimulado desde siempre la imaginación de los mortales.

La burocracia, ahora virtual o telemática, se ha vuelto cada vez más alambicada e inextricable.

Bulos y banalidades conviven con las noticias sesgadas en un concentrado previsiblemente indigesto.

El respeto, la tolerancia, no son esas palabras vacías que denuncian quienes echan más leña al fuego.

Lo bueno es que nuestra generación ya tuvo su 'crack'. Lo malo es que nada hace pensar que no pueda repetirse.