Del Dios Toro

Un cartel estrenado en Arles hace una semana

  • Una corrida despuntada de Bohórquez para el propio Bohórquez, Pablo Hermoso de Mendoza y Diego Ventura · Repetición afortunada ayer en Sevilla, pero no tan triunfal

EN el espacio de tan sólo seis días se ha repetido un cartel, como se dice en taurino, muy rematado. Una corrida de rejones. "Los caballos", dicen los taurinos. Bohórquez, Pablo Hermoso y Diego Ventura. Con toros de Bohórquez. Aunque resulte sonora y familiar, la combinación de esos cuatro nombres no se dio el año pasado ni una sola vez. Ni el anterior ni el otro. Y, de pronto, dos veces en una sola semana. Ayer en Sevilla a plaza llena y a gusto de todos.

Igual que el lunes pasado, en Arles. Arles es una de las tres grandes capitales taurinas de Francia. Espléndida ciudad. Como una Roma a escala. Pero con corridas de toros, que se celebran en un anfiteatro romano de gloriosa traza. Catorce mil gentes llenan el anfiteatro en los grandes festejos de cada una de las dos ferias de Arles: la de Pascua recién celebrada y la de las Primicias del Arroz, ya programada para el primer fin de semana de septiembre.

Once festejos de abono en una ciudad de poco más de cincuenta mil habitantes. De Arles se dice a modo de emblema que es "la puerta de la Camarga". La Camarga debe de ser el más original de cuantos paraísos resisten vivos en la vieja Europa. Región gitana y mestiza. Instintivamente aconchada, para así protegerse de agresiones de toda clase, la Camarga ha evolucionado lo suficiente como para no fosilizarse. Y lo justo para no pervertirse ni sucumbir a civilizaciones invasoras.

Hay un toro de casta específico de la Camarga. El camargués, especie que ha sobrevivido a las invasiones como la propia comarca. Que se ha adaptado al medio para domarse en él sin perder del todo su viejo instinto agresivo. En ese toro singular se siente el latido de antiguas culturas mediterráneas que ponderaban en los toros divinos atributos. Etcétera. Y hay, también, un caballo camargués, derivado de viejas razas y traducido en las marismas del Ródano como la imagen de la libertad. Un caballo tordo, infinitamente más cerca del caballo español que del árabe o el bretón. Todo eso y mucho más hay en Arles, ciudad natal de dieciséis matadores de alternativa, que se dice pronto.

No los dedos de una mano, sino los de cuatro manos casi. Larga historia, pues. En la feria de Sevilla está anunciado el mejor de todos ellos. De cuantos están en activo, se entiende: Juan Bautista Jalabert, que torea pasado mañana la corrida de Peñajara. Dentro del abono de la Maestranza está también anunciado, el 24 de mayo, el más preparado, cuajado y capaz de los novilleros salidos de una fértil escuela taurina de Arles, que se llama Román Pérez pero es francés y arlesiano, y va a tomar la alternativa dentro de sólo dos meses. Arles, ciudad de rico mestizaje, fue refugio de unos cuantos cientos de españoles del exilio del 39. En Arles ha habido rejoneadores de categoría y gran afición. Dicen que el mejor de todos fue, hasta su retirada no hace tanto tiempo, Luc Jalabert.

Y hay una especie de sagrada verdad: la insuperable torería de Curro Caro, el más gitano de todos los toreros que hayan nunca dado Arles y la Camarga. ¿Os parece poco? Pues eso es sólo una muestra pequeña de los grandes tesoros taurinos de esa ciudad romana. O francesa. Donde Diego Ventura cortó un rabo hace hoy siete días y después de torear seguramente mejor que ayer en Sevilla. O de otra manera. Buena fue la corrida de Bohórquez. La de hace una semana en Arles. No mejor que la de ayer. Distinta. Lo que no hubo en Arles fue un toro de la categoría y la calidad tan notables del cuarto de ayer, que se llamaba Ligón. Y en paz descanse.

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