Toros

Un excelso Daniel Luque sale a hombros en Priego de Córdoba

apertura de la feria real de priego de córdoba Ganadería: Seis toros de Adolfo Martín, bien presentados y de variado juego. 1º Soso con clase; 2º noble con poca fijeza; 3º noble con calidad por ambos pitones; 4º orientado y desarrollando peligro; 5º distraido y 6º complicado y tobillero. Tomaron seis puyazos, uno por barba. El mejor el jugado en tercer lugar para el que se pidió la vuelta al ruedo. TOREROS: Javier Castaño (marfil y oro con remates negros). Estocada caída (oreja) y tres pinchazos y descabello (palmas tras aviso). Paco Ureña (malva y oro). Pinchazo y media estocada (ovación con saludos desde el tercio) y cuatro pinchazos y descabello (palmas tras aviso). Daniel Luque (siena tostada y azabache). Estocada (dos orejas) y estocada enhebrada, estocada y cuatro descabellos (silencio). INCIDENCIAS: Plaza de toros de Priego de Córdoba. Corrida de toros con motivo de la Feria Real. Menos de media entrada en tarde agradable. Paco Ureña y Daniel Luque se presentaron como matadores en la plaza. Destacaron con los palos Fernando Sánchez de la cuadrilla de Castaño en el cuarto y Raúl Caricol en sexto. En la brega Marco Galán. Al finalizar el festejo Daniel Luque abandonó la plaza a hombros.

Volvían los toros de Adolfo Martín a Priego de Córdoba. El buen sabor dejado el año pasado era argumento más que suficiente para la repetición. Los saltillos que el conde de Santacoloma dejara en manos de su hermano, el marqués de Albaserrada, hoy vigentes en las ganaderías de la familia Martín, suelen ser reclamo para el público que gusta del toro encastado y con un comportamiento distinto al que se suele lidiar de forma más frecuente. Ayer en Priego, si no fuese por las capas cárdenas y por la conducta de alguno de los lidiados, que sí se acordó de sus antepasados, lo acontecido no fue muy diferente de lo que sucede de forma más habitual en los ruedos una tarde tras otra. Los albaserradas criados por Adolfo Martín no cumplieron con las expectativas. Inéditos en el tercio de varas y muy previsibles en el tercio de muerte, quizás pudieron defraudar a parte del público que se congregó en el añejo coso de las Canteras. ¿Defraudaron? Sí y no. La botella medio llena o medio vacía, según cómo se mire, pero lo importante, al menos, es que la corrida tuvo un carácter menos temático que las que lucen otros hierros, llamados equivocadamente "comerciales".

De los toros corridos hubo uno, el tercero, que para sí hubiesen querido muchos ganaderos. Un animal que fue a parar a manos de un inspirado Daniel Luque, que curiosamente se enfrentaba por vez primera con toros de esta sangre y que posiblemente cuajará la faena de la temporada en la provincia de Córdoba. Un Daniel Luque excelso, que ya se gustó cuando recibió con mecidos lances a la verónica a su primer oponente. La faena de muleta resultó bella, estética y hermosa. Los muletazos surgían de adelante hacia atrás, rematados por debajo de la pala del pitón, con un torero encajado de riñones y por momentos abandonado a su suerte. El toreo al natural resultó un compendio de torería muy difícil de describir. El de Gerena se gustó a sí mismo, contagiando, con su buen hacer, al público de los tendidos. Los cambios de manos y algunos remates merecieron pinceles de la categoría de Ruano Llopis, o alguno de los cartelistas de los años veinte del siglo pasado para ser inmortalizados. Remató el trasteo, ya de forma más arrebatada, con las llamadas luquesinas que terminaron por enloquecer a los tendidos. La estocada, un poco trasera, resultó fulminante y fue premiado con dos orejas de justicia. El público pidió el rabo. El presidente, quizás por la colocación trasera de la espada, no lo concedió, pero que más da. El arte efímero del toreo brilló en Priego de Córdoba de forma luminosa. En su segundo, Luque sólo pudo estar valiente y porfión ante un toro poco colaborador y que acabo desarrollando un peligro sordo.

Paco Ureña puede ser uno de los toreros con más pureza del escalafón. En contraposición con el toreo florido de Luque, el de Ureña resulta más macizo. El murciano pisa unos terrenos donde está la gloria, y también la tragedia. Destacó en la faena al segundo de la tarde. Una faena que fue modelando el torero a base de verdad y mucha pureza. Su toreo gusta por la ortodoxia y clasicismo del que lo impregna. Brilló en el toreo con la mano izquierda, donde enganchó las embestidas para llevar al toro con mano baja y mucho temple. Lástima que marró con los aceros porque de seguro hubiera cortado trofeos. En su segundo, un animal a la defensiva, sólo pudo poner en liza su voluntad y las ganas por redondear una tarde en la que demostró que sus triunfos en plazas de mayor categoría no son fruto de la casualidad.

A pesar de cortar una benévola oreja, la de ayer no fue la tarde de Javier Castaño. Triunfador del año pasado, el torero castellano se ha ganado el cariño de la afición prieguense, pero sólo pudo mostrar su voluntad y ganas, ante un lote que no le ayudó a brillar con rotundidad. Aún así volvió a intentar su toreo poderoso y añejo ante este tipo de toros, que ayer no le prestaron colaboración alguna.

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