La tarde de toros en La Maestranza la marcaron, sin lugar a dudas, los triunfos de los rejoneadores, pero indudablemente en el callejón de la calle Iris por donde entran los toreros había toda una estampa inusual de espectadores. Más de doscientos niños invitados por parte de Diego Ventura y de Andrés Romero se agolparon en esos momentos previos del festejo, dando color y calor a sus respectivos ídolos.

Después, durante todo el festejo, la grada los distinguió entre los de rojo, para Ventura, y los de azul, para Romero, que todos ellos lucieron junto a los gritos de ánimo, cuando tocó hacerlo a cada uno. Eran menudos, pero les puedo asegurar que se dejaron notar toda la tarde. No deja de ser todo un gesto y, además, un acierto que ambos rejoneadores hayan decidido dar ese apoyo a la base más joven de la sociedad en lo que es todo un compromiso cierto con la promoción y difusión de la Fiesta. Ayer, como ya lo hiciera en Huelva, Romero volvió a tener a su cargo una idea que afortunadamente funciona y a la que ahora también se ha unido con fuerza Diego Ventura. Aficionados más incondicionales no los van a encontrar.