Feria de San Isidro 2021

La terna desaprovecha unos 'adolfos' que tuvieron más de lo que parecieron

  • Juan del Álamo, Román y José Garrido se fueron de vacío en el último festejo de Vistalegre

Juan del Álamo da un pase a su primer toro este domingo durante el undécimo festejo de la Feria de San Isidro.

Juan del Álamo da un pase a su primer toro este domingo durante el undécimo festejo de la Feria de San Isidro. / Zipi (EFE)

Los diestros Juan del Álamo, Román y José Garrido se fueron de vacío en el último festejo de la alternativa Feria de San Isidro de Vistalegre tras no saber sacar partido de una corrida de Adolfo Martín que ofreció más posibilidades de lo que parecieron en manos de los tres matadores. Porque de los seis cinqueños que asomaron por los chiqueros del coso madrileño, al menos cinco fueron lo que se dice toreables, especialmente los tres últimos, pero la falta de recursos técnicos y de la precisión que requiere este tipo de encaste por parte de los tres espadas hizo que se fueran al desolladero con las orejas puestas.

A Juan del Álamo se le vio demasiado desconfiado con su primero, en una faena a la que le faltó ritmo y orden, y en la que el salmantino, abusó del pantallón de la muleta, algo que, sumado a su imprecisa colocación, hizo que muchas veces el toro tendiera a meterse por esos ventanales que dejaba entre su cuerpo y la franela. Y es que era un toro para apostar, para ponerse en el sitio y echarle los vuelos con suavidad al hocico para así mitigar esas supuestas cosas feas que hizo durante su lidia, que si salieron a relucir fue por esos desajustes técnicos. Cuando el cuarto ocurrió algo parecido, con la diferencia de que éste, bravo y con un pitón derecho cumbre, se equivocó también al intentar contentar a la gente poniéndolo una segunda vez en el caballo de largo. Debió ser más egoísta con él mismo y con el propio toro, que se llevó capotazos de más, incluidos los tres de Román en un amago de quite que no fue a ningún lado. Pudo ser toro de lío y no lo fue porque a la faena le volvió a faltar pulso y ritmo, y le sobraron también demasiadas precauciones.

Román siguió también en ese mismo aire, con la diferencia de que esa sinceridad desordenada que mostró en la base de su toreo. Es decir: el valenciano se muestra tal y como es, sin trampas ni mentiras, y eso, al final, llega a la gente. Otra cosa es que esa entrega desbordada sin la técnica necesaria para resolver con este tipo de toros hizo que las faenas no fluyeran por mucho que se mostrara firme con un segundo toro que se desplazó con buen cuando se le hicieron bien las cosas y con un quinto con calidad en sus embestidas. En éste, al menos, acabó cogiéndole el aire de mitad de faena en adelante, y así le robó alguno bueno, de uno en uno, dentro de un conjunto un tanto intermitente.

Y Garrido, que se tapó con el peor de los seis, el tercero, a base de seguridad y oficio, en cambio, le hizo las cosas totalmente al revés al buen sexto, al que, en vez de ayudar en línea recta y por abajo para afianzarlo (lo normal en este tipo de toros) lo quiso hacer todo por arriba y en redondo, enseñándole de antemano lo que suelen hacer los albaserradas cuando no eres generoso con ellos.

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