Crónica de la Feria de San Miguel

Roca Rey salvó la tarde del retorno

  • La corrida de Victoriano del Río sólo tuvo un buen toro, el segundo, al que el peruano le cortó una oreja

  • Morante, al son de ‘Suspiros de España”, tuvo detalles embelesadores

Andrés Roca Rey, despatarrado y llevando muy largo con la mano izquierda a ‘Distante’, toro al que cortó el único trofeo de la tarde.

Andrés Roca Rey, despatarrado y llevando muy largo con la mano izquierda a ‘Distante’, toro al que cortó el único trofeo de la tarde. / Juan Carlos Muñoz

Alabado sea Dios, de nuevo en el tendido de la plaza más bella del mundo tras una eternidad a palo seco. Íbamos al templo con el ánimo piafante y hasta con recogimiento, como si en vez de ir al encuentro de Morante fuésemos a postrarnos ante el Señor. Y la gente saludándose con el calor que proporciona el tiempo que transcurrió y que parecía que iba a ser para siempre. Un cartel de lujo para el reencuentro, un digno comienzo para el magnífico ciclo que se ha organizado en estos estertores del verano.

Era como una especie de Domingo de Resurrección que las circunstancias trasladaron a los umbrales de otoño. La plaza reluciente, el no hay billetes en las taquillas, el personal como vistiendo el cargo con sus mejores ropajes y todo como en un estreno lleno de alicientes y de ilusiones. Toros de divisa de prestigio y terna que era la que en un principio estaba destinada a estar en el patio de caballos aquel frustrado Domingo de Resurrección. Pero como pasa tantas y tantas veces en el toreo, el hombre dispone y el toro descompone. Y eso fue lo que debió sentir Morante cuando le salió Enojado, un toro que doblaba al revés, que se iba suelto y que iba a impedir al genio de La Puebla a esbozar un solo lance. El toro no le servía y eso que hay que ver la de toros que le están sirviendo en este año de liderazgo del escalafón. Mató de dos pinchazos y media haciéndose el silencio.

Roca Rey, Pablo Aguado y Morante de la Puebla saliendo a la Maestranza. Roca Rey, Pablo Aguado y Morante de la Puebla saliendo a la Maestranza.

Roca Rey, Pablo Aguado y Morante de la Puebla saliendo a la Maestranza. / Juan Carlos Muñoz

Eran las 7:25 de la tarde y ahí se pararon todos los relojes del Arenal porque si ya había entusiasmado en sus verónicas por el pitón derecho, con la muleta se paró el mundo. Yéndose a los medios con esa torería que trae de fábrica, los muletazos se sucedían solemnes y sonaba ese pasodoble de pasodobles que es Suspiros de España. Tras un molinete arrebatado, incomprensiblemente enmudeció la banda, Morante se lo afeó, se torció todo con la espada y a esperar al viernes, que repite. Si Morante puso el buen gusto, Andrés Roca Rey le añadió pasión a la tarde. Salió a revienta calderas en una serie de verónicas despatarrado y llevando largo a Distante, el mejor toro de la tarde; bueno, digamos que el único toro que aceptó el diálogo con el torero. Y aunque blandea a la salida del caballo, será un magnífico colaborador para que el ciclón peruano haga el resto. Lo lleva a los medios y tras el toreo fundamental con ambas manos tira de repertorio para que la plaza se encienda.

Es un torero Andrés Roca Rey que no necesita demasiada ayuda para el triunfo, pues su predisposición es tal que es capaz de hacerle faena a un toro que sólo tope. El arrimón que se pegó y la estocada que le endilgó tras un pinchazo arriba hizo que el palco accediese a la petición de oreja. Una oreja que también pudo haberle concedido en el quinto, el único cuatreño de la tarde. En este toro hasta hubo un pique en quites entre el peruano y Aguado que acabó en tablas. No fue la tarde propicia a Pablo Aguado, que estuvo en la enfermería durante la lidia de los dos primeros toros recomponiéndose de una lesión de rodilla que le daría la cara cuando la tarde acababa. Con un lote muy a contraestilo, Pablo quiso mucho y pudo poco. En el precioso sardo que le tocó de primero sacó algunos derechazos con su sello de naturalidad y sevillanía. Estuvo por encima del toro, pero no pasó de ahí, acompañándole el silencio. Tardó en matar, como también tardó, ya en clara inferioridad física en matar al sexto. Corrida de expectación y, como pasa tantas veces, no faltaron los pasajes decepcionantes.

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