Crónica de la primera corrida de la Feria de San Miguel

Morante, punto y aparte

  • La tarde fue monopolizada por el orfebre cigarrero con su faena al cuarto toro, de nombre ‘Derribado’

  • Juan Ortega y Tomás Rufo salvaron con mucha dignidad sus cometidos

Morante toca uno de los pitones del cuarto toro del festejo.

Morante toca uno de los pitones del cuarto toro del festejo. / Juan Carlos Muñoz

Arrancaba la Feria de San Miguel y la tarde iba transcurriendo con poco que reseñar. Una faena de salón de Morante tras haber dado un recital a la verónica, unos lances de ese gran capotero que es Juan Ortega y una labor de más a menos del toledano Tomás Rufo. No era gran cosa lo que daba de sí este inicio de feria como tanto era para tirar cohetes lo que sucedería después del gran suceso de este 23 de septiembre de 2022. Un suceso que ha entrado por la puerta grande de los anales del toreo y destacado con caracteres de oro entre los capítulos más brillantes que registra la tauromaquia.

Eran las siete de la tarde pasadas cuando salió por la puerta de chiqueros Derribado, del hierro de Hermanos García Jiménez, herrado con el número 55, negro zaíno, nacido en febrero de 2018 y habiendo dado en la báscula 540 kilos. Nada hacía presagiar nada viendo cómo se comportaba, cómo se movía con tanta falta de compás y tras haber achuchado a Morante, que tuvo que tomar el olivo. Y el público, deseoso de ver a Morante, instó al usía, el muy acertado Gabriel Fernández Rey, a sacar el pañuelo verde, Pero Derribado no se caía y hasta hizo una brava pelea en el caballo de Aurelio Cruz Ríos. Ahí en el peto mostró que su fuerte estaba en el pitón izquierdo y en esto que Morante le endilga tres pedazos de chicuelinas como el que lava, suaves y sin forzar la figura, tres prodigios de naturalidad. Pero el público seguía queriendo que fuese devuelto a los corrales cada vez con más ahínco y el usía sin dar su brazo a torcer, sin que afortunadamente diese su brazo a torcer.

Los mejores momentos de Juan Ortega sobre el albero fueron con el capote. Los mejores momentos de Juan Ortega sobre el albero fueron con el capote.

Los mejores momentos de Juan Ortega sobre el albero fueron con el capote. / Juan Carlos Muñoz

Y ahí surge la figura del torero más torero de la contemporaneidad. Al hilo de la tablas lo recibe arrebatándose por momentos, hasta el punto de que ya nadie volvió a exigir la devolución del morlaco. Cuánto le agradecimos, le agradecemos y le agradeceremos a don Gabriel que mantuviese a Derribado en el ruedo, ya que llevaba en sus entrañas el material adecuado para que José Antonio Morante y Camacho por su madre labrase la maravillosa obra que iba a salir de sus manos.

Estábamos ante un portentoso ejercicio de pasión, cara a cara de un prodigioso sueño despierto de cómo un hombre provisto sólo de un trapo puede crear tanta belleza. Pero es una belleza apasionada que sale de las entrañas de un genio dotado para hacer felices a las miles de personas que acudieron a verle. Contar lo que pasó no es tarea fácil porque, por ejemplo, ¿cómo se pueden sortear todas las leyes físicas para pegarle a un toro un redondo de 360 grados?, ¿eso cómo es posible? O de qué forma nos recordó al Paula en esa suerte de toreo que parece al revés colocando la pierna de salida más adelantada que la del embroque, en fin...

Tomás Rufo brinda la faena del sexto toro a su subalterno José Antonio Carretero, que se despidió de los ruedo. Tomás Rufo brinda la faena del sexto toro a su subalterno José Antonio Carretero, que se despidió de los ruedo.

Tomás Rufo brinda la faena del sexto toro a su subalterno José Antonio Carretero, que se despidió de los ruedo. / Juan Carlos Muñoz

Esos naturales llevando al toro hasta detrás de la cadera, sabiendo, además, que el toro por ese pitón sabía qué se dejaba atrás. Y es que era una obra de arte preñada de peligro, que hay que ver lo que Morante tragó en cada muletazo. Qué cerca se lo pasaba y qué despacio, cómo sus remates eran pura improvisación, ora por abajo en una trincherilla para el recuerdo. ora por arriba en unos pases de pecho memorables. Y le pregunta es la de qué hubiera pasado si el estoque funciona. Pero el estoque no funcionó y don Gabriel, en su postrero acierto, le concedió la oreja que el público pedía. Subraye, lector, este 22 de septiembre de 2022, no lo dude.

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