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La Palma-Cartaya: Zarpazo rojinegro a la línea de flotación palmerina (1-2)

Un lance del encuentro entre La Palma y Cartaya.

Un lance del encuentro entre La Palma y Cartaya. / Manolo Camacho (La Palma del Condado)

La belleza da seguridad y a este punto y hora el Cartaya se siente más guapo que nadie. Por eso le sale todo y por eso mismo minimiza el trabajo del adversario. Así ganó en La Palma y así ha resuelto el pleito de la salvación, con honores, con muchas medallas en el pecho que se ha ganado a base de fe, de mucha fe y de un trabajo descomunal del primero al último, pasando todos ellos por la capilla del que manda, Manuel Juan Limón, que también merecía ya un reconocimiento unánime, si es que le faltaba algo al míster.

El caso es que el derbi más esperado de los últimos tiempos dejó un ganador y un deprimido. Era una final para La Palma y el conjunto de Nacho Molina no pudo hacerlo peor. Porque ya no se le pide ni tan siquiera que juegue, se le exige un espíritu que no hizo acto de presencia.

Para meterle a este relato la sinceridad necesaria decir que es posible que La Palma mereciese al menos el empate. Ocasiones tuvo para ello, sobre todo en la primera parte. El problema es que las caras de los futbolistas es un poema, es como si estuvieran convencidos de que hagan lo que hagan no les alcanza. Y así, con esa perspectiva, imposible ganar un partido y menos ante un rival que escapó del drama hace mucho tiempo. Drama que comienza a sobrevolar por La Palma del Condado.

El partido arrancó con un gol del Cartaya a los ocho minutos de juego. Era el presagio de lo que vendría después. Cerpa, al que Limón ha reconvertido en un centrocampista de recorrido interesante, la enchufó tras una pared con Fran Palma, el otro protagonista del partido, que marcó el segundo tanto en el 38 de juego. Entre medias, ocasiones varias para los locales, incluido un tiro al travesaño de Gabi.

Al filo del descanso, Zaca acortó distancias y todo hacía presagiar que en la reanudación, La Palma se volcaría a pecho descubierto. Pues bien. Ni pecho ni descubierto. El equipo está tan lento de movimientos que aunque tenga posicionamientos ganados, el adversario lo coge. Fue como cuando éramos pequeños pero mayores que otros y le dábamos una cuenta de diez de ventaja a los otros. Pues así.

Llegaron los cambios, Limón manejó el tempo desde el banquillo y sorprendió algunas sustituciones en La Palma. Como por ejemplo Buba, que saltó al campo casi en el 90 con su equipo perdiendo, mientras que Navarro, un defensor, tomó la delantera en las sustituciones. Fue como si todo estuviera contagiado, y que ese contagio alcanzara al tuétano del propio entrenador.

El Cartaya está salvado matemáticamente y La Palma tendrá que esperar. Las sensaciones no son nada buenas y ahora mismo el equipo y un muerto son dos muertos. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y que mientras hay vida hay esperanza. Vida queda, dos jornadas. El problema es que no se sabe a ciencia cierta si hay esperanza.

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