Vivir en Huelva

Pastores de Belén en la calle Puerto

  • Alumnos del colegio Santo Ángel disfrutan de una fiesta de villancicos previa a la Navidad

Poco antes de las diez de la mañana, la entrada del colegio Santo Ángel en la calle Puerto se parece mucho a la de los grandes almacenes en día de rebajas. Decenas de hombres y mujeres hacen cola a la puerta esperando que dé la hora mágica para correr a coger sus sitios privilegiados desde los que disfrutar del espectáculo que se anuncia. En los corrillos hay conversaciones animadas, mucho frotar de manos para quitarse el frío y un ambiente de ilusión y sonrisas contenidas que define las jornadas previas a la Navidad. Ha llegado el gran día del primer trimestre para la comunidad educativa y a escasas 48 horas de las vacaciones toca disfrutar con los pequeños tras el esfuerzo de tres meses de clases y estudio. Hoy es momento de los villancicos y la visita de los Reyes Magos. Paras todos, desde los más pequeños que arrancan a las diez hasta los mayores de sexto de Primaria que tendrán su momento de gloria pasada la una.

Pero a primera hora de la mañana, y casi durante toda la jornada, los protagonistas son los más pequeños. Esos que han ido llegando una hora antes al cole ataviados como pastores y pastoras. Con sus gorros de piel de oveja y sus pañuelos perfectamente anudados. Con el zurrón lleno de la ilusión con la que se sentarán en el regazo de los Reyes Magos. Con la magia de estos días dibujada en sus rostros. Así que madres, padres, abuelos, abuelas y titos casi que echan a correr escaleras arriba cuando el director da la bienvenida a la voz de un sincero "que disfrutéis". Llama la atención la agilidad con la que se desplazan algunos en estos eventos. Parece que la edad no ha pasado por ellos.

Escaleras arriba, las seños se afanan por mantener el orden de los pequeños de primero y segundo de Infantil mientras la sala comienza a llenarse de familiares. Ya están sentados Melchor, Gaspar y Baltasar en sus tronos y los pequeños miran arremolinados a los Magos de Oriente, que han hecho un paréntesis en su apretada agenda para visitarles. En el buzón van cayendo las cartas cargadas de deseos escritas en casa. Algunos las han olvidado, pero siempre hay una madre al quite que se ofrece para suplir la carencia con un fajo de misivas fruto de una tarde de nervios en casa.

Sube el volumen de la música y los acordes del famoso Burrito sabanero indican que es hora de cantar y bailar. Como es habitual, a quienes más se escucha es a las seños, que intentan que los chicos les sigan al menos durante el estribillo. Brazos arriba, movimientos coordinados y palmadas hacen las delicias de las decenas de mayores que han convertido el lugar en un muestrario de móviles de última generación y cámaras semiprofesionales que graban y fotografían cuanto ocurre a su alrededor. Hay buen ambiente, aunque esas frases de "no se ve nada" o "vamos a agacharnos" recuerdan a cada familia que hay más niños además del propio actuando en ese momento. "Cantad que se escuche bien alto", animan las profesoras, antes de que entre todos se grite un gran "¡¡¡Feliz Navidad!!!!" dedicado a las familias.

Tras la atronadora ovación llega el turno de hablar con los Reyes Magos. La cola es nutrida, pero muy ordenada. Uno a uno pasan por el regazo de los Reyes, que los atienden, se dejan fotografiar como si del estreno de una película se tratara y agasajan después a los niños con bolsas de chucherías (hoy permitidas). "¿Has sido bueno este año?", pregunta Baltasar a Luis, quien, obviamente, responde convencido que sí. El mago de Oriente le recuerda lo afortunado que es "por tener esta Navidad mientras muchos niños sufren enfermedades o padecen guerras", dice, "así que tienes que ser generoso con los juguetes que te regalen", concluye.

Y poco a poco se va disgregando la fila, entre intentos de la seño porque Martina hable con Baltasar, "que te va a dar chuches", y confesiones de Álvaro a Melchor que no se cuentan a los padres "porque son un secreto".

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