Vivir en Huelva

Una tradición que no debe perderse

  • Los puestos de palmitos flanquean una vez más el recorrido de la procesión del Santo

  • Los vendedores repiten año tras año y habitualmente se respetan los lugares de venta

Es imposible entender la fiesta de San Sebastián sin la presencia de los puestos de palmitos. Es también muy difícil que los onubenses no terminen la jornada sin alguno de estos vegetales para aderezar la ensalada.

Es imposible entender la fiesta de San Sebastián sin la presencia de los puestos de palmitos. Es también muy difícil que los onubenses no terminen la jornada sin alguno de estos vegetales para aderezar la ensalada.

Los vendedores de palmitos que ayer con tanta frecuencia se vieron durante el trayecto de la procesión de San Sebastián, fueron unos héroes. El intenso frío que acompañó buena parte del evento religioso contribuyó a que su labor tuviera un ingrediente de dificultad.

Pero no se entiende la festividad de San Sebastián sin los palmitos. Estos vegetales y, obviamente, quienes los preparan y venden en las calles, son elementos esenciales de una tradición que no se debe perder.

Los palmitos son estéticos y la manera que los que atienden los puestos los preparan, proporcionan al paisaje urbano una bella aportación campestre.

Lo que ayer fue un día especialmente complicado viene a colación de que tuvieron que soportar unas temperaturas que remontaron a duras penas los 3,5ºC del amanecer. Eso hizo que al inicio de la procesión aún hubiera pocos clientes porque los asistentes a la procesión se retrasaron en su cita con el Patrón. Pero como unos valientes, todos llegaron a las 6:00 o a las 7:00 para coger los lugares más privilegiados y asegurarse la mirada de los futuros compradores.

Los puestos permitían seguir una ruta que empezaba en Federico Mayo y bajaba a la Plaza de los Litri para seguir hasta San Pedro, es decir, los lugares más frecuentados en un día como el de ayer.

Pedro estuvo situado justo enfrente de la Iglesia de San Sebastián. Tenía palmitos de varios tamaños y comentó el duro trabajo que hay detrás de ese puesto. Testigo de ello eran unas manos llenas de pinchazos que evocaban el momento de la extracción y preparación. Son bastantes los días que se han de dedicar a ello para aprovechar las escasas horas de la procesión del Santo.

Los precios se repetían en la mayor parte de los puestos: de 3 euros -dos unidades pequeñas- para arriba hasta llegar a los 10 o los 15 euros. Pedro explicó que hay que usar una cavadera para extraerlos del suelo y se les corta la cabeza. Pero tienen que llegar ante el cliente limpios y mondados para que el acceso a las abuelas y el tronco -cogollo- sea sencillo, por lo que el trabajo es minucioso. Pedro viene desde hace años a esta cita festiva y explicó que habitualmente se respetan los puestos -no se paga licencia por ello- de un año a otro, pero para evitar sorpresas hay que madrugar mucho. Indicó que se buscan palmitos en Gibraleón pero también en otros lugares como Trigueros, Bonares e incluso el Andévalo.

En la calle McKay&McDonald un puesto presenta una novedad: se ofrecen las abuelas en bolsas cerradas para facilitar la labor de los poco diestros o familiarizados con el palmito. Por un euro el contenido permite aderezar una ensalada y proporcionarle una textura granulosa. En este puesto comentaron que cada vez es más difícil encontrar palmitos porque está pasando como con las chumberas: que se eliminan en pro de la plantación de olivos.

La Plaza de los Litri estaba flanqueada por otros puestos. Algunos añadían al típico palmito otros productos como palodú o almendras. En ese enclave estaba Isabel, que es de los que venden palmitos más días además del tradicional de la procesión. Ella lo hace en el Mercado del Carmen y cuando no son los palmitos, lleva otros productos como los espárragos camperos.

En Pablo Rada en su confluencia con la Plaza de los Litri había cuatro chavales de Gibraleón. También se pegaron un buen madrugón y recordaban que lo tradicional es que los palmitos de San Sebastián procedan de esa localidad. Aún no habían vendido nada hasta que se les acercó una señora que les hizo una compra de 20 euros. Sus caras empezaron a animarse.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios