Toros

Cuando lo que importa es el toreo

  • Manuel Jesús El Cid, David de Miranda y Paco Ruiz aprovechan una buena novillada de Millares

  • Buena entrada de público en el primer festejo oficial de la temporada española

Cuando lo que importa es el toreo

Cuando lo que importa es el toreo / reportaje gráfico: p. Guerrero

Festival taurino en lucena del puerto Cuatro utreros y un añojo con el hierro de Manuel Ángel Millares, de juego variado. Se dejó con buen estilo la novillada del ganadero triguereño, manejándose, aun en la adversidad de un albero poco propicio, con nobleza y bravura. Especialmente en los que hicieron primero, tercero y cuarto. ACTUANTES: Manuel Jesús 'El Cid': dos orejas en el que abrió plaza; oreja. David de Miranda: dos orejas; dos orejas en el cuarto. Paco Ruiz: dos orejas y rabo en el que cerró plaza. INCIDENCIAS: tres cuartos largos de entrada. Tras el paseíllo se guardo un minuto de silencio por Ignacio Guerrero, hombre del toro y de la familia Millares, fallecido a finales del pasado año.

F. Guerrerohuelva

Interminable, pero bonito. Duradero. Intenso, pero suave. Con el mismo temple con el que la tarde se había manejado en las telas de los toreros sonó ese solo de Nerva desde el tendido de los músicos. Colofón preciso a una tarde de música y de toreo. Buenos los dos en una grata tarde de toreo con la que romper silencios de temporada y la idónea para desempolvar recuerdos de esa tierra lucenera vestida entera de luces para San Vicente, su patrón.

No fue tan bravo el frío que se adivinaba y al cabo, dejó el sosiego necesario para que el público ocupara en buen número el tendido de la portátil poco antes de que clarines y timbales anunciaran paseíllo.

Sosiego le puso El Cid a los tiempos de su faena frente al que abrió plaza. Sosiego, temple y maneras para aprovechar la bondad que sobresalió sobre la medida fortaleza del utrero, agradecido con la suavidad con la que el de Salteras le buscó el toreo.

Pero, sin duda, el mejor momento de la tarde se lo propició a El Cid una faena llena de virtudes toreras e inspiración tanto con el capote como algo más tarde con esa muleta manejada con gusto, despacioso el trazo, templado el tiempo y engarzado el toreo prácticamente en los medios. Toda la faena así, dejándose llegar en ese disfrute íntimo del torero que armonizó de principio al fin una labor llena de toreo bueno, muy bueno, ante un ejemplar bravo y enrazado que le prestó emoción al conjunto. La estocada, rotunda. Por lo que al conjunto le suena raquítica y ridícula esa única oreja que se le concedió a tanto buen toreo.

Miranda no guardó nada ante el segundo de la tarde. La debilidad de un animal resentido de los cuartos traseros no le había permitido echarle los vuelos del capote con brillo y continuidad al novillo. Después, el temple de una muleta que nunca abusó en la pelea puso armonía en una lidia que buscó remanso en el alarde de la cercanía de los pitones. Intenso el triguereño, empeñado en agradar al tendido, cobró las dos orejas tras una efectiva estocada.

El cuarto, en cambio, sí ofreció posibilidades y Miranda lo cuajó sobrado con el capote. En el recibo y el quite, capote a la espalda, para acercar el toreo bien plantado a la emoción que debía llegar en esos terrenos donde al torero le sienta bien moverse. Bravura y nobleza que tuvieron la respuesta de una muleta marchando muy despacio sobre el albero. Abrochó el muletazo hasta el final. Citando, llevando y rematando cada serie con gusto, dejando nacer poco a poco ese toreo importante que cada vez más le va brotando con mayor facilidad al de Trigueros, quien acabó aniquilando el aire que existía entre el pitón y el muslo. Convenciendo y venciendo.

Paco Ruiz, en el cierre de la tarde, demostró algo más que ganas por ser torero ante ese añojo bravito y noble al que en muchos momentos le supo abrir el camino quedándose quieto y corriendo bien la mano. El camino es largo y pide sacrificio pero ayer, el de Lucena, se ganó un aval de confianza y futuro por ganas, determinación y saber agarrar el triunfo con lo que un torero debe hacerlo: echando la muleta alante y dejando llegar al toro con sinceridad.

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